Texto Expositivo de la Luna

Texto Expositivo de la Luna

La Luna, nuestra eterna acompañante

Desde tiempos inmemoriales la Luna ha estado allí, en lo alto de los cielos nocturnos, alumbrando el camino de nuestra especie y de las especies que la precedieron. Pero nadie la ha conocido tanto y tan bien como la humanidad, al punto tal de haber dejado la huella de nuestros zapatos en el polvo de su superficie misma.

Y aunque nos tomó siglos comprender que no estaba hecha de queso y dejar de atribuirle nuestras diosas (la Selene griega, la Chandra hindú, la Elatha irlandesa y cientos de deidades más), hoy sabemos que la Luna es un elemento indispensable en el orden mundial que conocemos y necesitamos.

¿Qué es exactamente la Luna?

La Luna es el único satélite natural de la Tierra, lo cual quiere decir que es un cuerpo celeste en órbita alrededor de nuestro planeta, a una distancia de 384.000 kilómetros de la superficie terrestre. Con más o menos un cuarto del tamaño de la Tierra (unos 3476 kilómetros de diámetro ecuatorial), es el quinto satélite más grande del Sistema Solar y después de Ío, una de las lunas de Júpiter, es el más denso.

El origen de la Luna es un misterio. Existen diversas hipótesis para explicarlo, la más aceptada plantea el impacto de otro planetoide con la Tierra en algún momento de la conformación del Sistema Solar. Es decir, puede que la Luna fuese un pequeño planeta hermano del nuestro, pero tras chocar ambos astros hace unos 4.000 millones de años, el pequeño planeta desapareció y una porción de sí mismo quedó atrapada en la gravedad terrestre y acabó convirtiéndose con el paso de los milenios en la Luna.

En el cielo nocturno, la Luna es el astro más brillante de todos, y a menudo se la puede ver incluso de día. Pero al contrario de lo que alguna vez se pensó, la Luna carece de brillo propio: se trata de un cuerpo rocoso y no de una estrella. Su brillo es apenas un reflejo de la luz que proviene del Sol.

Además, al estar sincronizada con el movimiento de la Tierra, siempre vemos de la Luna una misma cara (mientras que la otra, conocida como el “lado oscuro”, apunta siempre hacia el espacio), aunque no siempre completa: la Luna tiene “fases”, instantes en los que se muestra más o menos entera a nuestros ojos, dependiendo del cono de sombra que la Tierra proyecte sobre ella en distintos momentos de su recorrido orbital.

Desde 2009 sabemos, además, que posee un porcentaje importante de agua congelada en el fondo de algunos cráteres. Esto ha sido considerado como un hallazgo prometedor para futuros planes de colonización lunar y viajes interplanetarios.

Los beneficios de la presencia de la Luna

Entre la Luna y nuestro planeta existe un pequeño sistema físico que tiene importantes repercusiones en la vida de nuestro planeta. De hecho, su simple presencia estabiliza los movimientos de nuestro planeta, haciéndolos más mansos y regulares, lo cual acarrea una mayor estabilidad climática. Por ende, es posible que sin la Luna la vida hubiese tardado más en producirse.

Además, la gravedad de la Luna incide sobre la masa de agua que recubre la superficie terrestre, ocasionando el ascenso y descenso del agua, que hemos bautizado como mareas: marea alta o pleamar, y marea baja o bajamar. Otra consecuencia de este fenómeno es que en su movimiento el roce de la masa de agua contra los continentes tiende a disminuir la rotación terrestre, lo cual incide sobre el momento angular del sistema físico Tierra-Luna y ocasiona que esta última se aleje muy lentamente, a un ritmo anual de 38 milímetros, según las más recientes mediciones con láser.

Por último, están los eclipses: la intromisión de la Luna entre la Tierra y el Sol, que bloquea parcialmente la luz que incide sobre el planeta (eclipse solar); o bien de la Tierra entre la Luna y el Sol, ocultando al satélite en su sombra (eclipse lunar). Estos fenómenos astronómicos, en sus tres variantes posibles (totales, parciales y penumbrales) han sido observados por la humanidad desde tiempos inmemoriales y asociados a presagios, profecías y anuncios divinos de distinto tipo.

La Luna en la cultura

La presencia de la Luna en las diferentes culturas humanas no ha sido nunca menor. Junto con el Sol, constituyen los astros a los que mayor culto se les ha rendido en las religiones antiguas, y que juegan un papel protagónico dentro de las cosmogonías y mitos sobre el origen del universo. Tradicionalmente, la Luna se ha identificado con los aspectos femeninos universales (y el Sol, en cambio, con los masculinos), quizá porque el calendario elaborado a partir de las fases de la luna suele coincidir con el ciclo menstrual de las mujeres (28 días).

Sea como sea, a la Luna se asociaron casi siempre divinidades femeninas, que se consideraban esquivas, misteriosas, siempre dispuestas al ocultamiento, y con un vínculo sobrenatural sobre los animales. La tradición dice que los lobos le aúllan a la Luna, por ejemplo, o que en la Luna llena ciertos hombres enloquecen o se convierten en animales.

Referencias:

¿Qué es un texto expositivo?

Un texto expositivo es un tipo de escrito cuya misión es brindar al lector, de un modo objetivo, información puntual y concreta sobre un tema específico. En ello se diferencia de otros tipos textuales, como el texto argumentativo o el texto narrativo, ya que el texto expositivo no contiene ni argumentos u opiniones a favor de una perspectiva, ni tampoco alguna clase de relato o narración.

Los textos expositivos se centran ante todo en la información, por lo que normalmente son impersonales y rigurosos en su abordaje del tema. Son textos en los que predominan los datos, las observaciones, las citas textuales y otros recursos para exponer al lector un aspecto de la realidad.

Para redactar un texto expositivo debemos ante todo documentarnos sobre el tema deseado y después reproducir las ideas, de las más generales a las más específicas (o al revés), sin involucrar nuestros propios puntos de vista al respecto, sino ciñéndonos a lo estrictamente informativo.

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