Ejemplos de
Leyendas Mexicanas
Las leyendas son narraciones folklóricas de tradición oral y autor anónimo que relatan hechos naturales y sobrenaturales que suceden en lugares y tiempos reales. Por ejemplo: El chupacabras, La llorona, El callejón del beso y El fantasma de la monja.
Estas historias suelen tener como protagonistas a personas “comunes y corrientes”, que se ven atravesadas por la presencia de algún fenómeno místico.
- Ver además: Leyendas cortas
Ejemplos de leyendas mexicanas
- El fantasma de la monja
Situada en el siglo XVI, en la Ciudad de México, esta leyenda narra la historia de María de Ávila. Proveniente de una familia adinerada y de la alta aristocracia, se enamoró de un mestizo, Arrutia, que aspiraba a casarse con ella por interés. Los hermanos de la joven, Alfonso y Daniel, tomaron nota de lo que ocurría y se opusieron a que la boda se concrete.
A pesar de que los hermanos se lo habían prohibido, Arrutia seguía tratando de ver a su amada. Los hermanos decidieron ofrecerle una importante suma de dinero con tal de que desapareciera, y él aceptó.
La huida del mestizo hundió a María en una tremenda depresión. Luego de dos años de no poder salir a flote, sus hermanos decidieron llevarla al Antiguo Convento de la Concepción, y enclaustrarla allí. Los días de María eran monótonos: rezaba y pedía por su amado cada minuto.
El dolor y la depresión fueron tales, que la mujer decidió quitarse la vida. Lo hizo ahorcándose en un duraznero que había en el patio del convento. Allí mismo su cuerpo fue enterrado. Un mes más tarde, cada noche, el fantasma de la mujer comenzó a aparecer. Las monjas y novicias veían su rostro reflejado en las aguas del lugar, cada vez que caía el sol, y por eso se les prohibió salir al patio apenas empezaba a oscurecer.
Según cuenta la leyenda, el fantasma de María, desesperado por la ausencia del mulato, lo buscó en cada rincón de la Tierra hasta encontrarlo y llevárselo al más allá.
- El callejón del beso
Esta leyenda narra la historia de un amor prohibido entre Ana y Carlos, que se encontraban a escondidas en uno de los balcones que daba a un angosto callejón de 68 centímetros de ancho.
Allí, la pareja se demostraba su amor, hasta que un día, el padre de la muchacha los descubrió. Envuelto en ira, el hombre asesinó a su hija, clavándole una daga por la espalda. El amante, al ver que su amada moría, la besó en su tibia mano. A partir de este hecho, el callejón comenzó “el callejón del beso”.
Esta popular leyenda instauró una tradición en aquel lugar de Guanajuato: las parejas que lo visitan, se besan en el tercer escalón, lo que -según dicen- garantiza siete años de felicidad.
- La isla de las muñecas
En una isla ubicada en el Valle de México, don Julián Santana adquirió el extraño hábito de recolectar muñecas abandonadas con un único fin: espantar al espanto. Adquirió esta rara costumbre la tras enterarse de que una niña que solía asustarlo murió ahogada cerca de su casa.
Como ofrenda de paz, en el lugar donde la niña había fallecido, don Julián dejaba las muñecas que recolectaba y las que vecinos comenzaron a regalarle, para que el fantasma de la niña se entretuviera con ellas.
Con el correr de los años y hasta su muerte, Julián llegó a acumular cientos de miles de muñecas. Y dicen quienes frecuentan el lugar que, desde el más allá, para cuidarlas.
- La llorona
Es una de las tantas historias de amor prohibido, esta vez entre un hombre de origen español y una mujer indígena. Fruto del amor entre ellos nacieron tres hijos, a los que ella trató y crio con devoción. El problema era que la dama quería formalizar el vínculo con su amante, y él se lo negaba.
Un buen día, el hombre se casó con una damisela española y la noticia enloqueció a su amante. La pérdida de la razón fue tal que un día, llevó a sus tres hijos al lago Texcoco y los ahogó para luego quitarse la vida.
Quienes visitan ese lugar aseguran haber escuchado los lamentos de una joven mujer, vestida de blanco, que deambula sin rumbo hasta perderse en las aguas.
- La mulata
Se trata de la historia de una mujer misteriosa, que vivía en Córdova, de la que nadie sabía su historia y que, para colmo, era prácticamente una ermitaña. ¿Los motivos? Dicen que era tan hermosa que cuando salía a la call, se volvía el centro de atención de todo el pueblo. Además, se comentaba que hacía curaciones con hierbas; conjuraba tormentas y predecía sucesos naturales.
Todos estos rumores en torno a la bella mulata derivaron en duras acusaciones en su contra: la acusaron de bruja. La obsesión que despertó su persona entre los vecinos fue tal que, hasta el propio alcalde de la ciudad, Martín de Ocaña, le confesó su amor, al que ella rechazó incluso luego de que este le ofreciera las perlas de la virgen.
Este rechazo hizo que el alcalde la acusara de haberlo querido envenenar con un extraño brebaje. Por esta acusación, la mulata fue juzgada y condenada a morir en una hoguera, frente a todo el pueblo, con fuego hecho con leña verde.
Mientras esperaba en un calabozo el día de su muerte, la joven mujer logró convencer a uno de los guardias de que le diera una tiza. Con ella, cubrió de dibujos todas las paredes de su celda. En una de las paredes, se veía un enorme barco, con sus velas desplegadas, meciéndose sobre las olas.
Lista la obra, que dejaba perplejo a cualquiera que la veía, la mulata le hizo la siguiente pregunta a su carcelero, mientras contemplaba los dibujos: “¿Qué le hace falta a este barco?”.
Luego de pensarlo, el hombre le respondió: “Que ande”.
Con una leve sonrisa, la mulata le dijo: “Mira cómo anda”.
Dicho esto, la mujer dio un pequeño salto y se subió al barco que comenzó a perderse en el horizonte mientras la mujer saludaba al carcelero, que no podía salirse de su asombro.
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