Ensayo Crítico sobre las Redes Sociales
Ensayo Crítico sobre las Redes Sociales
Redes sociales e infodemia: matar al mensajero
En el marco de la pandemia de COVID-19 que ha tenido lugar a inicios del siglo XXI, la Organización Mundial de la Salud acuñó un término necesario para describir el caótico y nocivo fluir de contenidos conspiranoicos en las redes sociales y servicios de transmisión de contenidos.
Este nuevo término viene a ponerle nombre a un problema que existe hace tiempo, pero que alcanzó sus mayores dimensiones en el marco de la crisis sanitaria, especialmente en el surgimiento de minorías organizadas para el repudio de la vacunación. Pero el virus de la conspiranoia y de los contenidos basura, diseñados para captar de la peor manera la atención del internauta, ha estado circulando en las redes sociales desde hace ya unos cuantos años, sin que nadie alzara nunca la voz para denunciarlo.
En principio, esta tolerancia o incluso complicidad de las empresas de redes sociales con este tipo de contenidos se debe a que no se habían dado oportunidades para comprobar lo que, sin embargo, a cualquiera que prestara atención le habría resultado evidente: que estos contenidos ejercen un efecto radicalizador sobre importantes segmentos de la población, y los empuja hacia posturas cercanas a la paranoia, el odio y la intolerancia.
Muchas veces, los efectos de estos contenidos se dan a través de contenidos de entrada inofensivos, amparados en la libertad de expresión y en la aparente libertad de escoger los propios contenidos. Digo “aparente” porque dicha libertad no existe: un algoritmo de programación elige por nosotros y nos bombardea con recomendaciones que, si bien no son obligatorias, oscurecen cualquier otro contenido que pueda brindar un punto de vista distinto, y nos empujan cada vez más y más hacia los extremos. Y digo “de entrada inofensivos” porque a medida que este proceso de radicalización tiene lugar, el usuario de redes sociales se va haciendo más y más susceptible a posturas e ideologías que resultan relevantes, de la peor manera, para la sana convivencia y la democracia.
El peligro del contenido-basura
Casi todos los contenidos conspiranoicos están pensados y estructurados para satisfacer un instinto humano: el morbo, la curiosidad, la fascinación por lo extraño y lo novedoso. Muchos de los que acceden a un video sobre terraplanismo (la creencia de que la Tierra es plana y existe una conspiración mundial para ocultarlo) lo hacen con cierto saludable escepticismo, pero seducidos por la posibilidad de ser convencidos.
Pero lo que muchos no ven, sin embargo, es que la narrativa terraplanista no trata exclusivamente de que el planeta sea plano o sea redondo sino de que existe una conspiración intentando alejarnos de la verdad.
El credo del terraplanismo contiene el convencimiento de que, con la simple observación de un video de diez minutos, o de dos o de tres, se está “investigando”, es decir, se está avanzando hacia el descubrimiento de una verdad. Y esto es un problema en varios sentidos: por un lado, porque fomenta la cultura del anticientificismo, esparce la ignorancia y alimenta artificialmente el ego de la víctima, quien en adelante defenderá a capa y espada los contenidos de su “descubrimiento”.
El otro problema de base
A todo lo anterior deben sumarse los dilemas propios del formato de las redes sociales: la adicción y la falta de regulación del contenido. Esto no solo es preocupante en la medida en que mantienen a las personas continuamente expuestas (en la omnipresente pantalla del teléfono celular) al contenido tóxico, lo cual de por sí es ya un problema, sino también porque no existe nadie a quien reclamar ante el esparcimiento de semejantes contenidos.
La empresa de redes sociales, por ejemplo, tiende a lavarse las manos con el argumento de la libertad de expresión: son sus usuarios, no sus empleados, quienes generan y difunden ese contenido. Ellos, simplemente, sirven de intermediarios, de mensajeros. Y es de mal gusto matar al mensajero. Además, el contenido en redes sociales tiende a ser anónimo, así que tampoco existe un usuario específico al que llevar a la justicia; como mucho se puede cerrar una cuenta, obligando al usuario a abrirse una nueva para retomar su conducta nociva.
Por a las nefastas consecuencias que sus algoritmos han tenido en el manejo de datos privados, estas empresas se han comprometido a tomar cartas en el asunto: reducir la frecuencia con que estos contenidos se fomentan, añadir advertencias al contenido potencialmente nocivo o incluso brindar información respecto de líneas de ayuda en caso de que un usuario piense que algún contacto suyo pueda necesitar un cable a tierra. Pero resta aún ver la eficacia de tales medidas, así como el grado de responsabilidad que estas empresas están dispuestas a asumir respecto del rol que sus servicios juegan dentro de la sociedad.
Referencias:
- “Ensayo” en Wikipedia.
- “Servicio de red social” en Wikipedia.
- “Atrapados en las redes sociales” en Revista Crítica.
- “El impacto de las redes sociales en los jóvenes” en Laboratorios Andrómaco.
- “Los riesgos de las redes sociales en la salud mental de los adolescentes” en FAROS.
¿Qué es un ensayo?
El ensayo es un género literario cuyo texto se caracteriza por estar escrito en prosa y por abordar un tema específico libremente, echando mano a los argumentos y las apreciaciones del autor, tanto como a los recursos literarios y poéticos que permitan embellecer la obra y potenciar sus rasgos estéticos. Se considera un género nacido en el Renacimiento europeo, fruto, sobre todo, de la pluma del escritor francés Michel de Montaigne (1533-1592), y que con el paso de los siglos se ha convertido en el formato más utilizado para expresar las ideas de un modo estructurado, didáctico y formal.
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