Ejemplos del
Género Narrativo
Género Narrativo
El género narrativo es un género literario que recrea un mundo de ficción desde la perspectiva de un narrador. Aunque las narraciones puedan inspirarse en la realidad, no dejan de ser ficticias ya que transmiten descripciones y perspectivas que siempre serán subjetivas.
El género narrativo se suele escribir en prosa, aunque existen algunos casos de poemas narrativos, como por ejemplo el «Martín Fierro» o «La Llíada».
El emisor del género narrativo se denomina narrador, una entidad que enuncia y relata los hechos desde un punto de vista en particular. Ese narrador puede utilizar la primera persona (para generar una mayor cercanía con los hechos), la segunda persona (para entablar una relación con el lector) o la tercera persona (para generar una visión más objetiva y amplia).
En el género narrativo predomina la función referencial del lenguaje, ya que relata una historia sobre un tema o referente en particular (que puede ser real o ficticio).
Los otros dos grandes géneros literarios son el género lírico, que expresa sentimientos o estados de ánimo, y el género dramático, que se escribe en diálogo y está destinado a la representación.
- Ver además: Narrador en primera, segunda y tercera persona
Los subgéneros narrativos son:
- Epopeya. Tiene un carácter mítico ya que narra hazañas de seres heroicos, dioses y seres mitológicos.
- Cantar de gesta. Es la forma de épica que se dedica a las hazañas de los caballeros de la Edad Media. Se denominan “cantares” porque eran transmitidos por juglares que recitaban estas historias, debido al analfabetismo de la sociedad de la época (siglos XI y XII).
- Cuento. Suele estar escrito en prosa y se caracteriza por su brevedad, por el número reducido de sus personajes y por la sencillez de su argumento.
- Novela. De mayor extensión que el cuento, narra una sucesión de hechos y describe varios personajes en una estructura más compleja. Una novela siempre es, al menos en parte, ficción. Incluso las novelas históricas, aunque narren hechos reales, contienen datos y pasajes de ficción.
- Parábola. Aunque es más breve que la fábula, también busca transmitir una enseñanza a través del recurso de la analogía.
- Leyenda. Es una narración popular que se basa en un hecho real, pero con agregados sobrenaturales que explican distintas áreas de la vida cotidiana. Tradicionalmente se transmiten en forma oral, aunque actualmente también han sido compiladas en versiones impresas.
- Fábula. Narra una historia breve usualmente protagonizada por animales que tienen características humanas como la capacidad de hablar, pensar razonablemente o enamorarse. Las fábulas contienen una enseñanza denominada “moraleja” y se proponen transmitir la moral de una sociedad.
Ejemplos de género narrativo
- La liebre y la tortuga. Ejemplo de fábula.
Había una vez una liebre muy vanidosa por su velocidad. Siempre se burlaba de la lentitud de la tortuga. La tortuga no hacía caso a sus burlas, hasta que un día la desafió a una carrera. La liebre estaba muy sorprendida, pero aceptó.
Se reunieron los animales a observar la carrera y se determinaron los puntos de partida y de llegada. Cuando comenzó la carrera, la liebre dio mucho tiempo de ventaja a la tortuga, mientras se burlaba de ella. Luego comenzó a correr y sobrepasó a la tortuga con mucha facilidad. A mitad de camino se detuvo y se quedó descansando. Pero sin darse cuenta se quedó dormida.
Mientras tanto, la tortuga seguía avanzando lentamente, pero sin detenerse. Cuando la liebre se despertó, la tortuga estaba apenas a unos pasos de la meta, y aunque la liebre corrió tan rápido como pudo, no logró ganar la carrera.
La liebre aprendió valiosas lecciones ese día. Aprendió a no burlarse de los demás, ya que nadie puede considerarse superior a otros. Además, descubrió que lo más importante es mantener un esfuerzo constante al proponerse un objetivo.
- Más ejemplos en: Fábulas cortas
- La Odisea. Ejemplo de epopeya en verso.
(Fragmento: Encuentro de Ulises con las sirenas)
Entretanto la sólida nave en su curso ligero
se enfrentó a las Sirenas: un soplo feliz la impelía
mas de pronto cesó aquella brisa, una calma profunda
se sintió alrededor: algún dios alisaba las olas.
Levantáronse entonces mis hombres, plegaron la vela,
la dejaron caer al fondo del barco y, sentándose al remo,
blanqueaban de espumas el mar con las palas pulidas.
Yo entretanto cogí el bronce agudo, corté un pan de cera
y, partiéndolo en trozos pequeños, los fui pellizcando
con mi mano robusta: ablandáronse pronto, que eran
poderosos mis dedos y el fuego del sol de lo alto.
Uno a uno a mis hombres con ellos tapé los oídos
y, a su vez, me ataron de piernas y manos
en el mástil, derecho, con fuertes maromas y, luego,
a azotar con los remos volvieron al mar espumante.
Ya distaba la costa no más que el alcance de un grito
y la nave crucera volaba, mas bien percibieron
las Sirenas su paso y alzaron su canto sonoro:
«Llega acá, de los dánaos honor, gloriosísimo Ulises,
de tu marcha refrena el ardor para oír nuestro canto,
porque nadie en su negro bajel pasa aquí sin que atienda
a esta voz que en dulzores de miel de los labios nos fluye.
Quien la escucha contento se va conociendo mil cosas:
los trabajos sabemos que allá por la Tróade y sus campos
de los dioses impuso el poder a troyanos y argivos
y aún aquello que ocurre doquier en la tierra fecunda».
Tal decían exhalando dulcísima voz y en mi pecho
yo anhelaba escucharlas. Frunciendo mis cejas mandaba
a mis hombres soltar mi atadura; bogaban doblados
contra el remo y en pie Perimedes y Euríloco, echando
sobre mí nuevas cuerdas, forzaban cruelmente sus nudos.
Cuando al fin las dejamos atrás y no más se escuchaba
voz alguna o canción de Sirenas, mis fieles amigos
se sacaron la cera que yo en sus oídos había
colocado al venir y libráronme a mí de mis lazos.
- El cantar de Roldán. Ejemplo de cantar de gesta.
(Fragmento)
Oliveros ha subido a una colina. Mira hacia su derecha, y ve avanzar las huestes de los infieles por un valle cubierto de hierba. Llama al punto a Roldán, su compañero, y le dice:
-¡Tan crecido rumor oigo llegar por el lado de España, veo brillar tantas cotas y tantos yelmos centellear! Esas huestes habrán de poner en grave aprieto a nuestros franceses. Bien lo sabía Ganelón, el bajo traidor que ante el emperador nos eligió.
-¡Callad, Oliveros -responde Roldán-; es mi padrastro y no quiero que digáis ni una palabra más acerca de él!
Oliveros ha trepado hasta una altura. Sus ojos abarcan en todo el horizonte el reino de España y los sarracenos que se han reunido en imponente multitud. Relucen los yelmos en cuyo oro se engastan las piedras preciosas, y los escudos, y el acero de las cotas, y también las picas y los gonfalones atados a las adargas. Ni siquiera puede hacer la suma de los distintos cuerpos de ejército: son tan numerosos que pierde la cuenta. En su fuero interno, se siente fuertemente conturbado. Tan aprisa como lo permiten sus piernas, desciende la colina, se acerca a los franceses y les relata todo lo que sabe.
-He visto a los infieles -dice Oliveros-. Jamás hombre alguno contempló tan cuantiosa multitud sobre la tierra. Son cien mil los que están ante nosotros con el escudo al brazo, atado el yelmo y cubiertos con blanca armadura; relucen sus bruñidas adargas, con el hierro enhiesto. Habréis de dar una batalla como jamás se ha visto. ¡Señores franceses, que Dios os asista! ¡Resistid firmemente, para que no puedan vencernos!
Los franceses exclaman:
-¡Malhaya quien huya! ¡Hasta la muerte, ninguno de nosotros habrá de faltaros!
- Flor de ceibo. Ejemplo de leyenda.
Antes de la llegada de los españoles a América, vivía a orillas del río Paraná una joven llamada Anahí. No era especialmente hermosa, pero su cantar deleitaba a todos los habitantes de su pueblo.
Un día llegaron los invasores españoles, quienes destruyeron el pueblo y apresaron a los habitantes que sobrevivieron al ataque. Anahí estaba entre ellos. Esa noche, cuando el carcelero se durmió, Anahí le clavó un cuchillo y escapó. Sin embargo, fue apresada poco después y en venganza por su rebeldía, la ataron a un árbol y le prendieron fuego.
Sin embargo, en lugar de consumirse, Anahí se convirtió en árbol. Desde entonces existe el ceibo, un árbol de flores rojas.
- Más ejemplos en: Leyendas
- El corazón delator, de Edgar Allan Poe. Ejemplo de cuento.
Presten atención ahora. Ustedes me toman por loco. Pero los locos no saben nada. En cambio… ¡Si hubieran podido verme! ¡Si hubieran podido ver con qué habilidad procedí! ¡Con qué cuidado… con qué previsión… con qué disimulo me puse a la obra! Jamás fui más amable con el viejo que la semana antes de matarlo. Todas las noches, hacia las doce, hacía yo girar el picaporte de su puerta y la abría… ¡oh, tan suavemente!
Y entonces, cuando la abertura era lo bastante grande para pasar la cabeza, levantaba una linterna sorda, cerrada, completamente cerrada, de manera que no se viera ninguna luz, y tras ella pasaba la cabeza. ¡Oh, ustedes se hubieran reído al ver cuán astutamente pasaba la cabeza! La movía lentamente… muy, muy lentamente, a fin de no perturbar el sueño del viejo. Me llevaba una hora entera introducir completamente la cabeza por la abertura de la puerta, hasta verlo tendido en su cama. ¿Eh? ¿Es que un loco hubiera sido tan prudente como yo?
Y entonces, cuando tenía la cabeza completamente dentro del cuarto, abría la linterna cautelosamente… ¡oh, tan cautelosamente! Sí, cautelosamente iba abriendo la linterna (pues crujían las bisagras), la iba abriendo lo suficiente para que un solo rayo de luz cayera sobre el ojo de buitre. Y esto lo hice durante siete largas noches… cada noche, a las doce… pero siempre encontré el ojo cerrado, y por eso me era imposible cumplir mi obra, porque no era el viejo quien me irritaba, sino el mal de ojo.
Y por la mañana, apenas iniciado el día, entraba sin miedo en su habitación y le hablaba resueltamente, llamándolo por su nombre con voz cordial y preguntándole cómo había pasado la noche. Ya ven ustedes que tendría que haber sido un viejo muy astuto para sospechar que todas las noches, justamente a las doce, iba yo a mirarlo mientras dormía.
- Parábola del sembrador. Evangelio según San Mateo.
Aquel día salió Jesús de casa y se sentó a la orilla del mar. Se reunió junto a Él tal multitud que hubo de subir a sentarse en una barca, mientras toda la multitud permanecía en la orilla. Y se puso a hablarles muchas cosas en parábolas, diciendo: He aquí que salió el sembrador a sembrar. Y al echar la semilla, parte cayó junto al camino y vinieron los pájaros y se la comieron. Parte cayó en terreno rocoso, donde no había mucha tierra y brotó pronto por no ser hondo el suelo; pero al salir el sol, se agostó y se secó porque no tenía raíz. Otra parte cayó entre espinos; crecieron los espinos y la sofocaron. Otra, en cambio, cayó en buena tierra y dio fruto, una parte el ciento, otra el sesenta y otra el treinta.
Todo el que oye la palabra del Reino y no entiende, viene el maligno y arrebata lo sembrado en su corazón: esto es lo sembrado junto al camino. Lo sembrado sobre terreno rocoso es el que oye la palabra, y al punto la recibe con alegría; pero no tiene en sí raíz, sino que es inconstante y, al venir una tribulación o persecución por causa de la palabra, enseguida tropieza y cae. Lo sembrado entre espinos es el que oye la palabra, pero las preocupaciones de este mundo y la seducción de las riquezas sofocan la palabra y queda estéril. Por el contrario, lo sembrado en buena tierra es el que oye la palabra y la entiende, y fructifica y produce el ciento, o el sesenta, o el treinta.
- La guerra y la paz, de León Tolstoi. Ejemplo de novela.
(Fragmento)
Mi objetivo mañana no consistirá en pinchar y en matar sino en evitar que mis soldados huyan del terror que les invadirá a ellos y a mí. Mi objetivo consistirá en que marchen juntos y asusten a los franceses y que los franceses se asusten antes que nosotros. Nunca ha sucedido ni sucederá que dos regimientos hayan chocado y peleado y es imposible. (Acerca de Schengraben escribieron que chocamos de ese modo con los franceses. Yo estuve allí. Y no es cierto: los franceses huyeron). Si hubieran chocado hubieran estado luchando hasta que todos hubieran caído muertos o heridos, y eso nunca sucede.
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