Biografía de Miguel Hidalgo
¿Quién fue Miguel Hidalgo y Costilla?
Conocido en México como “el padre de la patria”, Miguel Hidalgo y Costilla (1753-1810) fue un sacerdote, militar y revolucionario novohispano (mexicano), que dirigió política y militarmente a las tropas insurgentes del movimiento independentista desde sus inicios —con el llamado Grito de Dolores de 1810— hasta el 30 de julio de 1811, cuando una derrota parcial de las filas revolucionarias condujo a varios de sus líderes al fusilamiento.
El rol de Miguel Hidalgo y Costilla en la independencia mexicana fue clave. En primer lugar, participó en la Conspiración de Querétaro, antecedente inmediato al independentismo mexicano. Y además, al ser descubierta la conspiración por las autoridades virreinales (un 16 de septiembre de 1810), el cura Hidalgo y Costilla ascendió al campanario de la Parroquia de Dolores en el Estado de Guanajuato y convocó al pueblo a una insurrección armada, dando así inicio a la Guerra de Independencia Mexicana.
Nacimiento y juventud
Miguel Gregorio Antonio Ignacio Hidalgo y Costilla Gallaga Mandarte y Villaseñor nació en 1753, en la hacienda de San Diego Corralejo, ubicada en el actual Guajanato. Era el segundo de los cuatro hijos del matrimonio de Cristóbal Hidalgo (administrador de la hacienda) y Ana María Gallaga.
Su educación comenzó en el Colegio de San Nicolás Obispo, en Valladolid (Michoacán), colegio fundado por el primer virrey de la Nueva España. Allí recibió una formación en letras clásicas, latín, francés y literatura. Se dice que a los diecisiete años era ya un maestro de filosofía y teología, al que sus compañeros apodaban “el zorro”, en alusión a su astucia para los debates. También se dice que manejaba con fluidez el náhuatl, el otomí y el purépecha, ya que muchos de los peones de la hacienda paterna eran de ascendencia indígena.
Una vez culminados sus estudios, Miguel Hidalgo impartió clases en su colegio, del cual llegó a ser rector en 1788. Ese mismo año fue ordenado sacerdote católico y asignado en 1803 a la parroquia de Dolores, en Guanajuato. Allí llevó a cabo una labor de enseñanza muy estrecha con la población indígena y trabajó codo a codo en los viñedos, las construcciones y los criaderos de abejas.
La invasión francesa y la crisis de 1808
En 1808 las tropas napoleónicas invadieron España y depusieron a Fernando VII, y coronaron en su lugar a José Bonaparte, hermano de Napoleón. Se creó así un clima propicio para las insurrecciones a lo largo del Imperio Español, y ese mismo año estalló la crisis política en el Virreinato de la Nueva España, cuando fue derrocado el virrey José de Itugaray.
Este virrey fue acusado por los sectores monárquicos de la sociedad novohispana de aspirar a la independencia del virreinato, luego de que convocase a una Junta para aconsejarle respecto a qué acciones tomar frente a la crisis en la metrópoli. De inmediato se nombró un nuevo virrey, Pedro de Garibay, y la Arquidiócesis de Zaragoza ordenó a sus párrocos que predicaran en contra de Napoleón Bonaparte. Miguel Hidalgo estuvo entre ellos.
En 1810, a Miguel Hidalgo se le acercó un militar novohispano: Ignacio Allende, quien junto a Juan Aldama y Mariano Abasolo formaban parte de la Conspiración de Querétaro, organizada por el corregidor Miguel Domínguez y su esposa Josefa Ortiz. La popularidad del cura Hidalgo era tal, que los conspiradores lo veían como un posible líder para la insurgencia, dada su amistad con personajes muy influyentes de la política virreinal, como el intendente de Guanajuato Juan Antonio Riaño o Manuel Abad y Queipo, obispo de Michoacán.
Hidalgo escuchó la propuesta revolucionaria y estuvo de acuerdo en conducir el alzamiento. Juntos acordaron que el 1 de diciembre (día de la Virgen de San Juan de los Lagos) sería la fecha en que comenzaría el alzamiento. Sin embargo, posteriores consideraciones los obligaron a adelantarla hacia el 2 de octubre. Eventualmente, se supo que las autoridades virreinales habían descubierto la conspiración y se preparaban para neutralizarla, lo que obligó a improvisar el alzamiento el 16 de septiembre.
El Grito de Dolores y el comienzo de la lucha armada
Aquella madrugada de septiembre, Allende llegó a la parroquia de Dolores con la noticia de que muy pronto las fuerzas del nuevo virrey, Francisco Xavier Venegas, procederían a capturar a los conspiradores de Querétaro. De hecho, ya Epigmenio González había sido capturado y existía una orden de aprehensión contra el propio Allende. Era, pues, ahora o nunca: debían encender la mecha revolucionaria antes de lo esperado.
A eso de las cinco de la mañana, Hidalgo hizo sonar las campanas de la iglesia y convocó a la misa patronal. Una vez reunida la feligresía, proclamó el célebre Grito de Dolores: un llamado al pueblo a la insurrección, al alzamiento en contra de las fuerzas virreinales que se hallaban al servicio de los franceses. El texto exacto de este discurso se ignora, pues no sobrevivieron testimonios de primera mano, pero se sabe que fue un llamado a defender a la patria, a la religión católica y al legítimo rey de España, Fernando VII.
El llamado de Hidalgo tuvo un éxito inmediato, y pronto se levantó un ejército de alrededor de 6.000 hombres, a cuya cabeza estaban Hidalgo, Allende, Aldama y Abasolo. Y con este primer ejército insurgente avanzaron sin resistencia alguna sobre Celaya, Salamanca y Acámbaro, donde Hidalgo fue proclamado Capitán General de los ejércitos sublevados, para incomodidad de Allende y Aldama, quienes eran militares de carrera. Luego tomaron Atotonilco, donde alzaron como propio el estandarte de la virgen de Guadalupe, y asimismo San Miguel el Grande (hoy llamado San Miguel de Allende), donde el Regimiento de la Reina se unió a la insurrección.
La primera gran batalla ganada por los revolucionarios fue la Toma de la Alhóndiga de Granaditas, la bodega más grande de toda la provincia de Guanajuato, el 28 de septiembre de 1810. Para hacerlo, Hidalgo tuvo que derrotar a su viejo amigo Juan Antonio Riaño, quien fue muerto en combate poco antes de que su destacamento contemplara la rendición. Pero la paz no llegó tan fácilmente: las tropas españolas aprovecharon un momento de distracción para reiniciar las hostilidades, y las fuerzas insurrectas tuvieron que incendiar la puerta de la bodega, penetrar a la fuerza y masacrar a los españoles, tanto militares como civiles. Entonces, se procedió al saqueo de la ciudad, lo cual le brindó al ejército los fondos necesarios para emprender las siguientes campañas, pero a la vez le ganó muy mala fama en las poblaciones vecinas, muchas de las cuales le harían una feroz resistencia.
La campaña de Hidalgo
Después de su victoria en Guanajuato, Hidalgo condujo a su ejército hacia Valladolid (capital de Michoacán), lo que desató la huida de las clases acaudaladas de la ciudad. Tomó la ciudad el 17 de octubre y los días sucesivos consiguió muy importantes aliados: Ignacio López Rayón (en Tlalpujahua) y José María Morelos (en Charo). Ambos fueron líderes importantes del movimiento independentista tras la muerte de Hidalgo. El 25 de octubre, Hidalgo entró en Toluca al mando de casi 80.000 insurgentes. Se rumoreaba que el éxito de las tropas revolucionarias era inminente.
A finales de ese mismo mes, el ejército de Hidalgo ingresaba al Estado de México, en pos de la capital virreinal. En Ocoyoacac, el 30 de octubre, se le opuso un ejército realista de alrededor de 7000 efectivos al mando de Torcuato Trujillo, y se llevó a cabo la Batalla del Monte de las Cruces. Las fuerzas insurgentes resultaron victoriosas, pero a un altísimo costo en vidas humanas. Con la capital virreinal a tan solo un paso, Hidalgo envió a sus emisarios a negociar, con el fin de evitar otra masacre como la ocurrida en Guanajuato. El virrey, sin embargo, se negó a capitular y se preparó para el asedio.
Se desconocen las razones por las cuales Hidalgo, entonces, optó por no avanzar sobre la ciudad de México. En lugar de eso, ordenó el 2 de noviembre la retirada hacia Toluca e Ixtlahuaca, con dirección al Bajío, lo que le generó la oposición enfurecida de Allende y otros líderes militares independentistas. No existe un consenso entre los historiadores respecto al porqué de esta retirada, pero se sabe que a partir de entonces la suerte dejó de favorecer a los insurgentes.
Con el viento soplando en contra
El ejército independentista, irregular, mal aprovisionado y desmoralizado luego de la inexplicable retirada, fue emboscado el 7 de noviembre por las tropas al mando de Félix María Calleja, quien había partido de San Luis Potosí a la cabeza de sus 7500 soldados bien preparados y disciplinados.
El encuentro se produjo en Aculco, estado de México, con consecuencias desastrosas para el ejército insurgente. Tras recibir una nutrida carga de artillería, las fuerzas independentistas huyeron despavoridas, perdieron en el proceso numerosos armamentos y provisiones, y enfrentaron bajas de alrededor de 12.000 soldados insurgentes.
La derrota agravó todavía más la situación del ejército de Hidalgo. Allende, descontento con la conducción del sacerdote, decidió reorganizar sus fuerzas en Guanajuato, dividiendo el ejército entre quienes se fueron con él y quienes siguieron bajo el mando de Hidalgo, marchando de vuelta hacia Valladolid. Esta división, que debilitó a las fuerzas independentistas, no fue sin embargo demasiado duradera: las tropas de Calleja avanzaron sobre Guanajuato en noviembre de 1810 y capturaron la Alhóndiga de Granaditas, lo que obligó a Allende, Aldama y Mariano Jiménez a retirarse hacia Guadalajara, donde Hidalgo había pertrechado sus fuerzas.
El año 1811 comenzó con nuevas derrotas para el ejército insurgente. En vista de sus victorias recientes, el virrey Venegas ordenó a Calleja perseguir a los insurrectos y poner fin a la rebelión, por lo que las tropas virreinales marcharon hacia Guadalajara en enero. El 17 de ese mes se produjo la batalla del Puente de Calderón, en la que Félix Calleja acabó venciendo al ejército revolucionario y poniéndolo en franca desbandada. La campaña de Hidalgo llegaba así a un amargo final.
Captura y ejecución de Hidalgo
A estas alturas, las diferencias entre los líderes revolucionarios eran insalvables. Allende incluso había contemplado la posibilidad de envenenar a Hidalgo, para hacerse con el mando de la tropa y salvar de las manos del “bribón del cura” lo que quedaba de la rebelión. El 25 de febrero, en Aguascalientes, Allende, Aldama, Abasolo y Rayón acordaron despojar a Hidalgo del mando de las tropas insurrectas, mientras planificaban su huida a los Estados Unidos, en donde podrían comprar nuevo armamento y retomar la lucha.
En esos días, los líderes revolucionarios fueron invitados por Ignacio Elizondo, un antiguo soldado realista que militaba ahora a favor de la rebelión, a las Norias de Acatita de Baján, en Coahuila y Texas, territorio virreinal entonces bajo su comando, para que pudieran descansar antes de marchar a la frontera con Estados Unidos. Los caudillos insurgentes aceptaron, sin saber que en realidad se trataba de un plan de las fuerzas virreinales y que Elizondo era un espía.
El 21 de marzo, cuando Hidalgo llegó al supuesto territorio seguro, ya habían capturado a sus colegas revolucionarios, y no fue difícil sumarlo a él también al grupo de prisioneros. Los líderes rebeldes fueron enviados a Chihuahua, donde se les enjuició y condenó por alta traición. Allende, Aldama y Jiménez fueron fusilados en la plaza de la ciudad el 26 de junio, mientras que Hidalgo, al ser sacerdote, debió enfrentar además a un Tribunal de la Santa Inquisición, que lo condenó por sedición, herejía y apostasía. Sin embargo, antes de morir, tuvo derecho a la confesión y la comunión, de modo que no fue realmente excomulgado.
El 30 de julio de 1811, al amanecer, Miguel Hidalgo fue fusilado en el patio del antiguo Colegio de Jesuitas de Chihuahua. Pidió que no se cubrieran sus ojos, ni se le fusilara de espaldas, como se estilaba hacer con los traidores. Tras la muerte, fue decapitado: su cuerpo permaneció sepultado en Chihuahua, mientras que su cabeza se sumó a las del resto de los líderes rebeldes en la Alhóndiga de Granaditas, donde fueron exhibidas al público en cajas de hierro, como una advertencia.
En 1821, tras la victoria independentista, su cuerpo fue reunido nuevamente y sepultado en el Altar de los Reyes, en la catedral metropolitana de la Ciudad de México. Y desde 1925 reposan sus restos en el Ángel de la Independencia, en la ciudad capital de México.
Referencias:
- “Miguel Hidalgo y Costilla” en Wikipedia.
- “Nacimiento de Miguel Hidalgo y Costilla” en la Comisión Nacional de los Derechos Humanos de México.
- “Miguel Hidalgo y Costilla (1753-1811)” en Banxico.
- “Miguel Hidalgo y Costilla (Mexican leader)” en The Encyclopaedia Britannica.
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