Tecnología fija

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La tecnología fija consiste en aquel tipo de tecnología que se concibe para una tarea o uso específico, por lo que su reutilización en otros productos finales es muy complicada.

En otras palabras, son tecnologías que se dedican a una actividad en concreto y por ello sólo en contadas ocasiones pueden servir para otras tareas. Un ejemplo es un piano, ya que si bien es un instrumento, su uso se acota al sector musical.

Uso de la tecnología fija

Este tipo de tecnología no es versátil y no permite su adaptación a otros objetivos distintos al que se desarrolló en su momento. Al menos, de una forma sencilla y directa.

Las tecnologías fijas sirven en definitiva para realizar trabajos y actividades concretos, que de otra forma podrían ser muy difíciles de ejecutar. Ejemplos son el destornillador o un frigorífico. Podemos afirmar que extraer un tornillo o almacenar comida sin los objetos mencionados, podría ser como mínimo muy complicado.

Tecnología fija y tecnología flexible

Como hemos podido ver, si por algo se caracteriza la tecnología fija es por su carácter monótono. Por otra parte, si lo comparamos con la tecnología flexible, como su nombre indica podemos dejar entrever que es lo opuesto a ‘fija’.

La tecnología flexible es aquella que se puede utilizar en distintos productos finales, independientemente de su desarrollo u objetivo original. Ejemplo son las pantallas de televisión, que si bien se crearon para un producto concreto, luego se ha podido implementar en monitores, consolas, smartphones, etc.

Sin embargo podemos afirmar que una tecnología que hoy es fija podría ser en el futuro flexible, en el supuesto de que se le pueda asignar alguna utilidad extra. Lo que no se puede ver es una tecnología flexible convertirse en una tecnología fija, ya que una vez que adquiere esta característica, queda inherente, sea su uso tendencia o no.