Impuesto sobre la renta de las personas físicas (IRPF)
El Impuesto sobre la Renta de la Personas Físicas, conocido también por su acrónimo, IRPF, es un impuesto personal, progresivo y directo presente en la fiscalidad española cuya misión es gravar la renta obtenida en un año natural por las personas físicas residentes en el país.
El IRPF fue introducido como herramienta fiscal dentro de la reforma tributaria que se desarrolló en España en 1978. Además, es un impuesto muy relacionado con la exigencia de contribución al bienestar común a la que se refiere la Constitución Española en su artículo 31: “sostenimiento de los gastos públicos de acuerdo con su capacidad económica mediante un sistema tributario justo inspirado en los principios de igualdad y progresividad que, en ningún caso, tendrá alcance confiscatorio”.
Desde su introducción, el IRPF ha ido experimentando diferentes variaciones de modelo, adaptándose a las necesidades o mandatos de cada gobierno. A medida que cambian los mandatarios, cambian sus políticas fiscales y sus objetivos políticos y sociales, convirtiendo al impuesto sobre la renta de las personas físicas en un mecanismo de habitual uso a la hora de hacer política y pilar esencial en la fiscalidad española.
¿A quién afecta el impuesto sobre la renta de las personas físicas (IRPF)?
A efectos prácticos, este impuesto afecta a los rendimientos del trabajo y de capital, los rendimientos de las actividades económicas, las ganancias y pérdidas patrimoniales y las imputaciones de renta que se establezcan por ley.
Es importante recalcar que el IRPF afecta a cualquier contribuyente que desarrolle su actividad dentro de España, independientemente del lugar donde se produzcan las operaciones o la nacionalidad de este.
Características del IRPF
Se dice que este impuesto es de tipo progresivo porque funciona de tal manera que cuanto más dinero gane alguien, mayor tributo tendrá que asumir. En otras palabras: cuanto más ganas, más impuesto tienes que pagar. Para realizar este cálculo, la Administración emplea los tipos impositivos, diferentes según el nivel de rendimientos que haya tenido el ciudadano ese año natural.
De este modo, una persona que haya obtenido unos rendimientos de 10.000 euros pagará un porcentaje menor de impuestos por ellos que alguien que se mueva en una cifra superior, como 100.000 euros por poner un ejemplo.
Otra de las características principales del IRPF es que es directo. Esto se debe a que recae directamente sobre cada ciudadano como persona. Por otro lado, según la legislación española, la gestión de este tributo recae de manera parcial en las comunidades autónomas.