Aleatorio

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Aleatorio es una característica que presenta todo aquello que depende del azar. En otras palabras, algo aleatorio es algo que no es certero, sino que presenta una probabilidad de que lo sea.

El adjetivo aleatorio puede ser usado en distintos contextos. Podemos decir, por ejemplo, que se elegirá de forma aleatoria a uno de los alumnos de la clase para que salga a resolver un ejercicio de matemáticas en la pizarra. Esto quiere decir que, entre todos los alumnos, se escogerá a uno de ellos sin tener en cuenta ningún criterio.

De igual modo, en estadística se puede hacer un muestreo aleatorio. Esto significa que cada uno de los elementos a analizar que componen el universo tienen la misma posibilidad de ser escogidos como parte de la muestra.

Aquello aleatorio también puede definirse como imprevisible. Es decir, que está influenciado, o motivado, por la suerte y no se puede asegurar su resultado.

Los eventos aleatorios se estudian mediante la teoría de la probabilidad. Esta es una disciplina que define una serie de reglas para determinar la ocurrencia de ciertos fenómenos o procesos. Por ejemplo, si tenemos una ruleta dividida en 8 partes, la probabilidad de que al girarla, la flecha se detenga en una de las casillas es 1/8.

Conviene señalar, además, que este concepto se relaciona mucho, como decíamos, con el azar. Dicho concepto hace referencia a todos aquellos hechos cuyas causas no siguen unas pautas definidas, y en algunos casos las causas no pueden demostrarse.

Experimentos aleatorios

Debemos recordar que un experimento aleatorio es aquel que consiste en repetir un fenómeno aleatorio con el objetivo de determinar un patrón de comportamiento.

Un ejemplo de experimento aleatorio podría ser lanzar un dardo varias veces. Esto, con el fin de observar qué tan cerca estuvo, o cuántas veces se acertó al blanco.

Contrato aleatorio

Un contrato aleatorio, en el marco del derecho, es aquel donde la contraprestación no se fija desde el precio, sino que se fija en función de un hecho futuro.

Por ejemplo, imaginemos un seguro de vida. Este se activará en caso de que el contratante fallezca, y siempre que se cumplan todas las condiciones establecidas en el acuerdo previo. Entre estas, como que el deceso no haya sido producto de un suicidio.