Definición de shock

El término shock no forma parte del diccionario de la Real Academia Española (RAE). El concepto, que procede de la lengua inglesa, puede entenderse como “choque” y se emplea con frecuencia en el ámbito de la medicina.

De esta forma, podemos hablar de un shock séptico. Se trata de una condición de gravedad que sufre una persona cuando tiene hipotensión durante un periodo prologado y sufre una deficiencia de oxígeno como resultado de una sepsis. El shock séptico puede provocar una falla multiorgánica que derive en el fallecimiento del paciente.

Un shock hemorrágico, por su parte, tiene lugar cuando el nivel de sangre que circula por el cuerpo desciende hasta un punto en el que el corazón ya no consigue bombear la cantidad de sangre que requiere el organismo para funcionar. De este modo, las células no reciben el flujo sanguíneo que necesitan y los órganos comienzan a fallar.

La terapia por electrochoque, también conocida como electroshock, consiste en aplicar electricidad a un paciente en el marco de un tratamiento psiquiátrico. Por sus efectos secundarios y sus riesgos, el electroshock sólo se usa en ciertos casos de esquizofrenia, catatonia o depresión aguda, cuando la persona no responde a otras clases de tratamientos.

Este concepto también se conoce con el nombre de terapia de choque o choques, y se aplica en casos de salud mental que no pueden resolverse mediante los métodos más aceptados. Es importante señalar que no todos los profesionales de la salud están a favor de este camino para intentar curar una enfermedad, en parte por los casos fallidos que se reportaron a lo largo de la historia, con graves consecuencias por una mala aplicación.

Todo comienza cuando el paciente presenta un cuadro de una cierta gravedad, que parece resistirse a los tratamientos más modernos y menos riesgosos. A través de un shock eléctrico controlado es posible inducir un estado fisiológico particular que dé lugar al cambio que necesita el paciente. En pocas palabras, nunca debería ser un recurso inicial, sino el que se usa cuando ningún otro ha dado los resultados deseados.

Si bien la depresión aguda es uno de los primeros trastornos en la lista de problemas que se pueden tratar mediante la terapia de shock, no debemos dejar de lado las fobias que generalmente se asocian con la esquizofrenia y la bipolaridad. El estado que induce la descarga eléctrica es claramente artificial, aunque se cataloga como una convulsión; de hecho, se habla de terapia electroconvulsiva, un tratamiento que puede parecer demasiado peligroso pero al que muchas personas se someten con bastante frecuencia, como ser una vez al mes.

Una de las razones de la gran controversia que gira entorno a esta terapia es que los primeros psiquiatras en administrarla cometieron graves errores y dejaron a muchos pacientes en estados deplorables, con pérdidas cognitivas imposibles de reparar o incluso en estado vegetativo. A pesar de que la historia manche este tratamiento de tanta negatividad, los avances científicos prometen un grado mucho menor de riesgos y es por eso que tanta gente continúa recurriendo a él.

En términos más técnicos, la terapia de shock usada en el campo de la psiquiatría produce determinados cambios en la neuroquímica del cerebro para revertir los síntomas de algunas enfermedades muy difíciles de tratar por otros medios. Requiere el trabajo de un anestesista y de varios enfermeros además del médico, para que el paciente esté constantemente bajo control.

La noción de shock también se emplea como sinónimo de impacto o conmoción. Por ejemplo: “Estoy en shock: el vecino del quinto piso se suicidó arrojándose al vacío desde la ventana de su dormitorio”, “La renuncia del presidente dejó en shock a la población”, “Haber salido campeón del mundo fue un shock”.

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