Definición de secuestro

El término latino sequestrum llegó a nuestra lengua como secuestro. El concepto refiere al acto y al resultado de secuestrar: privar a un individuo de su libertad de manera ilegal para exigir algo a cambio de su liberación; tomar por la fuerza un medio de transporte; imposibilitar judicialmente la distribución de un producto; o embargar un bien por la vía judicial.

El uso más habitual del concepto se asocia a la privación ilegítima de la libertad que sufre una persona. Quien comete el secuestro (llamado secuestrador) exige dinero o algún beneficio para liberar a la víctima (el secuestrado).

Con frecuencia, el secuestrador se comunica por teléfono con la familia del secuestrado para pedir dinero a cambio de la liberación de la víctima. Se trata de una extorsión: si la familia no paga lo que el secuestrador pide, éste no libera al secuestrado o incluso puede amenazar con asesinarlo.

El secuestro también puede tener como fin la explotación del secuestrado. Existen bandas delictivas que secuestran mujeres para obligarlas a ejercer la prostitución, quedándose con el dinero que genera esta actividad. También hay grupos que secuestran personas para forzarlas a trabajar en talleres textiles clandestinos, por citar una posibilidad.

Si bien existen diversos motivos por los cuales una persona puede ser víctima de dicho tipo de secuestros, es común que la razón de fondo sea la falta de dinero. Ante la necesidad, los seres humanos nos volvemos más descuidados, estamos menos atentos a las señales de peligro, y es entonces que los criminales aprovechan nuestra debilidad para llevar a cabo los actos más despiadados.

Son muchas las personas que de pronto despiertan en un país extranjero, en el cual no pueden comunicarse ya que desconocen su idioma, y se ven forzadas a ejercer la prostitución o algún otro trabajo forzoso, sin la posibilidad de volver a ver a sus familias ni de pedir ayuda a nadie. El secuestro afecta a la víctima en varios planos; el secuestrador consigue infundirle terror a base de amenazas y humillaciones muy bien calculadas, que van desgastándola y debilitándola psicológicamente hasta hacer que se sienta incapaz de salir de la pesadilla.

Dominar a otro ser vivo no es una tarea que todos podamos o queramos realizar, pero sí algo a lo que casi todos somos vulnerables, si la otra persona tiene la habilidad y la paciencia suficientes para encontrar nuestros puntos débiles. Un secuestro acarrea una serie de consecuencias de variada gravedad en nuestro estado de salud, tanto mental como física, y por eso suele ser necesario acudir a uno o varios profesionales de la medicina y la psicología para intentar superarlo.

Pero el secuestro, como concepto, también afecta a miles de personas que jamás lo han experimentado y que, probablemente, jamás lo harán. Esto ocurre a causa del impacto que las noticias de víctimas de este tipo de crimen tiene en ellas: por diferentes razones, llegan a pensar que ellas serán las siguientes en la lista, que hay alguien observándolas, esperando el momento adecuado para privarlas de su libertad.

El miedo al secuestro es un mal más común de lo que muchos piensan, y es importante tratarlo antes de que derive en un problema grave. El primer consejo generalizado para superarlo es hablar del tema con nuestros allegados, sin sentir vergüenza. Si bien no es normal convertirse en el blanco de un secuestrador, debemos respetar nuestro temor e intentar disiparlo poco a poco; por ejemplo, no tiene nada de malo buscar compañía para ir a ciertos sitios que nos generen incomodidad o falta de confianza.

Un individuo, por otra parte, puede secuestrar un avión y obligar al piloto a dirigirse a un destino diferente del establecido. Ese es el caso de un hombre que aborda un vuelo con rumbo a Egipto pero que, exhibiendo un arma de fuego, fuerza al piloto a aterrizar en Kenia.

Las fuerzas de seguridad, por último, pueden decidir el secuestro de mercaderías ilegales: productos de contrabando, drogas, etc.

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