Definición de radicalización
La Real Academia Española (RAE) no reconoce el término radicalización, aunque su uso es habitual en nuestra lengua. El diccionario sí acepta la idea de radicalizar, que consiste en hacer que una postura, un modo, una actitud o una conducta se vuelvan más radicales.
En este punto, hay que decir que una de las acepciones de radical refiere a aquello que es intransigente o extremista. Por lo tanto, la radicalización de una persona o de un movimiento sería el proceso que lleva a una mayor intransigencia o fanatismo.
A medida que se produce la radicalización de un individuo o de un grupo, disminuye el diálogo o las posibilidades de alcanzar un acuerdo. Una persona radicalizada sólo estará interesada en imponer sus ideas, sin importarle las consecuencias o sin aceptar las disidencias.
Por ejemplo: “Me preocupa la radicalización de estos jóvenes que no acatan las órdenes de ninguna autoridad”, “La radicalización del partido político lo terminó convirtiendo en un grupo guerrillero”, “No voy a aceptar la radicalización de la lucha, sino todo lo contrario: pretendo que encontremos puntos en común para resolver los conflictos en paz”.
Supongamos que un grupo de alumnos no está conforme con las condiciones vigentes para estudiar en una universidad. Como primera medida, entregan un petitorio a las autoridades para pedir ciertos cambios. Ante la falta de respuesta, los estudiantes deciden realizar una protesta en la puerta de la universidad, con pancartas y banderas. Sin llegar a un acuerdo con las autoridades, la radicalización del movimiento no se detiene, sino que deciden cortar la calle, tomar la universidad e impedir que se sigan dictando clases hasta que sus reclamos sean atendidos.
Uno de los riesgos de la radicalización de un grupo de gente es que el opuesto responda con la misma estrategia; en otras palabras, cuando de ambos lados existe una postura radical, disminuyen considerablemente las probabilidades de hallar una solución. Lamentablemente, en cuestiones de interés social, que involucran a las masas, es muy difícil evitar este fenómeno, ya que los ideales pasan rápidamente a segundo plano, para dar lugar a los intereses políticos y económicos.
De forma opuesta a lo que ocurre en una disputa entre dos personas, cuando se enfrentan grandes porciones de la sociedad entre sí, lo normal no es que se reúnan en un espacio abierto y dialoguen con paciencia y deseos de llegar a un acuerdo, sino que intervengan terceras partes que desean controlarlas para satisfacer sus propios deseos de poder. Para ello, les ofrecen los medios y los canales para el debate, aunque en realidad no les preocupen las problemáticas planteadas, sino que buscan manipularlos a través de dichos favores.
La radicalización está emparentada con muchos otros fenómenos negativos, como ser el odio y la discriminación, en cuanto a que surge de la falta de comprensión y crece de forma desmedida, como un monstruo que adquiere un tamaño colosal y destruye todo a su paso sin saber por qué, desconociendo su origen y su destino. Dada la intervención de los factores externos antes mencionados, una postura extrema puede sostenerse a pesar de haber perdido el sentido, pero no es fácil disolverla, ya que los intereses entrelazados no lo permiten.
Si observamos la historia reciente del ser humano, qué mejor ejemplo de radicalización podemos encontrar que el nazismo, por difícil que parezca usar este término en la misma oración que «mejor». Justamente, esta etapa nefasta, que dio lugar al mayor crimen de la humanidad, representa un auténtico desafío para cualquier persona que intente entender el comportamiento de nuestra especie y nos obliga a contemplar una mirada retorcida y tergiversada de los derechos humanos y de las bases de la democracia.