Definición de provocar

Provocar es un verbo que procede del vocablo latino provocare. Se trata de la acción que consiste en fomentar o promover algo en alguien. Por ejemplo: “No estoy dispuesto a provocar otro enojo en mis padres: mejor voy ya mismo a la escuela”, “Si tocas ese líquido con la mano, la sustancia te va a provocar quemaduras en la piel”, “Lo siento, no era mi intención provocar a nadie con mis palabras”.

Existen diferentes acepciones específicas del término de acuerdo al contexto. Provocar puede consistir en generar una reacción sentimental o una emoción: “Me provoca mucha risa tu comportamiento”, “Ver a esos niños sin calzado provocó una inmensa tristeza a los viajeros”.

Provocar también puede referirse al intento de lograr que alguien se enfurezca o se indigne: “Cuando el equipo local ganaba por cuatro a cero, el capitán comenzó a provocar a los rivales”, “No quería pelearme, pero él me provocó”.

En algunos casos, como en el último ejemplo, puede omitirse la sensación o la reacción que provoca un determinado hecho, y utilizar el verbo provocar por sí solo. De todos modos, cabe mencionar que para esta acepción el diccionario de la RAE no lo reconoce como intransitivo, por lo cual siempre debemos entender que se habla de provocar enfado o ira, por ejemplo.

La provocación, por otra parte, puede referirse a aquello que se realiza para excitar sexualmente a otra persona, y en este caso el verbo sí es intransitivo: “La muchacha comenzó a jugar con el hielo en su boca para provocar a su pareja, “Se quitó la ropa lentamente, con la intención de provocarla…”.

El acto de provocar sexualmente a otra persona puede darse en el ámbito íntimo de una pareja, donde es absolutamente natural y aceptable, pero también en contextos que resultan inapropiados u ofensivos, como ser en una oficina o por la calle, teniendo como objetivo a alguien que no ha expresado sentimientos similares o que directamente ha expresado lo contrario, cuando no se trata de un completo extraño.

A diferencia de lo que el machismo promueve, la provocación y el acoso sexual no sólo ocurren en el estereotípico cuadro del jefe y su empleada, sino que incluyen todas las combinaciones posibles de sexos y orientaciones sexuales. Del mismo modo, los perjuicios son comparables en todos los casos: no es cierto que una joven a quien su anciano empleador la provoca sufra más que un becario acosado por su jefa o jefe, por ejemplo.

El concepto de provocar incluso puede utilizarse de una manera amplia o general para nombrar a lo que ocurre cuando un fenómeno produce un cierto efecto: “El anuncio del gobierno provocó el derrumbe de las acciones de la petrolera”, “El conductor del camión, al frenar de manera imprevista, provocó un choque en cadena”, “Si quitas ese tornillo, provocarás la caída del estante”.

Como puede apreciarse a lo largo de los párrafos anteriores, el verbo provocar puede describir una serie muy diferente de acciones y situaciones, siempre enfocándose en las consecuencias, aunque éstas no necesariamente hayan sido buscadas intencionalmente por el sujeto. Si retomamos el ejemplo del líquido corrosivo, sobra decir que no se trata de un sujeto con voluntad propia, por lo cual provoca una reacción sin la capacidad de desearlo o, para el caso es lo mismo, de ser consciente de ello.

Aunque el contraste parezca innecesario, una persona que molesta a otra con la intención de sacarla de las casillas representa el otro extremo de posibilidades que brinda el verbo provocar. En el medio se encuentran situaciones tales como la tristeza o la impotencia que despierta la vida de los niños de la calle o la risa que no puede evitarse tras los comentarios y los gestos de una persona naturalmente graciosa.

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