Definición de principio activo
Lo primero que hay que hacer para poder establecer el significado del término principio activo es determinar su origen etimológico. En este sentido, podemos afirmar que las dos palabras que lo componen derivan del latín:
-Principio emana de “principium”, que es fruto de la suma de tres componentes: “primus”, que significa “el primero”; el verbo “capere”, que es sinónimo de “capturar”; y el sufijo “-ium”, que puede traducirse como “efecto o resultado”.
-Activo, por otro lado, procede de “activus”. Este vocablo latino se trata del superlativo del verbo “agere”, que se usa para indicar “llevar hacia adelante algo”.
El concepto de principio activo se emplea en el ámbito de la química para nombrar al componente que porta las cualidades farmacológicas presentes en una sustancia. Esto quiere decir que el principio activo de un fármaco es aquel que permite prevenir, tratar o curar una enfermedad u otro tipo de trastorno de salud.
Un principio activo, por lo tanto, genera un efecto que puede medirse en un ser vivo. La sustancia en cuestión puede tener origen animal o vegetal, pero también puede haber sido sintetizada de manera artificial por el hombre. La denominación de principio activo sirve para diferenciar a estas sustancias de otras que pueden formar parte de un medicamento pero que no provocan efectos medicinales, conocidas como excipientes.
Entre los principios activos más frecuentes o conocidos se encuentran los ansiolíticos, los analgésicos, los relajantes musculares, los broncodilatadores o los antiinflamatorios. Y es que estos son empleados por miles de personas en todo el mundo para hacerle frente desde a un dolor de cabeza hasta un resfriado pasando por los dolores habituales de la menstruación.
Un medicamento, en definitiva, está formado por principios activos y excipientes. Los excipientes permiten estabilizar los principios activos o favorecer su absorción por parte del organismo. Un excipiente, por ejemplo, puede saborizar, diluir, aglutinar o desintegrar los principios activos.
A partir de la combinación de principios activos y excipientes, se crean los jarabes, las píldoras, las cápsulas, las emulsiones, las grageas, los ungüentos y las cremas, entre otros productos farmacéuticos.
Los principios activos pueden provocar diversos efectos en el organismo. Hay principios activos con poder anéstesico, analgésico, antibiótico o antiiinflamtario, entre muchos otros. De este modo, un médico puede recetar a su paciente medicamentos cuyos principios activos le permitirán mitigar el dolor, combatir una infección, reducir una inflamación, etc.
En algunos países, los médicos tienen la obligación de recetar los fármacos por su principio activo y no por su nombre comercial, ya que el principio activo es la sustancia que genera el efecto sobre el organismo. De este modo, se evita que el profesional médico pueda influir en una decisión comercial de la persona, que acudiría a la farmacia a comprar una marca y no un remedio por sus propiedades.
Es decir, que los llamados medicamentos genéricos vienen a tener la misma cantidad de principio activo que los medicamentos equivalentes que sí cuentan con una marca y un nombre determinado. Eso supone que ofrezcan la misma calidad, la misma seguridad y, por consiguiente, idéntica eficacia y resultados.
Precisamente el mencionado principio activo se advierte rápidamente en los citados fármacos genéricos. ¿Por qué? Porque aparece directamente el nombre del mismo en el envase, junto al de su fabricante y a las siglas EGS, que significan Equivalentes Farmacéuticos Genéricos. Por el contrario, en los de marca está primero el nombre de esta y luego el del correspondiente principio.