Definición de premura
Premura es un concepto que proviene de la lengua italiana y que refiere a la rapidez, prontitud, apremio o apresuramiento. Algo que debe realizarse con premura, por lo tanto, tiene que concretarse sin perder tiempo.
Por ejemplo: “Tras enterarse del accidente, el director del hospital actuó con premura y decretó el estado de alerta”, “Por favor, llama con premura a mi socio y dile que venga cuanto antes a la oficina”, “Es un jugador que se desplaza por el campo sin premura, pero pensando cada uno de sus movimientos”.
La noción de premura puede tener connotación positiva o negativa, de acuerdo a la situación y al contexto. Ante una emergencia, es imprescindible tomar decisiones con premura: en estos casos, la prisa suele considerarse como algo aceptable y hasta deseado, ya que dejar pasar el tiempo puede resultar riesgoso o dañino. Si se produce un incendio en una casa, por citar un caso, el dueño de la vivienda tiene que reaccionar con premura y buscar un matafuego o extintor. De lo contrario, si duda y pierde tiempo al reaccionar, el fuego avanzará por la casa.
Otras decisiones, en cambio, no pueden tomarse con apuro. Supongamos que una joven discute con sus padres y, descontenta, pretende irse de la ciudad. Toma entonces una decisión con premura: compra un pasaje de avión y se marcha. Es probable que, al cabo de unas horas, se tranquilice y advierta que actuó sin razonar lo suficiente. No hubiese ocurrido lo mismo si decidía qué hacer sin premura, pensando en las consecuencias de sus actos.
Premura pasional
Algunos hablan de premura pasional para referirse a las relaciones de pareja que no se basan en el conocimiento verdadero del otro, sino que comienzan con el mero propósito de saciar la necesidad, generalmente enfermiza, de querer y sentirse querido. Una de las características más evidentes de este tipo de uniones es el exceso de caricias y supuestas muestras de afecto, además de sexo, que ocupan la mayor parte del tiempo durante la primera etapa.
Por otro lado, dicha premura por llevar a cabo un intercambio afectivo centrado en el plano físico tiene una fecha de caducidad muy sofocante: una relación que se apoya en el aspecto de la otra persona y en el placer que puede hacernos sentir en un encuentro carnal pierde sentido al poco tiempo, tanto como un plato delicioso.
Continuando con la analogía de la comida, uno se alimenta para saciar una necesidad fisiológica y, dado que puede escoger qué comer, suele prepararse o comprar las recetas que más placer le causan, aunque esto no mejore su salud o el rendimiento de su organismo; se trata de una cuestión meramente superficial, de un aspecto que añadimos a la comida, para quitarle un poco de monotonía y darle más sentido en nuestra desnaturalizada forma de vivir. Luego de haber consumido un alimento, cuando alcanzamos la saciedad, viene la digestión y el resto de las necesidades, entre las que se encuentran las actividades intelectuales.
Podemos devorar con premura uno de nuestros platos preferidos, pero no pasará mucho tiempo antes de que lo digiramos y necesitemos leer un libro, escuchar música, o bien escribir y componer nuestras propias creaciones, charlar con amigos, salir a dar un paseo por un parque, mirar el cielo y reflexionar acerca de nuestra existencia y de nuestros objetivos en la vida.
Somos seres emocionales, pensantes, creadores de ideas, que necesitan de las relaciones sexuales mucho menos de lo que los medios intentan hacernos creer. ¿Qué sería de esas parejas vacías sin el cine o la televisión, sin los coches o los teléfonos móviles? Mientras esas personas ahogan su tiempo en una actividad tan antigua y simple como pocas, otras lo dedican a evolucionar y los benefician sin pedir más que dinero a cambio. La premura pasional, como cualquier prisa, demanda un posterior descanso para reponer energías, y es ése el momento en el que aparece el vacío y recomienza el ciclo.