Definición de pintura rupestre

Para entender la noción de pintura rupestre, lo más conveniente es descomponer la expresión en sus dos términos.

La pintura es el material que se aplica sobre una superficie en capas delgadas para recubrirlo o para crear algún tipo de dibujo. La palabra también se usa para referirse al arte que consiste en la creación de una representación gráfica mediante pigmentos y otras sustancias naturales o artificiales.

Rupestre es aquello perteneciente o relativo a las rocas. Por extensión, este adjetivo se utiliza para nombrar a todo lo relacionado con el mundo primitivo o rudo.

Hecho este paréntesis podemos afirmar que el concepto de pintura rupestre se utiliza para hablar de aquellas representaciones gráficas y dibujos que se encuentran plasmados sobre rocas o cavernas y que fueron realizados en la prehistoria. Gracias a que la mayoría de ellas se encuentran pintadas dentro de estructuras cavernosas naturales, han logrado resistir el paso de los siglos y muchas de ellas todavía pueden apreciarse.

La pintura rupestre es una de las manifestaciones artísticas más antigua que existe, o mejor dicho que se ha conservado. Los expertos en la materia sostienen que algunas pinturas rupestres tienen unos 40.000 años de historia.

Las pinturas rupestres más famosas se encuentran en España y en Francia, siendo las manifestaciones halladas en la Cueva de Altamira (en Cantabria) el máximo exponente del arte prehistórico.

Se cree que las pinturas rupestres estaban asociadas a ciertos rituales o creencias mágicas para favorecer la caza. Por eso muestran animales como bisontes, mamuts y ciervos, al igual que marcas de manos.

Los colores usados en las pinturas rupestres suelen ser el negro, el rojo, el amarillo y el ocre, tonalidades logradas con carbón vegetal, minerales y diversos fluidos.

Estas manifestaciones son la prueba de la capacidad intelectual de la humanidad: en esas pinturas se representa la realidad de una forma abstracta.

Pinturas y grabados rupestres

Desde que las pinturas rupestres fueron realizadas hasta que se descubrieron pasaron muchísimos años. En Europa recién se supo de su existencia a mediados del siglo XIX. Con anterioridad en algunas cuevas se habían hallado artefactos prehistóricos, elaborados con piedra y hueso, pero jamás se habían topado con pinturas rupestres. En 1879 Marcelino Sanz de Sautuola encontró en la cueva de Altamira (España) la primera manifestación artística de este tipo: un grupo de bisontes de diversos colores.

Lo más llamativo de este descubrimiento fue que vino a revocar un montón de teorías; las características de estas pinturas no coincidía con los conocimientos que se tenían de la cultura primitiva por eso en un primer momento se consideró un fraude. No obstante, a partir de ese descubrimiento se desencadenarían muchos otros que ayudarían a comprobar la veracidad de estas manifestaciones.

Este hallazgo marcó un hito en la ciencias que estudian la evolución de la humanidad y en la noción que se tenía sobre el pasado prehistórico en particular.

Otras manifestaciones semejantes a las pinturas rupestres son los petroglifos o grabados rupestres. Se llaman así aquellas imágenes que han sido talladas sobre rocas. Para elaborarlos se utilizaron punteros de piedras y herramientas fabricadas especialmente para esa tarea. No obstante, no se conserva ninguna prueba de estas herramientas, por lo que no se tiene una clara noción de la forma en la que se realizaban estos grabados.

Dentro de los petroglifos existe una gran variedad de diseños: espirales, cículos, hileras, triángulos y cuadrados. Los cuales son sumamente llamativos, teniendo en cuenta que fueron ideados antes de que existiera la noción de formas geómetricas ni que hablar de la complejidad de estas composiciones.

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