Definición de perfusión

Conocer el origen etimológico de la palabra perfusión nos lleva a dictaminar que deriva del latín. En concreto podemos determinar que es el resultado de la suma de varios componentes latinos:
• El prefijo “per-“, que es equivalente a “por completo”.
• El verbo “fundere”, que es sinónimo de “derretir o derramar”.
• El sufijo “-sión”, que se usa para indicar “acción y efecto”.

Perfusión es un término vinculado con el verbo perfundir, cuya acción consiste en hacer que un líquido ingrese de manera lenta pero sostenida en el organismo. La sustancia a introducir puede ser suero, sangre o un antibiótico, por citar algunas posibilidades, que se inyecta dentro de las venas.

Hay que establecer que para que pueda llevarse a cabo la perfusión se hace necesario contar con una serie de elementos tales como un catéter, que es el que inserta en la vena para conseguir que el líquido penetre en el organismo.

Además de todo lo expuesto tendríamos que establecer que, por regla general, cualquier médico apuesta por la perfusión cuando el paciente no puede tomar por sí mismo un medicamento concreto o cuando se hace necesario una solución rápida a un problema de gran alcance que puede resultar muy grave o incluso mortal si no se ataja sin dilación.

No obstante, no podemos olvidar que, en ocasiones, cuando decide llevarse a cabo una perfusión se encuentran obstáculos. En concreto, pueden surgir varias complicaciones, siendo las más frecuentes, la infección de la sangre o la inflamación de las venas.

Para la medicina, por lo tanto, la perfusión es el suministro de ciertas sustancias a un sistema, un aparato, un tejido o un órgano. Puede tratarse de la circulación de sangre (natural o promovida artificialmente) o de la provisión intravenosa de fármacos.

A partir de esta idea principal, se han desarrollado diversos conceptos médicos. La perfusión miocárdica, por ejemplo, es el análisis clínico que se lleva a cabo a partir de la inyección de radiofármacos en el paciente. Parte de estas sustancias se alojan en el miocardio y se adhieren a las mitocondrias, lo que permite estudiar cómo se desarrolla la irrigación sanguínea y detectar eventuales trastornos coronarios.

La idea de relación ventilación-perfusión, por otra parte, se emplea para expresar el vínculo entre la ventilación pulmonar (V) y el flujo circulatorio (Q) de los pulmones. La relación considerada como normal es de entre 0,8 y 1 V/Q por minuto. Una embolia puede hacer que esta relación se incremente, mientras que la falta de oxígeno genera el efecto contrario.

El flujo sanguíneo que llega al cerebro, por último, recibe el nombre de perfusión cerebral. La presión que produce esta perfusión tiene que mantenerse dentro de un margen específico, de lo contrario la persona puede sufrir diversos trastornos (como una isquemia).

Tampoco hay que pasar por alto que existe lo que se ha dado en llamar perfusión renal. Esta se lleva a cabo para conseguir averiguar cuánta sangre hay en el cuerpo y cómo la misma se distribuye a los riñones. Sólo así se puede conocer si la persona en cuestión sufre alguna enfermedad.

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