Definición de inalterable
El adjetivo inalterable se utiliza para calificar a aquel o aquello que no puede alterarse o que nunca se altera. La idea de alterar, a su vez, alude a perturbar o a modificar la forma o la esencia de algo.
Lo inalterable, en definitiva, no cambia de estado o de condición. Por ejemplo: “El presidente del Banco Central aseguró que la tasa de interés se mantendrá inalterable durante, al menos, un semestre”, “No importa lo que digan y hagan mis hijos: mi amor hacia ellos es inalterable”, “De acuerdo a los analistas, la alianza entre ambos países seguirá inalterable mientras no se produzca un cambio de gobierno”.
Supongamos que un hombre comienza cada una de sus jornadas de la misma manera. Se despierta a las 8 de la mañana, desayuna un café con leche con dos galletas y luego realiza una caminata de una hora. Puede decirse que la rutina de este individuo es inalterable ya que nunca la modifica.
El pasado, en tanto, siempre es inalterable: no se puede cambiar aquello que ya sucedió. Sí es posible narrar o hasta recordar lo acontecido de manera alterada o incidir sobre sus consecuencias. Pero lo que verdaderamente ocurrió es inalterable.
Tomemos el caso de un joven que, alcoholizado, intenta besar por la fuerza a una amiga, quien lo empuja y se enoja con él. Al día siguiente, ya sin rastros del consumo alcohólico, el muchacho comprende que actuó mal y le pide disculpas a la chica. Aunque su amiga lo perdone y él no vuelva a tener un comportamiento semejante, lo que hizo es inalterable porque no puede volver el tiempo atrás para evitarlo.
Este concepto tiene una particularidad que lo vuelve especialmente complejo o amplio: abarca tanto aquellas cosas que, por su naturaleza, son imposibles de modificar como las que se deben mantener como están para respetar una norma. En el primer grupo debemos ubicar «los acontecimientos del pasado», ya que naturalmente no existe un modo de retroceder en el tiempo y hacer correcciones o tomar nuevas decisiones.
Con respecto a aquellas cosas que no podemos cambiar porque alguien sí lo ha decidido están las normas y prohibiciones que debemos respetar a diario para convivir en armonía con los demás ciudadanos: un monumento público es un objeto que debe permanecer intacto porque no es propiedad de una sola persona sino de todo un pueblo, de manera que nadie tiene derecho a pintarlo o cambiar su forma.
La decisión personal de convertir una rutina en inalterable es diferente, ya que podemos abandonarla en cualquier momento y reemplazarla por otra. En pocas palabras, el peso de lo inalterable se aprecia verdaderamente cuando no hay nada que podamos hacer para cambiar su estado, porque esto nos recuerda nuestros límites como seres mortales que nacen en un planeta sin saber por qué ni para qué.
La Constitución de un país es otra cosa que puede considerarse inalterable sólo porque así lo decidieron quienes más poder tienen. Cuando el gobierno determina que el orden constitucional es tal que no hay necesidad de realizar ninguna reforma a las leyes, levanta un muro simbólico que resulta impenetrable a los deseos de cambio, como si la Constitución se convirtiera en el compendio de las leyes de la naturaleza, las que verdaderamente son inalterables para nosotros.
Y en este punto nos encontramos con un matiz que puede servirnos para diferenciar aún más los tipos de cosas inalterables: intentar cambiar la física misma es directamente imposible, pero no acarrea consecuencias negativas porque no hay nada que podamos hacer; ir en contra de las normas legales, por otro lado, nos puede conducir a una pena judicial de diferentes grados de severidad, que puede incluir muchos años en prisión o la muerte.