Definición de guardar
El verbo guardar tiene más de una decena de acepciones de acuerdo al contexto. El término puede referirse a ubicar un objeto en un sitio donde se encuentre seguro. Por ejemplo: “Después de guardar el anillo en una caja fuerte, el hombre salió de la habitación”, “Voy a guardar el dinero que me dio la abuela en una alcancía”, “Ricardo fue a guardar el coche en el garaje, seguramente regrese en unos minutos”.
Guardar también puede aludir a ordenar, colocando cada elemento en el lugar correspondiente: “Primero debes guardar tus juguetes y luego iremos a la plaza”, “Todavía no me puedo ir de la oficina porque tengo que guardar unos papeles”, “Debo guardar los platos y las copas”.
Otro uso del concepto hace mención a mantener o conservar algo: “¿Puedes guardar un secreto? Quisiera contarte lo que acabo de ver en la puerta del colegio”, “No voy a guardar silencio ya que creo que toda la gente debe enterarse lo que acaba de ocurrir”, “Debemos guardar la calma hasta que vengan a rescatarnos”.
En el terreno de la informática, la acción de guardar consiste en almacenar información en un archivo. Cuando un usuario guarda un documento, lo que hace es registrar y almacenar los cambios que haya introducido en el mismo. De este modo, al volver a abrir el documento en cuestión, se encontrará con la última versión guardada.
Supongamos que una persona crea un nuevo documento en un procesador de textos y escribe la frase “Siempre es hoy”. Luego hace click en la opción Guardar y pone un nombre al archivo. Cuando abra nuevamente ese documento, leerá lo que escribió la última vez que guardó la información.
En este contexto, el verbo guardar se puede usar como sinónimo de grabar, que es el preferido en ciertas regiones de habla hispana. Además de los documentos que creamos en nuestro día a día, también podemos guardar borradores de mensajes en nuestra casilla de correo electrónico, fotografías, vídeos o incluso partidas de un videojuego.
También es posible guardar un minuto de silencio. Esta expresión hace referencia a la acción de dedicar un momento de paz y reflexión a una persona o a un grupo que haya fallecido o que esté atravesando un momento de mucho sufrimiento. Se trata de una muestra de solidaridad, aunque sea pasiva, de un gesto de compasión y empatía por aquellos que no han sido tan afortunados como nosotros.
Por lo general, una persona invita a las demás a guardar un minuto de silencio en el contexto de un funeral o una reunión centrada en el problema que merece dicha muestra de respeto. Es una de tantas costumbres que se afianzaron en nuestra cultura al punto de convertirse en un recurso «natural» de nuestra comunicación en un momento de dolor. Sin embargo, pocos conocen su origen y su aplicación correcta.
Esta costumbre existe desde hace más de cien años, aunque no se sabe con precisión quién la inventó. La versión más común nos lleva a la conclusión de la Primera Guerra Mundial, en el año 1919, cuando un soldado australiano llamado Edward George Honey propuso a los ingleses dos minutos de silencio cuando se cumpliese el primer aniversario del tratado de armisticio.
Por otro lado, siete años antes, un grupo de senadores portugueses decidieron suspender una sesión y guardar silencio durante diez minutos para expresar su respeto por el barón de Río Branco, José María Paranhos, quien había fallecido. Como podemos apreciar, la cantidad de tiempo es simbólica, y el hecho de que al día de hoy se guarde un minuto no significa que el homenaje sea de menor importancia, dado que se valora el gesto; además, el dolor tampoco se acaba a los diez minutos.