Definición de epílogo
El término epílogo proviene de una palabra del latín que a su vez deriva de un vocablo griego. Sirve para denominar aquello que cierra una exposición; es decir para realizar una recapitulación sobre un tema del cual se ha hablado extensamente, a modo de conclusión. Suele encontrarse, al finalizar la última parte de una obra de ficción o de forma concluyente al término de un ensayo.
Desde otro punto de vista, el epílogo también puede hacer referencia a notas adicionales que no pertenecen a los sucesos principales narrados en la obra, pero que pueden colaborar mucho con el entendimiento de la misma. Un libro que analizara una parte de la historia de un país, podría incluir en su epílogo hechos ocurridos en otros puntos del continente o del mundo y que podrían haber influido de algún modo en la situación de ese país; además, sirven para orientar al lector si no tiene conocimientos previos sobre el país en cuestión, para establecer analogías con la época de la que se está hablando. Este tipo de anexo permite enmarcar la situación histórica de ese país y colaborar con la comprensión del texto a gran escala.
Si se quiere conocer a fondo el significado del término es importante señalar que se compone de dos partes: epi (sobre) y logos (discurso). En el campo de la retórica, por tanto, este vocablo hace referencia a la parte final de un discurso, ya sea oral o escrito. Mientras que el prólogo es la introducción al tema del que se hablará, en el epílogo se cierran aquellos cabos que hayan quedado sueltos y se concluye el discurso para que quienes lo reciben puedan comprenderlo en su totalidad.
En un discurso oral, en esta parte se repasan los diversos temas que se han ido tocando y se establecen asociaciones entre los mismos. En ese sentido el epílogo sirve como un nexo para que los oyentes comprendan por qué fue necesario hablar de los diferentes puntos que se expusieron.
En narratología (ciencia que estudia las diversas partes de una narración) el epílogo debe reunir una serie de condiciones para ser considerado como tal; las mismas dependen del tipo de obra que se ha desarrollado y de los objetivos que se tengan con ella. Sin embargo el punto fundamental que no debe faltar a ningún epílogo es su cualidad de concluyente y totalizador. Esto no significa que una persona pueda enterarse del argumento de la obra con tan solo leer el epílogo, pero sí que los puntos fundamentales de la obra deben hallarse presentes en esta parte. Además, el autor puede valerse de este último capítulo para explicar aquellas cosas que a simple vista han quedado inconclusas.
Cabe resaltar para terminar que el propósito de este anexo de la obra es añadir conocimiento sobre aquellos hechos que tengan lugar una vez que la trama principal ha sido finiquitada. En el caso de las sagas, por ejemplo, a través del epílogo los autores pueden hacer publicidad a futuras apariciones.
En lo que respecta a la forma en la que se redactan, muchas veces se realiza el mismo estilo que el del resto de la obra, pero en otras ocasiones puede tomar forma a partir del discurso de alguno de los personajes, lo cual le brinda un toque sumamente llamativo porque rompe con el discurso al que el lector estaba acostumbrado.
Un ejemplo de esto último es el epílogo de «La tempestad», de William Shakespeare. En él, Próspero, uno de los personajes, toma la palabra para dirigirse directamente al público para anunciarles que la obra ha terminado. Este nuevo discurso rompe con la estructura de la obra y le da un toque decoroso al final.