Definición de conmiseración
El concepto de conmiseración, que procede del vocablo latino commiseratio, se utiliza para hacer referencia a la misericordia o la piedad que se experimenta ante el malestar o el dolor de una persona. La conmiseración, por lo tanto, se vincula a la tristeza que siente un individuo al representarse el mal que sufrió o está sufriendo un tercero.
Por ejemplo: “El hombre observaba con conmiseración al niño que pedía limosna en la puerta de la iglesia”, “No puedo entender cómo el sufrimiento de los ancianos no les genera conmiseración a ciertas personas”, “Los familiares del acusado buscaron la conmiseración del tribunal, pero no tuvieron éxito”.
La conmiseración está relacionada con la empatía. Cuando un sujeto se compadece de otro, surge la conmiseración. Esto se debe a que entiende el dolor ajeno ya que se proyecta y puede suponer cómo se sentiría si se encontrara en la misma situación. La conmiseración puede dar paso a la solidaridad y generar alguna acción que ayude a que la persona que está sufriendo sienta alivio.
Si alguien siente conmiseración de sí mismo, se habla de autoconmiseración. Este sentimiento surge del pesimismo y el egoísmo. Quien es pesimista piensa que el infortunio gobierna su vida: por eso se compadece de su mala fortuna. Por otra parte, la autoconmiseración es egoísta debido a que la persona se concentra excesivamente en sus propios problemas y no presta atención a que, a su alrededor, otra gente también puede estar sufriendo. Esta particularidad hace que diversas religiones consideren la autoconmiseración como un pecado o una falta ética.
La autoconmiseración puede ser tomada como una actitud que surge del egoísmo, pero también se puede entender como una respuesta ante el miedo, como una forma de defensa ante determinadas amenazas que percibe el sujeto. De por sí, alguien que se cree perseguido por la mala suerte convive a diario con el miedo. Como si esto fuera poco, esta condición suele verse acompañada de un profundo autodesprecio: el individuo no se considera merecedor de cosas buenas.
Para llegar a atravesar una etapa de autoconmiseración es necesario en primer lugar una falta de protección por parte de los adultos responsables durante la infancia. Es a partir de una serie de carencias internas que el sujeto llega a convencerse de que si no lo han querido es porque no se lo merecía y que, por lo tanto, es normal su falta de suerte. Las personas a su alrededor pueden sentir que su actitud es egoísta porque suele ocupar gran parte de su tiempo pensando en sus propios problemas y temiendo los que vendrán, pero en realidad esto se debe a que la situación lo consume.
El concepto de conmiseración, por otro lado, sí está bien visto por las religiones, y de hecho es uno de los pasos fundamentales para convertirse en una persona de bien según la mayoría de los preceptos. Cuando llegamos a sentir dolor y pena por el sufrimiento o la desgracia de otra persona, también logramos entrar en contacto con nuestra propia humanidad, con aquello que nos vuelve seres vivos.
Entender a los demás es entendernos a nosotros mismos, es ver el dolor ajeno como propio, partiendo de la base de que todos somos iguales y podemos sufrir de la misma manera, disfrutar de la misma manera, porque las barreras son solamente creaciones culturales y no responden a nuestra verdadera esencia.
Este grado particular de compasión aparece en un gran número de historias de ficción, que van desde la literatura hasta la música popular, aunque puede presentarse de muchas formas diferentes. Así como cualquier otro sentimiento, no todas las personas lo experimentamos de la misma manera, o bien la descripción que ofrecemos de él es diferente a las que hacen los demás.