Definición de casualidad

La casualidad hace referencia a la combinación de circunstancias que resulta imposible de anticipar y evitar. Aquello que ocurre por casualidad es imprevisto y, por lo tanto, no puede sortearse.

Por ejemplo: “Me tropecé y, de casualidad, encontré un fajo de billetes en el suelo” (en este caso, la persona se topa con el dinero por azar ya que no estaba buscándolo), “La colisión provocó que se desprendieran varios ladrillos de la pared, los cuales casualmente cayeron sobre mi coche” (la frase está vinculada a lo poco oportuno de haber aparcado el automóvil en el punto exacto en el cual caerían los ladrillos, suceso que el protagonista no podía prever).

Muchas personas sostienen que, en un sentido estricto, la casualidad no existe. En el primer ejemplo mencionado, podría decirse que el sujeto encontró los billetes ya que tropezó en el lugar donde éstos se encontraban y antes que otra persona pudiera advertir la presencia del dinero en el suelo. No existió voluntad ni intención por parte del individuo, pero sí se produjo una coincidencia temporal y espacial que explica racionalmente el hallazgo.

El segundo ejemplo también puede explicarse a partir de una secuencia aparentemente aleatoria de hechos: dado que nadie podía prever el accidente, el conductor aparcó su coche sin pensar en que el muro pudiera desmoronarse; más tarde, un choque en esa misma zona provocó un derrumbe que dañó el vehículo. Considerar este hecho una casualidad hace hincapié en la supuesta mala fortuna de la persona.

Para la matemática, la casualidad está vinculada a la aleatoriedad (un proceso cuyo resultado no es previsible ya que interviene el azar). Esto quiere decir que el resultado de un suceso aleatorio no puede saberse antes de que el mismo se produzca. Es posible, en cambio, hablar de probabilidades a partir de las estadísticas.

El límite de la casualidad

Si bien es posible dividir la población humana en infinitos grupos, tomando en cuenta los parámetros más diversos, la peculiar evolución de la vida en sociedad que hemos atravesado como especie en las últimas décadas deja en evidencia la existencia de dos bandos bien definidos: quienes se hacen cargo de sus acciones, y aquellos que atribuyen sus éxitos y fracasos a la casualidad.

Creer que todo ocurre independientemente de nuestra participación en el mundo constituye una ideología peligrosa, que convierte la vida en un juego de azar, en el cual no es necesario implicarse con todas nuestras energías y con nuestros sentidos bien despiertos, sino que basta con aguardar la partida afortunada mientras soportamos las terribles.

La exposición a la cual muchos se someten en la actualidad, haciendo uso de algunas de las herramientas que Internet les ofrece, da lugar a innumerables ejemplos de individuos que buscan la fama a través de diversos caminos; todos los días se presentan nuevos aspirantes a actores, bailarines y cantantes, quienes publican vídeos de variada calidad, duración y temática, pero con un mismo objetivo: ser descubiertos y convertirse en estrellas internacionales.

De dicho elenco imparable de talentos en busca de una oportunidad, solo unos pocos muestran un nivel de preparación y responsabilidad aceptables, mientras que la mayoría deja en claro que no comprende la necesidad de trabajar para conseguir sus metas. Cuando entran en juego cuestiones técnicas, apoyarse en la casualidad para obtener el resultado esperado es tan absurdo como viajar en taxi todos los días para encontrar un maletín con dinero, solo porque esto le haya ocurrido a una persona.

Por el bien del planeta que tan generosamente nos aloja y, en consecuencia, de nuestro propio bien, es aconsejable dar un espacio muy pequeño a las casualidades, priorizar siempre la posibilidad de una causa precisa para cada situación que atravesamos. Gran parte de las decisiones que tomamos, sino todas, deriva en un hecho que, a su vez, tarde o temprano será la causa de uno nuevo.

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