Definición de agresividad
De raíces claramente latinas es el origen etimológico del término agresividad que ahora nos ocupa. En concreto podemos establecer que está conformado por cuatro vocablos en latín: el prefijo ad– que es sinónimo de “hacia”, el verbo gradior que puede traducirse como “andar o ir”, –ito que equivale a “relación activa” y finalmente el sufijo –dad que significa “cualidad”.
La agresividad es una tendencia a actuar o a responder de forma violenta. El término se encuentra relacionado con el concepto de acometividad, que es la propensión a acometer, atacar y embestir. También se utiliza la palabra para referirse al brío, la pujanza y la decisión para emprender algo y enfrentarse sus dificultades.
La agresividad es un concepto que tiene su origen en la biología, una ciencia que lo ha vinculado al instinto sexual y al sentido de territorialidad. De todas formas, la psicología también se ha encargado del asunto.
Podría decirse que la agresividad es un conjunto de patrones de actividad que pueden manifestarse con intensidad variable, desde las expresiones verbales y gestuales hasta la agresión física. El lenguaje cotidiano asocia la agresividad con la falta de respeto, la ofensa o la provocación.
En concreto a nivel general podemos establecer que existen cuatro tipos claramente delimitados de agresividad. La primera de ellas es la llamada verbal que es la que tiene como principal seña de identidad el hecho de que se basa en que un individuo en cuestión realiza insultos a otra persona.
En segundo lugar nos encontramos con la facial que es la que manifiesta a través de gestos que se realiza con la cara. La tercera es la agresividad física que se traduce en lo que son patadas, arañazos y todo tipo de golpes tanto a personas como a elementos que se encuentre en su alrededor.
Y finalmente está la cuarta, la llamada agresividad indirecta que es la que se produce sobre objetos de la persona que se encuentra afectada.
Existen dos tipos de agresividad: la activa y la pasiva. La agresividad activa se ejecuta a través de una conducta violenta y directa; la agresividad pasiva, en cambio, se ejercita mediante una forma de sabotaje.
Los especialistas también hablan de la agresividad secuencial, que aparece cuando una persona primero se comporta en forma tranquila y parece renunciar a sus derechos, pero después muestra un comportamiento agresivo cuando advierte que no consigue resultados.
Es importante destacar que la agresividad puede originarse por factores internos o externos a la persona. Por ejemplo, la adicción a las drogas es una causa de agresividad. Los cambios emocionales (incluyendo la neurosis y la depresión) también aparecen como generadores de comportamientos agresivos.
En los últimos años ha experimentado un importante crecimiento de la agresividad en la población juvenil. Tanto es así que un relevante sector de los jóvenes maltrata a sus padres y muestra violencia en las aulas tanto con sus profesores como con compañeros. La falta de comunicación, los cambios hacia la madurez, el contacto con drogas o las malas compañías son algunas de las causas que originan la misma.