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Prosopopeya

Te explicamos qué es una prosopopeya o personificación como figura estilística, sus características y diversos ejemplos.

¿Qué es la prosopopeya?

En retórica y literatura, la prosopopeya o personificación es una figura estilística que consiste en atribuir propiedades humanas a un referente que comúnmente carece de ellas, como un animal, una planta o a un objeto, ya sea concreto o abstracto. Dichas propiedades humanas pueden referirse al habla, el canto, el sentir o el pensar, o cualquier otra condición que les confiera las características de una persona.

La personificación es un recurso muy usual en distintos ámbitos, especialmente en el literario, el infantil o el de la oratoria. También se la denomina metáfora ontológica (o sea, referente al ser).

Su nombre proviene del griego prósopon (compuesto por pros, “adelante”, y opos, “cara”), que era el nombre de las máscaras empleados por los actores en la tragedia clásica, y con las que en algunos casos podían interpretar de este modo a dioses, animales o al destino mismo.

De este modo, vendría a ser lo contrario de la animalización (atribuir rasgos animales) o la reificación (atribuir rasgos de cosas). También se llama prosopopeya a los discursos, textos o alocuciones que son rimbombantes, innecesariamente solemnes o excesivamente retóricos.

Ver también: Figuras retóricas

Características de la prosopopeya

La prosopopeya se caracteriza por:

  • Consiste en un tipo de metáfora y/o procedimiento estilístico, ya que cumple con la función de ilustrar mejor lo dicho o expresarlo en términos más estéticos.
  • Atribuye a un referente animal o inanimado (incluso si es abstracto o imaginario) acciones o características propias de una persona.
  • Es común en fábulas, relatos infantiles, textos literarios o metafóricos, y en el lenguaje hablado.

Ejemplos de prosopopeya

A continuación hallaremos algunos ejemplos de personificación:

  • Tiempo después, el invierno tocó a su puerta.
  • “Cómela”, dijo la serpiente a Eva.
  • Esa noche el viento susurraba a su oído.
  • Las horas se arrastraron hasta el regreso de su madre.
  • En otoño los árboles se desnudan de su follaje.
  • Los violines lloraban, mientras tosía el tambor.
  • ¡Ay, destino cruel, que me condenas!
  • La ciudad era noble y señorial.
  • A su paso se inclinaban los tulipanes, como en una reverencia.
  • La luna asomó su ojo ciego sobre la cordillera.
  • ¡Soldados, la libertad nos espera y el deber nos llama!
  • ¡No me hagas hablar, dulce vino, he de callar este secreto!
  • Las trompetas vitorearon al vencedor de la contienda.

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Referencias