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Oración

Te explicamos qué es una oración, sus tipos, características y partes que la componen. Además, qué son el sujeto y el predicado.

¿Qué es una oración?

En gramática y sintaxis, se denomina oración a un conjunto ordenado y lineal de palabras, que expresan en su totalidad una información completa y reconocible. Se trata de la unidad más pequeña del discurso, la cual constituye un enunciado autónomo, es decir, una proposición lógica que incluso si la sacamos de su contexto, continuará expresando una información.

La oración es una de las estructuras del lenguaje verbal que más se ha estudiado a lo largo de la historia de la lingüística, desde distintas aproximaciones, tanto morfosintácticas como semánticas y fonológicas, dado que es una estructura común a todos los idiomas. Sin embargo, y como es lógico, la forma y la entonación de las oraciones puede variar significativamente de una lengua a otra.

Además, así como las palabras juntas componen una oración, habitualmente en los textos las oraciones juntas componen un párrafo, que sería una unidad mucho mayor de sentido, abarcando un número variable de enunciados.

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Características de las oraciones

En general, las oraciones se caracterizan por:

  • Se trata de una estructura lineal, jerarquizada, compuesta por un número finito de palabras.
  • Según la gramática tradicional, se compone normalmente de un sujeto (quien realiza o sobre quien recae la acción) y un predicado (la acción realizada y su contexto). Sin embargo, es posible que en algunos casos el sujeto no esté explicitado.
  • En la mayoría de los sistemas de escritura, se la reconoce usualmente por comenzar con una letra mayúscula y culminar con un punto, rasgos que denotan que es una unidad de sentido cerrada en sí misma.

Partes de la oración

Es posible identificar en las oraciones, en general, nueve distintas partes o tipos de componentes, que se diferencian en sus respectivas categorías gramaticales (o tipos de palabras):

  • Sustantivos. Son las palabras empleadas para nombrar el mundo, ya que poseen sustancia (de allí su nombre). Pueden ser propios (o sea, nombres, como “Juan” o “Francia”) o comunes (términos más generales, como “muchacho” o “piedra”).
  • Adjetivos. Palabras que acompañan a los sustantivos y nos indican algunos de sus rasgos de sentido, ampliando o acotando su significado. Pueden ser adjetivos que aportan un sentido específico (calificativos), como “feo” o “azul”; o un sentido de pertenencia (posesivos), como “suyo” o “nuestra”; o que expresen una relación (relacionales), como “internacional” o “político”; o que simplemente aclaren a quién nos referimos (demostrativo), como “ese” o “aquella”, entre otros.
  • Artículos. Otro tipo de acompañantes del sustantivo, que también nos aclaran información respecto a él, pero en términos mucho más simples y de importancia gramatical: género, número y determinación. Así, los artículos en español son nueve:
    • Los artículos determinados. Se usan cuando el sustantivo es conocido o específico, y son: el (masculino, singular), la (femenino, singular), lo (neutro, singular), los (masculino, plural) y las (femenino, plural).
    • Los artículos indeterminados. Se usan cuando el sustantivo es desconocido o inespecífico, y son: un (masculino, singular), una (femenino, singular), unos (masculino, plural) y unas (femenino, plural).
  • Pronombres. Son comodines gramaticales que sustituyen a los sustantivos y nos permiten no tener que repetirlos constantemente, haciendo el lenguaje más eficaz. Pueden ser de distinto tipo: personales (“yo”, “tú”, “nosotros”, etc.), demostrativos (“ése”, “aquellos”, “ésta”, etc.), posesivos (“mío”, “tuyo”, “suyo”, etc.), entre otras categorías posibles.
  • Verbos. Palabras que expresan y describen las acciones, y que siempre van conjugados en las oraciones, o sea, van en concordancia de persona y número con el sujeto. Además, expresan un tiempo y un modo en que ocurre la acción, de manera tal que sepamos por su estructura de qué exactamente estamos hablando. Son ejemplos de verbo “hablar”, “caminaría”, “nadaremos”, “asumirá” o “fuese”.
  • Adverbios. Son palabras modificadoras de los verbos (o de otros adverbios u adjetivos), cuyo rol es modular o caracterizar el modo en que ocurren las acciones de la oración. Son ejemplos de adverbios: “muy”, “bien”, “jamás” o “lentamente”.
  • Conjunciones. Palabras que tienen un sentido gramatical únicamente, y que sirven para juntar otras palabras o incluso oraciones, tendiendo un puente lógico entre ellas. Por ejemplo: “y”, “o”, “pero”, “sino”.
  • Preposiciones. Palabras dotadas de un sentido relacional, es decir, que no poseen en sí mismas un significado, sino que expresan una relación entre otras palabras, que puede ser más o menos específica. Son ejemplo de preposiciones: “de”, “para”, “sobre”, “contra”, “por”, etc.

Sujeto y predicado

El enfoque tradicional de la oración la comprende como la suma de un sujeto, o sea, alguien que lleva a cabo o sobre quien recae la acción expresada por la oración, y un predicado, que es propiamente la acción y sus contextos y circunstancias. Así, toda oración se compone, por compleja que sea, por estas dos estructuras, que la dividen en dos.

  • El sujeto. Aquella entidad sobre la cual recae la acción o bien que la ejecuta, y que suele hallarse preguntando al verbo “¿quién?” o “¿qué?”. Debe tener un núcleo, esto es, la palabra sobre la cual recae la mayor carga de sentido, y que será un sustantivo o un pronombre que ocupa su lugar. Por ejemplo, en la oración “El pobre Juan siembra porotos en la huerta”, nuestro sujeto será “El pobre Juan” (y el núcleo será “Juan”).
  • El predicado. Una vez hallado el sujeto, el resto de la oración será predicado. Esto es, la acción descrita y todos sus acompañamientos contextuales o gramaticales. Igualmente, el predicado debe tener un núcleo, que en este caso será el verbo principal de la oración. Por ejemplo, en la oración “El pobre Juan siembra porotos en la huerta”, el predicado será “siembra porotos en la huerta” (y el núcleo será “siembra”).

Debemos notar que esta distinción sujeto-predicado no siempre calza a la perfección para todas las oraciones. Existen oraciones impersonales, en las que no hay un sujeto lógico, y existen otras cuyo sujeto es tácito, o sea, existe, pero no está explicitado.

Además, las oraciones de estructura más compleja como “¿Qué se ha hecho Laura en el cabello?” van en contra de este orden exacto, ya que el sujeto está inmerso en información del predicado.

Diferencia entre oración y frase

No deben confundirse las oraciones y las frases. Las primeras poseen un verbo y denotan una acción completa, articulada, mientras que las frases son expresiones mucho más simples, a menudo incompletas, cuyo valor depende más del contexto que de lo que dicen en sí mismas.

Así, “Pedro va a llegar tarde hoy” es una oración, dotada de sujeto y verbo reconocibles, y que en sí misma es una unidad cerrada de información. No importa si no sabemos quién es Pedro o adónde va a llegar tarde, o cuándo sea ese “hoy”. Sabemos perfectamente a qué se refiere. No ocurre lo mismo con las frases “¡Buenos días!” o “Por favor” que dependen enteramente de su contexto para significar algo.

Tipos de oraciones

Existen múltiples criterios de clasificación de las oraciones, dependiendo del punto de vista desde el cual las analicemos. Los más importantes de ellos son:

  • Según su complejidad sintáctica. Podemos hablar de dos tipos de oraciones: simples y compuestas.
    • Oraciones simples. Aquellas que poseen un solo verbo principal que hace de núcleo del predicado. Por ejemplo: “Martín adora el fútbol”.
    • Oraciones compuestas. Aquellas que integran dos o más oraciones simples en una sola, a través de nexos y partículas que hacen de puente. Dependiendo de cómo se integren las oraciones, podemos hablar de:
      • Oraciones coordinadas. En las que las oraciones combinadas son intercambiables y poseen el mismo nivel de importancia. Por ejemplo: “Luis compra y María vende” o “Algunos vienen, pero otros van”.
      • Oraciones yuxtapuestas. En las que no existe un nexo haciendo de puente, sino un signo de puntuación que permite la superposición de las oraciones. Por ejemplo: “Ayer me caí, no me lastimé”.
      • Oraciones subordinadas. Cuando una de las dos (la subordinante) pose mayor jerarquía e importancia que la otra (la subordinada), y esta última hace las veces de una parte de la oración principal. Por ejemplo: “Mi primo, de quien te hablé ayer, viene a la fiesta”.
  • Según su estructura sintáctica. Puede hablarse de dos tipos de oraciones: unimembres y bimembres.
    • Oraciones unimembres. Son las que están compuestas de una única parte sintáctica, y no pueden dividirse en sujeto y predicado. Por ejemplo: “Está lloviendo”.
    • Oraciones bimembres. En cambio, son aquellas que poseen dos partes claramente diferenciables, que son el sujeto y el predicado. Por ejemplo: “Tu padre dice que está lloviendo”.
  • Según la forma del sujeto oracional. Podemos hablar de dos tipos diferentes de oración:
    • Oraciones personales. En las que existe un sujeto reconocible. Se dividen a su vez en dos:
      • Personales explícitas. Cuando el sujeto es mencionado en la oración. Por ejemplo: “Mi familia come lentejas los jueves”.
      • Personales implícitas. Cuando el sujeto es reconocible pero no está mencionado en la oración, o sea, está tácito. Por ejemplo: “Aquí comemos lentejas los jueves”.
    • Oraciones impersonales. En las que no existe un sujeto reconocible. Suelen referirse a fenómenos climáticos o eventos que no realiza nadie. Por ejemplo: “Hoy va a nevar” o “Hace mucho calor”.
  • Según la intención de quien enuncia las oraciones. O sea, según lo que se propone con ellas, podemos clasificarlas en diferentes tipos:
    • Oraciones enunciativas o declarativas. Aquellas que expresan una realidad concreta que puede juzgarse como verdadera o falsa, y que se dividen, dependiendo de si poseen o no elementos negativos, en enunciativas afirmativas (“En Uganda hay una guerra civil”) o negativas (“Ya no quedan testigos de la masacre”).
    • Oraciones exhortativas o imperativas. Aquellas que buscan modificar la conducta del receptor de alguna manera, ya sea a través de órdenes, ruegos, mandatos, etc. Por ejemplo: “Pásame la sal” o “¡Déjame en paz!”.
    • Oraciones exclamativas. Aquellas que expresan un estado anímico del emisor, y suele acompañarse en la escritura con signos de exclamación (¡!). Por ejemplo: “¡Qué dolor de panza tengo!” o “¡Cuántos soldados hay en la calle!”.
    • Oraciones interrogativas. Semejantes a las exclamativas, le expresan una pregunta al receptor, y suelen escribirse entre signos interrogativos (¿?). Por ejemplo: “¿Cuándo piensas venir a casa?” o “¿Todavía me quieres?”.
    • Oraciones dubitativas. Aquellas que expresan una suposición o una probabilidad, y suelen emplear verbos en condicional o en futuro del indicativo. Por ejemplo: “A ella le vendría bien un trago” o “Tendrás suerte si consigues un boleto”.
    • Oraciones desiderativas. Aquellas que expresan un deseo del emisor, habitualmente precedidas del adverbio “ojalá”. Por ejemplo: “Ojalá lleguemos a tiempo” o “Quisiera tener más dinero”.
  • Según la voz del verbo. Podemos distinguir las oraciones pasivas de las activas:
    • Oraciones de voz activa. En las que la acción del sujeto es referida directamente. Por ejemplo: “Pedro tiró la carnada al río”.
    • Oraciones de voz pasiva. En las que la acción del sujeto se refiere desde el punto de vista del predicado. Por ejemplo: “La carnada fue tirada al río por Pedro”.
  • Según el tipo de predicado. Por último, tendremos dos categorías principales de oración:
    • Oraciones copulativas o atributivas. Cuando su predicado está constituido por un sintagma nominal, o sea, cuando unen un sujeto y un atributo mediante un verbo copulativo. Por ejemplo: “Juan es muy guapo” o “María está muy flaca”.
    • Oraciones predicativas. Aquellas que poseen un predicado verbal (o sea, no nominal), que expresa acciones y no atributos. Este tipo de oraciones pueden, a su vez, clasificarse en:
      • Transitivas. Cuando requieren de un objeto o complemento directo sobre el cual recae la acción para poder expresarse por completo. El objeto directo puede intercambiarse por “eso”. Por ejemplo: “Yo compré una casa” (podría decirse “Yo compré eso”).
      • Intransitivas. Cuando no requieren de un objeto o complemento directo para expresarse por completo. Por ejemplo: “Yo vivo muy bien” (no puede decirse “Yo vivo eso”).
      • Reflexivas. Cuando el sujeto que realiza la acción es también quien la recibe. Por ejemplo: “Ayer me vestí de rojo”.
      • Recíprocas. Cuando hay dos sujetos que intercambian acciones. Por ejemplo: “María y Pedro se aman locamente”.

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Referencias