Propágulo: qué es, tipos y sus características
Un propágulo es una estructura de propagación de la cual puede originarse un nuevo individuo. Puede o no ser producto de reproducción sexual y generalmente es producido por plantas, hongos, bacterias y otros microorganismos para colonizar nuevos espacios, aumentar su área de cobertura o pasar de un estadio del ciclo de vida a otro.
Visto de esta manera, un propágulo puede ser tanto la semilla sexual de una planta, como el proglótide de una tenia (gusano plano parasítico) o la espora de un hongo y el quiste de una bacteria.
Algunos seres vivos utilizan propágulos como su mecanismo principal de reproducción asexual, tal es el caso de los tubérculos en algunas plantas, de los propágulos de los briófitos, de ciertas esporas asexuales fúngicas y de las endosporas de muchos tipos de bacterias grampositivas.
Estas estructuras pueden ser muy diferentes en tamaño, forma y aspecto al organismo que les da origen, usualmente son muy resistentes y están diseñadas para permanecer viables durante tiempos bastante prolongados.
Entonces, los propágulos no solo funcionan en la dispersión y la propagación de las especies que los producen, sino que también aseguran la supervivencia de estas cuando las condiciones ambientales cambian o se tornan adversas.
No obstante, los propágulos producidos por los organismos vivos solo pueden ejercer sus funciones de propagación (dispersión) si “encuentran” las condiciones favorables para establecer al individuo nuevo que están destinados a formar.
Tipos de propágulos
En la naturaleza existen muchos seres vivos que producen propágulos, entre estos destacan las plantas, los hongos, algunos protozoarios parasíticos y ciertas bacterias.
Propágulos en plantas
Distintos autores coinciden en que los propágulos vegetales son de dos tipos: las semillas (propágulos sexuales) y algunas formas modificadas de tallos, raíces y hojas (propágulos asexuales). Su función usualmente es propagativa y preservativa, pues sirven para la multiplicación o para la preservación de las especies.
Las semillas son estructuras propagativas típicas de las plantas con flor y son producidas después de la fertilización de la ovocélula por el grano de polen. Pueden tener tamaños y formas muy variables y usualmente contienen suficientes sustancias de reserva para el sustento del embrión que albergan en su interior.
Dependiendo de la especie vegetal, las semillas pueden tener cubiertas sumamente gruesas y resistentes o blandas y lábiles. Además, su germinación depende de distintos factores externos como la temperatura, la humedad relativa, la longitud de onda de luz que reciben, la presencia de sustancias con pH específicos, etc. (también de factores endógenos).
Así como es cierto para las semillas, los propágulos asexuales de las plantas como los tubérculos, los bulbos y los rizomas, por ejemplo, se caracterizan por una “suspensión” del crecimiento o un “letargo” metabólico de los tejidos que los componen, controlados endógenamente por factores químicos y hormonales, pero que son impuestos por el medio ambiente.
Propágulos en hongos
Los propágulos más comunes en los hongos son las esporas. En estos organismos, las esporas pueden ser de origen sexual o asexual, y cumplen funciones de propagación vegetativa o de resistencia, pues son mucho más “fuertes” que los seres de los que se originan.
Las esporas son propágulos comunes para gran variedad de organismos como las bacterias, los protozoarios, las algas y ciertas plantas. Sea cual sea su origen (sexual o asexual), al germinar, estas producen nuevos individuos o masas celulares.
En el reino Fungi, que incluye a los hongos, las levaduras y los mohos, la reproducción depende en gran medida de la producción de esporas unicelulares resistentes a la desecación.
Las esporas asexuales de muchos hongos usualmente se denominan “conidios” y son producidas por estructuras especiales llamadas esporangios, y es interesante mencionar que el agrupamiento filogenético de los hongos se basa en los mecanismos por los cuales estos producen sus esporas sexuales.
Propágulos en parásitos
Muchos parásitos animales producen propágulos para su diseminación o su transmisión de un hospedador a otro. Estos usualmente son larvas o huevos que casi siempre dependen de la intervención de algún vector o transmisor móvil.
La mayor parte de las especies parasíticas pasan al menos una parte de su ciclo de vida en forma de “propágulos de vida libre” y, dependiendo de la especie y del tipo de hospedador, muchos parásitos han desarrollado diferentes estrategias para la dispersión y la supervivencia de estos propágulos.
Por ejemplo, los huevos de muchos parásitos del intestino humano son liberados con las heces de sus hospedadores infectados y dependen de hospederos o transmisores móviles para hacer contacto con el suelo o con cuerpos de agua y así conseguir que sus larvas continúen el ciclo de vida.
Los propágulos de las especies parasíticas que poseen amplios rangos de hospedadores y vectores muestran complejos patrones de cambios cíclicos que dependen enormemente de las condiciones ambientales propias a las que son expuestos a lo largo del ciclo de vida.
A menudo, las larvas (los propágulos típicos de algunas especies de parásitos) no se alimentan de su hospedador, sino que adquieren la energía necesaria para mantenerse a partir de la degradación de sustancias de reserva internas.
Propágulos en bacterias
Algunas bacterias grampositivas del género Bacillus y Clostridium forman propágulos de resistencia frente a señales de inanición (por falta de alimento) que se caracterizan por la disminución drástica de la actividad metabólica y, por ende, del crecimiento.
Dichos propágulos a menudo se producen por un evento de “esporulación”, caracterizado por la división desigual de la célula (son propágulos asexuales), lo que termina con la producción de unas “pre-esporas” de menor tamaño que la bacteria “madre”.
Aparentemente, muchas bacterias esporuladoras engullen estas “pre-esporas”, razón por la cual se conocen como “endosporas”, que son liberadas una vez la célula que las originó es lisada.
Las endosporas bacterianas se modifican en el citosol, estas son recubiertas por distintas capas y, además, pierden gran cantidad de humedad. También ralentizan su metabolismo y adquieren la capacidad de resistir calor, radiación y exposición a diferentes sustancias químicas.
Bajo el estímulo apropiado, estas endosporas de resistencia pueden “germinar” y formar bacterias nuevas, genéticamente idénticas a la célula “madre” que les dio origen.
Referencia
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