Psicología educativa

Conductismo en la educación: teoría conductista y ejemplos


El conductismo en la educación puede aplicarse para mejorar la adquisición de conocimiento de los alumnos, su comportamiento, o su actitud hacia las clases. Debido a ello, muchas de sus técnicas siguen utilizándose hoy en día tanto en el ámbito de la educación formal como en otras áreas menos reguladas.

El conductismo es una rama de la psicología que trata de entender, explicar y predecir el comportamiento humano y animal en base a los estímulos presentes en su entorno. En su forma más radical, asume que todos los comportamientos son o bien una respuesta producida a un elemento del entorno, o una consecuencia de la historia del individuo.

A pesar de que se ha demostrado que algunas de sus premisas son falsas, muchas de las ideas surgidas del conductismo siguen aplicándose en una gran cantidad de campos distintos. Así, de esta teoría nacen ideas como la de los refuerzos y castigos, el condicionamiento clásico y operante, y la habituación y sensibilización.

Es imposible aplicar todas las ideas del conductismo en la educación. Sin embargo, aquellas que sí encajan dentro de este ámbito pueden ser muy útiles para profesores, educadores y padres. En este artículo veremos cuáles son las más importantes y cómo se aplican, además de varios ejemplos concretos de su uso.

Índice del artículo

Teoría conductista en educación

La teoría conductista se basa en la idea de que todos los comportamientos de una persona han sido aprendidos mediante un complejo sistema de refuerzos y castigos que lleva dándose desde su nacimiento. A partir de esta premisa, se desarrollan varias técnicas que pueden ayudar a modificar la manera de actuar de un individuo.

La técnica más aplicable al campo de la educación es el condicionamiento operante. Este se basa en la idea de que un comportamiento se repetirá con mayor o menor frecuencia en el futuro en función de si se lo premia o castiga; es decir, de si la persona asocia placer o dolor a llevarlo a cabo.

Así, modificando el sistema de refuerzos y castigos relacionados con una manera de actuar concreta, es posible influir en los comportamientos de una persona para moldear su forma de comportarse a nuestro antojo. Esto funciona especialmente bien en el caso de los niños, aunque también puede aplicarse con adultos en cierta medida.

Cómo funcionan los refuerzos y castigos

El condicionamiento operante se basa en la aplicación de refuerzos a las conductas que se quiere fomentar en una persona, y castigos a aquellas que no se desea que se repitan. Tanto los refuerzos como los castigos pueden ser “positivos” si implican añadir un estímulo a la conducta, y “negativos” si involucran eliminar algo.

Así, frente a una conducta que se quiera modificar, es posible tener cuatro tipos de respuestas: refuerzos positivos y negativos, y castigos positivos y negativos. Los dos primeros se utilizan para hacer más probable que una forma de actuar se haga más probable en el futuro, y los últimos, para disminuir su frecuencia.

Un refuerzo positivo implica darle un estímulo agradable a la persona, como atención o elogios, cuando se comporte de cierta manera. Por el contrario, un refuerzo negativo implicaría eliminar algo desagradable de su experiencia, como podría ocurrir cuando una persona consigue parar un sonido molesto (como el despertador) al pulsar un botón.

Por otro lado, un castigo positivo tiene que ver con el uso de un estímulo aversivo para disminuir la probabilidad de que una conducta se vuelva a repetir; por ejemplo, un niño que se quema al tocar una estufa habría recibido un castigo positivo al percibir el dolor.

Por último, el casito negativo implica la eliminación de un estímulo agradable para evitar que una conducta vuelva a repetirse en el futuro. Un ejemplo podría ser un padre que le quita a su hijo el móvil para que no vuelva a realizar una acción determinada.

¿Cómo se aplica el conductismo en educación?

Ya hemos visto que la parte más aplicable en el ámbito de la educación de la teoría conductista es el uso de refuerzos y castigos para modificar la conducta. Sin embargo, existen algunos aspectos que es necesario tener en cuenta para comprender cómo se utiliza realmente este enfoque dentro del campo de la enseñanza.

Según los estudios realizados sobre el condicionamiento operante, los castigos son mucho más eficaces que los refuerzos a la hora de modificar la conducta de una persona. Debido a ello, antiguamente era muy habitual darle azotes a un niño que actuaba de forma “incorrecta”, humillarle verbalmente, o usar cualquier otro tipo de castigo físico o mental.

Sin embargo, por cuestiones morales y éticas, en las últimas décadas ha empezado a verse que a pesar de ser eficaces para modificar la conducta, los castigos de este tipo pueden tener consecuencias muy negativas para los niños. Por eso, actualmente las técnicas que se utilizan suelen ser de una naturaleza muy distinta.

Por ejemplo, hoy en día también se sabe que retirarle la atención a un niño es uno de los “castigos” más eficaces que existen. Debido a ello, para evitar conductas indeseadas, una de las mejores armas de un profesor o padre es precisamente ignorar los comportamientos negativos de los pequeños hasta que estos se extingan por sí solos.

¿Y qué pasa con los refuerzos?

A pesar de que los castigos hayan demostrado ser más eficaces, los refuerzos también son muy útiles a la hora de modificar conductas. Por eso, se utilizan de manera habitual dentro del ámbito de la educación.

Utilizar refuerzos en este campo puede suponer desde algo tan simple como elogiar los buenos comportamientos de los niños, hasta usar herramientas como calificaciones positivas, o entregarle pequeños premios a los que realicen conductas determinadas.

Ejemplos

El conductismo en la educación es una de las herramientas más utilizadas. Debido a ello, existen multitud de ejemplos de esta teoría dentro del campo de la enseñanza.

Un ejemplo de refuerzo podría ser la entrega de un pequeño premio (como un caramelo o una moneda de bajo valor) a los alumnos que sean capaces de responder correctamente a una pregunta planteada en clase.

Por otro lado, un ejemplo de castigo bien aplicado podría ser la retirada de atención a un alumno que esté molestando. La manera más habitual de usar esta técnica consiste en enviar al niño fuera del aula, de tal manera que nadie le esté haciendo caso.

Referencias

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  5. “Behaviorism” en: Wikipedia. Recuperado en: 03 Mayo 2019 de Wikipedia: en.wikipedia.org.