10 Poemas sobre el Sol de Grandes Autores
Los poemas sobre el sol rinden un merecido tributo al astro rey. Los seres humanos, incluso antes de la conformación de las primeras civilizaciones, han sentido una fascinación por este cuerpo celeste.
Desde su muy particular forma de entender el mundo, los poetas han dedicado muchos versos para resaltar su importancia.
Poemas sobre el sol
Los poemas sobre el sol de autores conocidos son numerosos. Incluso, algunos poetas reconocidos tienen dos o más obras dedicadas al astro rey. De los cinco poemas de esta selección, destaca el de Rafael Alberti por ser una composición dirigida al público infantil.
El sol es un globo de fuego (Antonio Machado)
El sol es un globo de fuego,
la luna es un disco morado.
Una blanca paloma se posa
en el alto ciprés centenario.
Los cuadros de mirtos parecen
de marchito velludo empolvado.
¡El jardín y la tarde tranquila!…
Suena el agua en la fuente de mármol.
Sol del trópico (Extracto, Gabriela Mistral)
Sol de los Incas, sol de los Mayas,
maduro sol americano,
sol en que mayas y quichés
reconocieron y adoraron,
y en el que viejos aimaraes
como el ámbar fueron quemados.
Faisán rojo cuando levantas
y cuando medias, faisán blanco,
sol pintador y tatuador
de casta de hombre y de leopardo.
Sol de montañas y de valles,
de los abismos y los llanos,
Rafael de las marchas nuestras,
lebrel de oro de nuestros pasos,
por toda tierra y todo mar
santo y seña de mis hermanos.
Si nos perdemos, que nos busquen
en unos limos abrasados,
donde existe el árbol del pan
y padece el árbol del bálsamo.
Sol (Juan Ramón Jiménez)
ALLÁ en el fondo
de mi biblioteca,
el sol de última hora, que confunde
mis colores en luz clara y divina,
acaricia mis libros, dulcemente.
¡Qué clara compañía
la suya; cómo agranda
la estancia, y la convierte, llena,
en valle, en cielo – ¡Andalucía! -,
en infancia, en amor!
Igual que un niño, como un perro,
anda de libro en libro,
haciendo lo que quiere…
Cuando, de pronto, yo lo miro,
se para, y me contempla largamente,
con música divina, con ladrido de amigo, con fresco balbuceo…
Luego se va apagando…
La luz divina y pura
es color otra vez, y solo, y mío.
Y lo que siento oscuro
es mi alma, igual que
si se hubiera quedado nuevamente
sin su valle y su cielo – ¡Andalucía! -,
sin su infancia y su amor.
Himno al sol (Extracto, José María Heredia)
En los yermos del mar, donde habitas,
Alza ¡oh Musa! tu voz elocuente:
Lo infinito circunda tu frente,
Lo infinito sostiene tus pies.
Ven: al bronco rugir de las ondas
Une acento tan fiero y sublime,
Que mi pecho entibiado reanime,
Y mi frente ilumine otra vez.
Las estrellas en torno se apagan,
Se colora de rosa el oriente,
Y la sombra se acoge a occidente
Y a las nubes lejanas del sur:
Y del este en el vago horizonte,
Que confuso mostrábase y denso,
Se alza pórtico espléndido, inmenso,
De oro, púrpura, fuego y azul.
¡Viva el sol de la mañana! (Rafael Alberti)
¡Viva el sol de la mañana!
¡Viva el sol!,
grita el pájaro en la rama.
Y el campesino le canta:
¡Viva el sol!
Y el naranjito agobiado
de naranjas: ¡Viva el sol!
Y el tejado de la casa:
¡Viva el sol!
Y el caballo que lo siente,
tibia yerba, en la garganta:
¡Viva el sol!
¡Viva el sol! le sube el río,
y la bandera que pasa:
¡Viva el sol!
Toda la tierra es un ¡Viva!
el mundo todo, una selva:
¡Viva el sol!
El Sol (Pablo Neruda)
Hace tiempo, allá lejos,
puse los pies en un país tan claro
que hasta la noche era fosforescente:
sigo oyendo el rumor de aquella luz,
ámbar redondo es todo el cielo:
el azúcar azul sube del mar.
Otra vez, ya se sabe, y para siempre
sumo y agrego luz al patriotismo:
mis deberes son duramente diurnos:
debo entregar y abrir nuevas ventanas,
establecer la claridad invicta
y aunque no me comprendan, continuar
mi propaganda de cristalería.
No sé por qué le toca a un enlutado
de origen, a un producto del invierno,
a un provinciano con olor a lluvia
esta reverberante profesión.
A veces pienso imitar la humildad
y pedir que perdonen mi alegría
pero no tengo tiempo: es necesario
llegar temprano y correr a otra parte
sin más motivo que la luz de hoy,
mi propia luz o la luz de la noche:
y cuando ya extendí la claridad
en ese punto o en otro cualquiera
me dicen que está oscuro en el Perú,
que no salió la luz en Patagonia.
Y sin poder dormir debo partir:
para qué aprendería a transparente!
Hoy, este abierto mediodía vuela
con todas las abejas de la luz:
es una sola copa la distancia,
al territorio claro de mi vida.
Y brilla el sol hacia Valparaíso.
La jaula (Alejandra Pizarnik)
Afuera hay sol.
No es más que un sol
pero los hombres lo miran
y después cantan.
Yo no sé del sol.
Yo sé la melodía del ángel
y el sermón caliente
del último viento.
Sé gritar hasta el alba
cuando la muerte se posa desnuda
en mi sombra.
Yo lloro debajo de mi nombre.
Yo agito pañuelos en la noche
y barcos sedientos de realidad
bailan conmigo.
Yo oculto clavos
para escarnecer a mis sueños enfermos.
Afuera hay sol.
Yo me visto de cenizas.
Se ha quebrado el sol (Federico García Lorca)
Se ha quebrado el sol
entre nubes de cobre.
De los montes azules llega un aire suave.
En el prado del cielo,
entre flores de estrellas,
va la luna en creciente
como un garfio de oro.
Por el campo, (que espera los tropeles de almas),
voy cargado de pena.
Por él camino solo.
Pero el corazón mío
un raro sueño canta
de una pasión oculta
en distancia sin fondo.
Ecos de manos blancas
sobre mi frente fría,
¡pasión que madurara
con llanto de mis ojos!
Éramos los elegidos del sol (Vicente Huidobro)
Éramos los elegidos del sol
y no nos dimos cuenta
fuimos los elegidos de la más alta estrella
y no supimos responder a su regalo
Angustia de impotencia
el agua nos amaba
las selvas eran nuestras
el éxtasis era nuestro espacio propio
tu mirada era el universo frente a frente
tu belleza era el sonido del amanecer
la primavera amada por los árboles
Ahora somos una tristeza contagiosa
una muerte antes de tiempo
el alma que no sabe en qué sitio se encuentra
el invierno en los huesos sin un relámpago
y todo esto por que tú no supiste lo que es la eternidad
ni comprendiste el alma de mi alma en su barco de tinieblas
en su trono de águila herida de infinito.
El sol (Extracto, José de Espronceda)
Para y óyeme ¡oh sol! yo te saludo
y extático ante ti me atrevo a hablarte:
ardiente como tú mi fantasía,
arrebatada en ansia de admirarte
intrépidas a ti sus alas guía.
¡Ojalá que mi acento poderoso,
sublime resonando,
del trueno pavoroso
la temerosa voz sobrepujando,
¡oh sol! a ti llegara
y en medio de tu curso te parara!
¡Ah! Si la llama que mi mente alumbra
diera también su ardor a mis sentidos;
al rayo vencedor que los deslumbra,
los anhelantes ojos alzaría,
y en tu semblante fúlgido atrevidos,
mirando sin cesar, los fijaría.
¡Cuánto siempre te amé, sol refulgente!
¡Con qué sencillo anhelo,
siendo niño inocente,
seguirte ansiaba en el tendido cielo,
y extático te vía
y en contemplar tu luz me embebecía!
Referencias
- Machado, A. (1990). Qué fácil es volar. Buenos Aires: Ediciones Colihue SRL.
- Mistral, G. (1985).Tala. Santiago de Chile: Pehuén Editores.
- Jiménez, J. R. (1983). La realidad invisible. Londres: Tamesis.
- Heredia, J. M. (2012). Poemas. Barcelona: Linkgua digital.
- Alberti, R. (1988). Poesía: 1939-1963. Madrid: Aguilar.