Historia

Teocentrismo: Edad Media, características y final


El teocentrismo es una doctrina que considera a la deidad como el centro del universo. Esta consideración engloba todos los ámbitos de la vida, desde ls filosófico hasta lo político. Así, todos los aspectos sociales, científicos, culturales o de poder quedan supeditados a la voluntad divina.

Esta manera de entender la realidad no es privativa de ninguna religión concreta, ya que puede darse partiendo de cualquier creencia. En el caso del cristianismo, el momento en el que el teocentrismo se aplicó de manera más generalizada fue durante la Edad Media en Europa.

En esa época, la sociedad europea estaba totalmente centrada en Dios. Las monarquías existentes se justificaban por voluntad divina y las clases eclesiásticas tenían, en muchas ocasiones, el poder de reforzar o destituir a los monarcas.

Eso mismo ocurría en el ámbito cultural, en el que muchas obras estuvieron prohibidas por ir en contra de las enseñanzas religiosas, o en el científico, en el que los investigadores veían sus trabajos prohibidos y sus vidas en riesgo si sus descubrimientos parecían contradecir lo escrito en la Biblia. A partir del siglo XV, este sistema perdió fuerza con la aparición del humanismo.

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Teocentrismo en la Edad Media

El término teocentrismo proviene de las palabras griegas “teo”, que significa dios, “kentron”, que traducido sería centro y “ismo”, que hace referencia a las doctrinas. En conjunto, vendría a ser aquella doctrina en la que dios es el centro.

La Iglesia como centro de poder

Tras la caída del Imperio romano, la Iglesia católica se fue convirtiendo en el centro de poder del continente. Sus monasterios eran los únicos lugares en los que se impartía educación y los reyes justificaban su derecho al trono mediante la religión.

En esa época, la mayoría de la población era analfabeta, lo que hacía necesario la existencia de una clase social que explicara las Sagradas Escrituras. Los sacerdotes asumieron ese rol, con lo que adquirieron un poder fundamental sobre el pueblo.

Además de legitimar a los reyes, los representantes de la Iglesia decidían qué pensamientos eran correctos y castigaban aquellos que consideraban contrarios a la religión. Este control no solo era social, sino que se extendía a la educación y la ciencia. Cualquier desviación de la ortodoxia era rápidamente eliminada.

Características del teocentrismo

Como se ha señalado, se define el teocentrismo como la doctrina que afirma que Dios es el centro del universo. Aunque la Edad Media no fue el único momento de la historia en el que fue el sistema filosófico dominante, esa época se ha convertido en uno de los mejores ejemplos, especialmente por el poder adquirido por la Iglesia en todos los ámbitos.

El teocentrismo medieval abarcaba todo lo existente. Todo se explicaba por la voluntad y mística divina, que estaba por encima de cualquier tipo de razón científica. Este pensamiento se prolongó hasta la llegada del Renacimiento, cuando los filósofos comenzaron a colocar al ser humano como centro de la creación, sin negar por ello la importancia de la religión.

Dios como centro y creador del universo

En la Edad Media, el teocentrismo provocaba que Dios no solo fuera considerado como el creador del universo, sino también como su centro. Todos los aspectos de la vida, desde la cultura hasta la ciencia, debía someterse a las doctrinas religiosas explicadas por el clero.

Supremacía de la fe

En este tipo de doctrinas la fe se encuentra por encima de la razón. De esta forma, fue común que algunos científicos, como Miguel Servet, fueran castigados por presentar descubrimientos contrarios a lo recogido en la Biblia.

Por otra parte, la Iglesia utilizó la fe para movilizar a las masas y la convirtió en una herramienta para obtener control político. Los líderes religiosos y espirituales se multiplicaron y fueron capaces de movilizar al pueblo para, por ejemplo, marchar a las cruzadas.

Teocentrismo y poder

En el aspecto político, la Edad Media se caracterizó por la participación de la Iglesia y el clero en los gobiernos.

La Iglesia, gracias al poder adquirido y a su capacidad de influencia sobre el pueblo, decidía aspectos como la posesión de las tierras y los impuestos que debían pagarse. La propia institución se convirtió en dueña de grandes extensiones de terreno.

Esta acumulación de poder había comenzado antes incluso de la desaparición del Imperio romano y con el tiempo fue fortaleciendo hasta imponer una sociedad teocrática.

Los propios monarcas, a pesar de su poder, debían recibir la bendición de la Iglesia y los emperadores eran coronados por los papas o los altos sacerdotes. La institución eclesiástica estableció una serie de organismos para controlar que no se produjeran desviaciones de la ortodoxia. La más conocida fue la Santa Inquisición.

De esta forma, la Iglesia vigilaba que no se modificara la realidad. Las relaciones humanas estaban ya prefijadas por las Santas Escrituras y cualquier intento de cambio era considerado como un alejamiento del orden divino.

Fin del teocentrismo

El final del teocentrismo se produjo cuando apareció una corriente filosófica que afirmaba la centralidad del ser humano en la existencia. Estas ideas estuvieron vinculadas al Renacimiento, el periodo histórico que surgió durante los siglos XV y XVI.

El propio nombre de Renacimiento hacía referencia al renacer de los ideales clásicos frente al oscurantismo teocéntrico de la Edad Media.

En esa época se produjeron multitud de cambios y descubrimientos que dieron paso a la modernidad: la aparición de nuevos estados en Europa; los descubrimientos de nuevas tierras; el ascenso de la burguesía; e importantes avances tecnológicos y científicos.

La nueva manera de concebir el mundo se vio favorecida por el final de la exclusividad de los monasterios sobre la educación y la cultura. Creció igualmente la libertad de pensamiento y se fundaron universidades.

La invención de la imprenta, que permitía que los libros se publicaran y distribuyeran más fácilmente, fue un aspecto fundamental en estos cambios.

Del teocentrismo al humanismo

La sentencia del filósofo griego Protágoras “el hombre es la medida de todas las cosas”, podría definir el pensamiento que surgió durante el Renacimiento para dejar atrás el teocentrismo. En esa época, se intentó separar la razón y la fe.

La corriente filosófica que sustituyó al teocentrismo fue el humanismo, que colocaba al hombre como el centro de todas las cosas. Los pensadores recuperaron las enseñanzas clásicas de los filósofos griegos y romanos, que habían sido en su mayoría prohibidos por la Iglesia.

Con esta nueva visión de la realidad, la sociedad fue haciéndose más abierta y dinámicas. Se sucedieron también avances en varios campos del saber, sin el temor de que sus descubridores fueran acusados de ir en contra de la religión.

De esta forma, la teoría heliocéntrica pudo ser publicada y se presentaron descubrimientos como el telescopio y la imprenta.

Referencias

  1. Enciclopedia de Historia. Teocentrismo. Obtenido de enciclopediadehistoria.com
  2. Marino, Alejo. Teocentrismo. Obtenido de historiando.org
  3. ABC. Teocentrismo (2ª parte) Edad Media. Obtenido de abc.com.py
  4. Encyclopedia. Theocentrism. Obtenido de encyclopedia.com
  5. Kemerling, Garth. Medieval Philosophy. Obtenido de philosophypages.com
  6. Mark, Joshua J. The Medieval Church. Obtenido de ancient.eu
  7. History Hit. How the Church Dominated Life in the Middle Ages. Obtenido de historyhit.com