Inmunidad pasiva: natural, artificial, recuento histórico
La inmunidad pasiva es una forma de inmunidad adquirida que no involucra la respuesta inmunológica de quien la recibe (huésped). Consiste en la transferencia de anticuerpos previamente producidos por un organismo expuesto a un antígeno a otro organismo que no se ha puesto en contacto con dicho antígeno.
La inmunidad se define como un estado de resistencia natural o adquirido contra algún agente infeccioso o alguna toxina o veneno. Un antígeno es una sustancia reconocida como extraña o tóxica que se une en el organismo a un anticuerpo específico y, como consecuencia, puede o no desencadenar una respuesta inmune.
La inmunidad pasiva puede adquirirse de manera natural o artificial. 1) La forma natural ocurre cuando, a través de la placenta, la madre transmite los anticuerpos al feto o por el calostro de la madre al recién nacido. 2) La forma artificial es cuando se administran anticuerpos específicos contra algún patógeno, toxina o sustancia extraña a un individuo que no es inmune.
La inmunidad pasiva adquirida de forma artificial fue la forma de tratamiento de las enfermedades infecciosas antes de la era de los antibióticos.
Actualmente se usa cuando se requiere una protección inmediata, para el tratamiento de enfermedades que cursan con inmunodeficiencia, para tratar algunos envenenamientos y en emergencias para tratar la rabia, el tétano o las mordeduras de ofidios (serpientes).
Ejemplos son el plasma sanguíneo humano o animal, la inmunoglobulina humana, los anticuerpos monoclonales y los sueros antiofídicos. La inmunidad pasiva no genera memoria y es de corta duración.
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Breve recuento histórico
Emil von Behring y Shibasaburo Kitasato, en 1890, reportaron que la inyección de toxinas de difteria o de la toxina de bacilos de tétanos a animales estimulaba en sus organismos la producción de sustancias que neutralizan dichas toxinas.
Más aún, el suero sanguíneo de estos animales que habían desarrollado antitoxina diftérica o tetánica, cuando se les inyectaba a otros animales sanos, les confería la inmunidad sin haber estado en contacto con los agentes causales e incluso curaba a los que ya estaban enfermos.
Estos autores concluyeron que la inmunidad estaba conferida por sustancias llamadas antitoxinas presentes en la sangre y que estas sustancias eran altamente específicas para proteger solo contra una enfermedad en particular y no contra otra.
Para la misma época, otros investigadores demostraron que la inmunidad adquirida podía ser transmitida de la madre al feto a través de la circulación y al recién nacido a través del calostro (la leche materna de los primeros días); fue después que se diferenció entre la inmunidad pasiva y activa.
Inmunidad pasiva natural
Este tipo de inmunidad pasiva es transmitida por la madre al feto o al recién nacido. Lo que se transmiten son anticuerpos que le confieren al feto o al recién nacido inmunidad humoral (que es la que tiene que ver con la producción de anticuerpos).
Los anticuerpos que le transmite la madre al feto a través de la placenta o por el calostro al recién nacido son inmunoglobulinas.
Las inmunoglobulinas, junto con las moléculas del complejo mayor de histocompatibilidad y los receptores para el antígeno de las células T, constituyen los tres tipos de moléculas que usa el sistema inmunológico para reconocer a los antígenos específicos.
Las inmunoglobulinas (Ig) son unas glucoproteínas pertenecientes al grupo de las gammaglobulinas plasmáticas producidas por los linfocitos B. Existen varias clases de anticuerpos denominados isotipos. Entre estos están: IgA, IgD, IgE, IgG e IgM.
IgG e IgA maternas
Los recién nacidos no tienen la capacidad de organizar una respuesta inmune eficaz contra los microorganismos. Sin embargo, los anticuerpos transmitidos por la madre le dan al feto y al recién nacido una acción protectora.
A través de la placenta, la madre le transmite al feto IgG y, a través de la leche, el neonato recibe IgA que funciona neutralizando los microorganismos que puedan colonizar el intestino. La IgG materna también está en la leche y se transporta desde el intestino al sistema circulatorio del recién nacido.
El paso de la IgG materna a través del intestino se da por medio de un receptor intestinal que posee el recién nacido, que es un receptor de IgG denominado receptor neonatal FcRN. Este receptor también tiene funciones de protección de la IgG contra la degradación celular.
Los anticuerpos IgG son las inmunoglobulinas más importantes, tanto dentro como fuera de los vasos. Actúan contra agentes infecciosos que se diseminan por vía sanguínea. Facilitan la fagocitosis de partículas pequeñas y pueden activar al sistema de complemento, aumentando así la actividad fagocítica.
La IgA son bastante abundantes y se producen en grandes cantidades por el tejido linfoide del intestino, en las vías genitourinarias y en las respiratorias.
Su función es impedir la entrada de organismos lesivos formando complejos no absorbibles en los sistemas de secreción externos del hombre. Estos son la saliva, las lágrimas y las secreciones bronquiales, nasales, intestinales y mamarias.
La leche humana contiene anticuerpos IgA contra una variedad de agentes infecciosos como el Vibrio cholerae, Campylobacter jejuni, Escherichia coli, Shigella, Salmonella y algunos Rotavirus. Esto protege al recién nacido de enfermedades diarreicas producidas por estos microorganismos.
Inmunidad pasiva artificial
En esta inmunidad se suministran anticuerpos específicos contra determinado antígeno. El huésped que recibe estos anticuerpos desarrolla inmunidad rápidamente, en cuestión de horas. Como esos anticuerpos no son fruto de una exposición al antígeno, no se guarda memoria.
Esta inmunidad dura solo unas pocas semanas, ya que las inmunoglobulinas inyectadas con el suero tienen una vida media después de la cual son metabolizadas. La inmunidad pasiva artificial también se puede adquirir al recibir células T de otro organismo.
Además de la rapidez con que se obtiene la inmunidad con la administración artificial de anticuerpos, a diferencia de la vacunación, la protección que se obtiene es independiente del estatus inmunológico del huésped.
Por ello es útil contra bioterrorismo y como terapia de elección en áreas endémicas en las que la vacunación tiene una pobre respuesta. También es útil en pacientes hospitalizados, desnutridos o con inmunodeficiencias o en aquellos pacientes en los que está contraindicada la vacunación.
El tipo de anticuerpo a ser utilizado para la terapia va a depender de la vía de administración, del microorganismo que se quiere combatir y de diversos factores económicos.
Por ejemplo, ciertas clases de IgA son más resistentes a la degradación proteolítica que otras y tienen la ventaja de poder ser administradas por vía oral, mientras que otras deben ser administradas por vía parenteral.
Referencias
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