Anatomía y fisiología

¿Cómo está Conformado el Sistema Inmunológico?


conformación del sistema inmunológico

El sistema inmunológico está conformado por una serie de tejidos, fluidos y órganos entre los que destacan la piel, la médula ósea o la sangre, entre otros. El sistema inmunológico o sistema inmunitario es la defensa natural del cuerpo hacia agentes externos.

El cuerpo combate y destruye agentes infecciosos que lo atacan antes de que causen algún daño. Si el sistema inmunológico funciona bien, protege al cuerpo de infecciones, y del contagio de enfermedades por virus o bacterias.

Existen dos tipos de sistemas inmunitarios, el innato y el adquirido. El sistema inmunitario innato está presente en todos los seres vivos y los protege frente a agresiones externas. Este puede detectar las células que representan un peligro para el cuerpo.

El sistema inmunitario adquirido se encuentra en los vertebrados. Son mecanismos de defensa más sofisticados que con el tiempo se adaptan para reconocer patógenos y atacarlos.

¿Cómo se encuentra conformado el sistema inmunológico?

1- Piel

La piel es la principal barrera del sistema inmunológico contra el exterior. Es el mayor órgano del cuerpo y lo envuelve por completo. Protege al organismo de las agresiones externas y contribuye a mantener la estructura del cuerpo.

La piel está dividida en dos partes, dermis y epidermis. La epidermis es la capa exterior de la piel que se encuentra en contacto con el medio ambiente.

La dermis es la parte interna de la piel donde se encuentran las fibras de colágeno y elasteno que mantienen la piel tersa.

2- Médula ósea

La médula ósea es el tejido viscoso que se encuentra dentro de los huesos largos como pueden ser el fémur, las vértebras, costillas, esternón… La médula ósea es la encargada de producir los linfocitos que forman parte del sistema inmune.

Además, la médula ósea es una de las partes más importantes del cuerpo humano, ya que todas las células sanguíneas derivan de células ubicadas dentro de la médula.

Hay que tener cuidado de no confundir la médula ósea con la médula espinal, que es la encargada de gestionar el sistema simpático y los impulsos del cuerpo.

Hay dos tipos de médula ósea, la roja y la amarilla. La médula ósea roja es la encargada de la creación de la sangre y se encuentra en los huesos planos como el esternón, las vértebras y costillas. La médula ósea amarilla se encuentra dentro de los huesos largos y es una reserva de energía.

3- Sangre

Es el tejido líquido conectivo encargado de transportar los nutrientes necesarios a todas las partes del cuerpo. La sangre está compuesta por glóbulos rojos, leucocitos o glóbulos blancos, plaquetas y plasma.

Además del transporte de nutrientes, la sangre también es una defensa contra las infecciones que amenazan al cuerpo.

Todas las células de la sangre se forman en la médula ósea, que se encuentra en el interior de los huesos.

4- Timo

Es el sistema linfoide del sistema inmunológico. El timo se encuentra activo durante la infancia y adolescencia, y luego con el paso del tiempo se va atrofiando.

Dentro de esta glándula se producen los linfocitos T, que son los encargados de conformar la respuesta inmune a los ataques exteriores al sistema inmune.

5- Sistema linfático

El sistema linfático forma parte del aparato circulatorio, y se encarga de transportar la linfa. La linfa es el excedente que sale de los capilares sanguíneos. Es un líquido incoloro que recorre los vasos linfáticos compuesto de glóbulos blancos y rico en proteínas.

La linfa recolecta el líquido intesticial de la sangre y defiende el cuerpo de patógenos externos.

6- Bazo

El bazo es el órgano encargado de eliminar las células viejas de la sangre y formar las nuevas, además de mantener la reserva de sangre. Es el centro del sistema inmune y forma parte del sistema linfático.

7- Mucosa

La mucosa es la capa de protección de los órganos, está conformada por el epitelio y el tejido conjuntivo que protege las paredes de los órganos internos.

¿Cómo actúan los componentes en el proceso inmunológico?

Cuando un agente infeccioso entra en el cuerpo, el sistema inmunológico lo reconoce como un agente extraño y lo intenta eliminar. Los cuerpos extraños que intentan acceder al organismo se conocen como antígenos.

Estos antígenos pueden ser de varios tipos; un virus, como puede ser el de la gripe; una bacteria, que intenta entrar por una herida abierta, etc.

El sistema inmunológico cuando detecta el antígeno, envía la primera línea de batalla a combatirlo, estos son los macrófagos.

Estas células se encuentran dentro del torrente sanguíneo en continuo movimiento para atacar los antígenos nada más que sean detectados.

Cuando el antígeno entra en el cuerpo y el macrófago lo detecta, este lo mete dentro de una célula. Cuando el antígeno y el macrófago están atrapados dentro de la célula, el macrófago comienza a destruir el antígeno dividiéndolo en pequeños trocitos que se llaman péptidos antigénicos.

Si no es un antígeno muy fuerte, este proceso sería suficiente para destruirlo y eliminarlo del organismo. Si por el contrario, el antígeno es más fuerte, este proceso no es suficiente y otras partes del sistema inmunitario deben interceder para acabar con el antígeno.

Si el proceso del macrófago no es suficiente, los péptidos antigénicos se unen a moléculas llamadas antígenos de leucocitos humanos (HLA). Esta unión provoca unas moléculas conocidas como complejos antigénicos que intentan escapar del macrófago.

Una vez que el complejo antigénico es liberado de la célula macrófaga, el resto del sistema inmunitario puede atacarlo. Los linfocitos de clase T pueden localizarlo una vez que este se encuentra en la superficie de la célula macrófaga.

Los linfocitos entonces emiten unas señales llamadas citocinas que hacen que más linfocitos T se desplacen hasta el lugar donde se encuentra el complejo antigénico. Esta señal, también alerta a los linfocitos B para que vayan produciendo anticuerpos.

Los anticuerpos que producen los linfocitos B, se unen al corriente sanguíneo para encontrar los antígenos existentes en el cuerpo.

Esto ayuda a que el antígeno no pueda reproducirse ni multiplicarse y lo concentra en un solo lugar del cuerpo.

Por último, una célula conocida como fagocito es la encargada de liberar el antígeno del cuerpo, expulsándolo para evitar el contagio de la enfermedad.

Referencias

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  2. ABBAS, Abul K.; LICHTMAN, Andrew HH; PILLAI, Shiv.Cellular and molecular immunology. Elsevier Health Sciences, 2014.
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