Los 101 Mejores Microrrelatos para Jóvenes y Adultos
Los microrrelatos o microcuentos son narraciones muy breves pero que resultan interesantes, emocionantes o comunican de alguna forman un gran concepto o significado. No tienen desarrollos de personajes o narraciones de hechos al detalle, pero son igualmente disfrutables.
Esta narrativa rompe con la estructura tradicional de introducción-nudo-desenlace, yendo directo al nudo, y deja en manos del lector un mayor grado de imaginación y creación, debido al contenido implícito en la misma.
-Con claridad soñó que el que lo creaba, moría. Al día siguiente no pudo despertar ninguno de los dos. -Dibujo, (Ana María Mopty de Kiorcheff).
-En mitad de la noche, la sábana se despertó y salió a trabajar. -Fantasma tradicional (Eugenio Mandarini).
-Una mujer está sentada sola en una casa. Sabe que no hay nadie más en el mundo: todos los otros seres han muerto. Golpean a la puerta. -Mensaje (Thomas Bailey Aldrich).
-Cuando se abrieron las puertas del infierno descubrimos que la mayoría de los demonios ya estaban fuera. -Demonios.
-Antes de caer pude ver cómo mis sueños se escapaban rápidamente por los pasillos del metro. -Huída (Ricardo Reques).
-De nuevo lo golpeó la realidad, con saña. Quiso aislarse del mundo. Borrarlo. Reconstruirlo. Y escribió el poema. -Poema, I (Alba Omil).
-No se enamoró de ella, sino de su sombra. La iba a visitar al alba, cuando su amada era más larga. –Calidad y cantidad (Alejandro Jodorowsky).
-Aquel hombre era invisible, pero nadie se percató de ello. -Gabriel Jiménez Eman.
-Todo eran risas cuando el circo llegó. Luego vinieron los asesinatos. -Circo.
-Mi pareja me pidió un poco de tiempo. Yo retrasé 5 minutos el temporizador de la bomba. -Tiempo.
-El ciego agonizante descubrió que le esperaba una oscuridad mayor que la que le había envuelto en vida. -Al otro lado.
-“Rápido”, dijo, “arrojad a ese río las cenizas del Fénix”. -Corazonada (Antonio Cabrera).
-Con dos años se subió al tobogán más alto del parque y se tiró de cabeza. Su madre aún sigue esperando a que baje. -David Generoso.
-Salgo a la calle y hay calle. Me echo a pensar y hay siempre pensamiento. Esto es desesperante. -Contra el secreto profesional (César Vallejo).
-Leímos todo cuanto había sido escrito sobre el amor. Pero cuando nos amamos descubrimos que nada había sido escrito sobre nuestro amor. -Tú y yo (Marco Denevi).
-Mientras subía y subía, el globo lloraba al ver que se le escapaba al niño. -El globo (Miguel Saiz Álvarez).
-Las ramas se poblaron de pájaros. Sonó un disparo y el árbol cayó pesadamente. -Pájaros (César Antonio Alurralde).
-El escenario del crimen estaba lleno de actores. Todos muertos. -Actuación.
-Tras someterle a mil y una pruebas, los extraterrestres le devolvieron a casa. No sin antes recomendarle bajar su colesterol. -Examen.
-Yo, que tantos hombres he sido, no he sido nunca aquel en cuyo abrazo desfallecía Matilde Urbach. -Gaspar Camerarius.
-Si evaporada el agua el nadador todavía se sostiene, no cabe duda: es un ángel. -Prueba de vuelo (Eugenio Mandarini).
-Una vez soñé que escribía un cuento. Al despertar del sueño también desperté del cuento que ahora cuento como un sueño escrito. -Sueño (Luis Enrique Mejía Godoy).
-Cuando estaba escribiendo el cuento más breve de su vida, la muerte escribió otro más breve todavía: ven. -Desinencia (Juanjo Ibáñez).
-Despertaron en la misma cama, pero cada uno estaba en otro lugar desde hacía tiempo. -David Generoso.
-Cuando Gregorio Samsa se despertó una mañana después de un sueño intranquilo, gritó al ver sobre su cama a un monstruoso insecto. -Metamorfosis.
– Cuando la Muerte vino a reclamar su alma el jugador dijo que la había perdido en una apuesta. -Apuesta.
-El suicida se cuelga del cuello con el cable telefónico. La ciudad queda a oscuras. -Oscurecimiento (Antonio Di Benedetto).
-No tuvo que apretar el gatillo: bastó que lo forzara a morderse la lengua. -Lengua de víbora (Jaime Valdivieso).
-Si yo fuera a escribir todo lo que pienso de la grulla ¡qué aburrimiento sería! -Libro de la almohada (Sei Shonagon).
-“¿Mamá, podemos dejar de jugar al escondite? Estoy cansada”. “Aún no, cariño. Fuera papá sigue gritando.” -Escondite.
-Se nos acabó el amor. Nos separamos. Cada cual cogió por su lado. -En estricto sentido (Jaime Muñoz Vargas).
-Ya casi estábamos llegando al pueblo cuando la autoestopista dijo: “En esa curva me maté”. – Autoestop.
-Le regaló un collar de luciérnagas para volver a ella de noche. A los dos meses murieron los insectos y él ya no supo encontrarla. -David Generoso.
-Cuando se fueron los hombrecillos verdes llegaron los hombres de negro y luego todo se volvió gris. -Colores.
-Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí. -El Dinosaurio (Augusto Monterroso).
-Cuando despertó, suspiró aliviado: el dinosaurio ya no estaba ahí. -El dinosaurio (Pablo Urbanyi).
-Le propuso matrimonio. Ella no aceptó. Y fueron muy felices. -Enamorado.
-La mujer que amé se ha convertido en fantasma. Yo soy el lugar de las apariciones. -Cuento de horror, Juan José Arreola.
-El pueblo recibió con ilusión la llegada del circo. Por fin habría trabajo, aunque fuera de domador. -Pan y circo.
-Un ciego, con su bastón blanco, en medio del desierto llora sin poder encontrar su camino porque no hay obstáculos. -El problema del ciego (Alejandro Jodorowsky).
-Él llegó con la corbata mal puesta. Ella fingió seguir leyendo. Un elefante rosa comía en el salón. -Alberto Piernas.
-El conde me ha invitado a su castillo. Naturalmente yo llevaré la bebida. -La última cena (Ángel García Galiano).
-Al despertar, Augusto Monterroso se había convertido en un dinosaurio. “Te noto mala cara”, le dijo Gregorio Samsa, que también estaba en la cocina. -Cien (José María Merino).
-Subir al tercer piso le toma cincuenta y ocho segundos. Decide terminar. Abre la puerta. Naufraga en sus ojos, color de miel. -Fracaso (Felipe Garrido).
-Se atragantó con un delicioso caramelo que tenía el diámetro exacto de su garganta. Su final fue muy dulce. -David Generoso.
-Una jaula fue en busca de un pájaro. -Reflexiones sobre el pecado, el dolor, la esperanza y el verdadero camino (Franz Kafka).
-Salió por la puerta y de mi vida, llevándose con ella mi amor y su larga cabellera negra. -Dolores zeugmáticos (Guillermo Cabrera Infante).
-El terrorista llevaba una bomba de relojería en la mochila. Entró en pánico al ver que su reloj se había parado. -Bomba.
-“Te devoraré”, dijo la pantera. “Peor para ti”, dijo la espada. -Amenazas (William Ospina).
-“Yo te voy a sacar derecho, mocoso”, le dijo mi vecina al hijo y le dobló la espalda con los golpes. -Derecho (Orlando Enrique Van Bredam).
-En Sumatra, alguien quiere doctorarse de adivino. El brujo examinador le pregunta si será reprobado o si pasará. El candidato responde que será reprobado. -Jorge Luis Borges.
-Estabas a ras de tierra y no te vi. Tuve que cavar hasta el fondo de mí para encontrarte. -Ágrafa musulmana en papiro de oxyrrinco (Juan José Arreola).
– Fracasé. Soy, como todo el mundo lo sabe, un perfecto desconocido. -Autobiografía (Jaime Muñoz Vargas).
-Leí el papel que tenía delante de mis ojos: “Renuncia a toda esperanza. A partir de ahora tu alma nos pertenece”. Aun así yo firmé, era mi primer contrato laboral. -Firma.
-Finalmente recurrí el valor para declararme a mi amor con el corazón en la mano. Ella solo gritó al ver tanta sangre. -Declaración de amor.
-Recuerda: una vez acabado el grito y encendidas las luces, según las reglas del juego siempre debo mentir. ¿Ahora me crees? -Asesinato en la oscuridad (Margaret Atwood).
-Tan pronto el sacerdote concluyó la frase “…y formaréis una sola carne”, el novio, excitado, se lanzó a devorar a la novia. -Una sola carne (Armando José Sequera).
-Lanzaba con presteza uno tras otro los cuchillos a su mujer, quien los recibía con el trapo para secarlos. -Escena conyugal (Luis Felipe Hernández).
-Se amaron después de tantas dificultades que en el lecho nupcial les pareció que amarse no valía gran cosa. -El Cid y Jimena (Marco Denevi).
-Los senos de aquella mujer, que sobrepasaban pródigamente a los de una Jane Mansfield, le hacían pensar en la pobreza de tener únicamente dos manos. -Pobreza (Edmundo Valadés).
– Me encantas, bruja, en tu vuelo nocturno. Así le dijo, lo que siempre había querido escuchar. Pero siguió de largo. Era el día de los malos augurios. -Trece (Pía Barros).
-Al verse despierto después de un mal sueño se dijo: “¡Qué alivio! Estoy fuera de la celda”. Pero aún seguía durmiendo. -Seguía dormido (Antonio Fernández Molina).
-Hoy después de comer he retirado el mantel, he lavado los platos, y un día estaré muerto. – Sobremesa o fin de mundo (Eloy Tizón).
-Los niños entraron a la casa y destrozaron las jaulas. La mujer encontró los cuerpos muertos y enloqueció. Los pájaros no regresaron. -Pequeños cuerpos (Triunfo Arciénegas).
-A la altura del sexto piso se angustió: había dejado el gas abierto. -El suicida (José María Peña Vázquez).
-Hoy los maté. Ya estaba harto de que me llamaran asesino. -Justicia (Jaime Muñoz Vargas).
-Si no hubiese sido por mi cuerpo, habría sido casta. -De Catalina de Rusia (Marco Denevi).
-Tras una discusión, coloqué a mi mujer sobre la mesa, la planché y me la vestí. No me sorprendió que resultara muy parecida a un hábito. -Cotidiana (Miguel Gómes).
-Decía que podía volar, pero lo que más sorprendía a la gente es que un pájaro pudiera hablar. -Sorpresa.
-Señora, si usted tuviera idea de mi soledad, no me exigiría que comprara cinco pesos de perejil: me vendería diez centavos. -Mercado (Gonzalo Celorio).
-Y después de hacer todo lo que hacen se levantan, se bañan, se entalcan, se perfuman, se visten, y así progresivamente van volviendo a ser lo que no son. -Amor 77 (Julio Cortázar).
-Se parecía a ese loco que corría por las calles con lágrimas en los ojos, buscando su cabeza en todas las esquinas. -Todo (Ladislav Klima).
-Dios todavía no ha creado el mundo; solo está imaginándolo, como entre sueños. Por eso el mundo es perfecto, pero confuso. -Juan José Arreola.
-Soñé que un niño me comía. Desperté sobresaltado. Mi madre me estaba lamiendo. El rabo todavía me tembló durante un rato. -El sueño (Luis Mateo Díez).
-Despiértese, que es tarde, me grita desde la puerta un hombre extraño. Despiértese usted, que buena falta le hace, le contesto yo. Pero el muy obstinado me sigue soñando. -69 (Ana María Shua).
-Todas las mañanas llego a la oficina, me siento, enciendo la lámpara, abro el portafolios y, antes de comenzar la tarea diaria, escribo una línea en la larga carta donde, desde hace catorce años, explico minuciosamente las razones de mi suicidio. -La carta (Luis Mateo Díez).
-No mató por matar: es que se moría por matar. -El asesino (David Lagmanovich).
-Tres veces soñó que le ponían alas; se propuso no soñar como niño o como beata, y se fue, dormido, sin alas. (Ana María Mopty de Kiorcheff).
-Y luego, había el niño de nueve años que mató a sus padres y pidió al juez clemencia porque él era huérfano. -Carlos Monsiváis.
Todo se imaginó Superman, menos que caería derrotado en aquella playa caliente y que su cuerpo fundido, serviría después para hacer tres docenas de tornillos de acero, de regular calidad. -Fundición y forja (Jairo Aníbal Niño).
-Hay miradas de seres en el universo que son felices -y no te conocen… ¿Por qué, pues, soy yo el único hombre para quien tú eres toda la felicidad del mundo? -El transeúnte (Rogelio Echavarría).
-Dos personas esperan en la calle un acontecimiento y la aparición de los principales actores. El acontecimiento ya está ocurriendo y ellos son los actores. -Notebooks (Nathaniel Hawthorne).
-Soñabas con rosas envueltas en papel de seda para tus aniversarios de boda, pero él jamás te las dio. Ahora te las lleva todos los domingos al panteón. -Rosas (Alejandra Basualto).
-Se lo pasaba sentado todo el día, su trabajo al menos así lo exigía. Solo fue necesario un impulso de sus manos en el sillón de ruedas. -El Sillón (César Antonio Alurralde).
-Estás en casa, y es de noche, y apagas la última luz. Qué extraño: de pronto todo desaparece. – Los libros, los cigarrillos, tu hijo y sus juguetes, el rostro de tu esposa (Pedro Ugarte).
-Fueran cuales fueran los resultados -declaró el enfermo, tres días después de la operación- la actual terapéutica me parece muy inferior a la de los brujos, que sanaban con encantamientos y con bailes. -Post-operatorio (Adolfo Bioy Casares).
-Le escribió tantos versos, cuentos, canciones y hasta novelas que una noche, al buscar con ardor su cuerpo tibio, no encontró más que una hoja de papel entre las sábanas. -Motivo literario (Mónica Lavín).
-Era un hombre que venía del desierto e iba hacia el desierto. Cruzó por allí mismo lento, cansino, desbrozado, sediento, quizás, de lluvia, y vio un oasis de agua tierna y paciente. Esperaba morir de todas formas, más pronto que tarde. Pasó, pues, sin inmutarse, y no bebió. -José Calderón González.
-Se sabe de un viajero de comercio a quien le empezó a doler la muñeca izquierda, justamente debajo del reloj de pulsera. Al arrancarse el reloj, saltó sangre: la herida mostraba huellas de unos dientes muy finos. -Historias de cronopios y de famas (Julio Cortázar).
-El único momento en que Sancho Panza no dudó de la cordura de don Quijote fue cuando lo nombraron (a él, a Sancho) gobernador de la ínsula Barataria. -Don Quijote cuerdo (Marco Denevi).
– Con los soles de finales de marzo mamá se animó a bajar de los altillos las maletas con ropa de verano. Sacó camisetas, gorras, shorts, sandalias, y aferrado a su cubo y su pala, también sacó a mi hermano pequeño, Jaime, que se nos había olvidado. […]-Fantasma (Patricia Esteban Erlés).
-Un día la ciudad desapareció. De cara al desierto y con los pies hundidos en la arena, todos comprendieron que durante treinta largos años habían estado viviendo en un espejismo. -Cuento de arena (Jairo Aníbal Niño).
-Era una vez un niño que nació en un desierto insospechado. Creció entre los abrojos, las rocas empedernidas y las heladas noches, bajo la guarida pobre como única protección. Y lo prefería frente a las inclemencias de los hombres, de los que solo había oído nombrar sus obras. -José Calderón González.
-Descuelga el teléfono. Al otro lado escucha la voz de su madre, muerta diez años antes. A través de la megafonía anuncian que hoy servirán las comidas en las habitaciones. -David Generoso.
-Verse y amarse locamente fue una sola cosa. Ella tenía los colmillos largos y afilados. Él tenía la piel blanda y suave: estaban hechos el uno para el otro. -A primera vista (Poli Délano).
-Con los soles de finales de marzo, mamá se animó a bajar de los altillos las maletas con ropa de verano. Sacó camisetas, gorras, shorts, sandalias, y aferrado a su cubo y su pala, también sacó a mi hermano pequeño, Jaime […]. Llovió todo abril y todo mayo. -Cubo y pala (Carmela Greciet).
-Hubo una vez un Rayo que cayó dos veces en el mismo sitio; pero encontró que ya la primera había hecho suficiente daño, que ya no era necesario, y se deprimió mucho. -El rayo que cayó dos veces en el mismo sitio (Augusto Monterroso).
– Es ya de madrugada. En el ático, la vecina se deja mecer, anclada a su butaca, por las imágenes del televisor. El volumen del noticiario se cuela entre las persianas de los pisos. Un perro aúlla a la oscuridad. Ha sido el primero en vencer la muerte. -Olfato animal (Álex Oviedo).
-Cuando el viajero miró hacia atrás y vio que el camino estaba intacto, se dio cuenta de que sus huellas no lo seguían, sino que lo precedían. -Misterios del tiempo (Alejandro Jodorowski).
-[…] Aquella mujer que, al cerrar con llave la puerta de su dormitorio en una casa desconocida, oyó una débil voz entre las cortinas de la cama diciéndole: ‘Ahora estamos encerrados por toda la noche’. -A School Story (M. R. James).
-No sabemos si fue a causa de su corazón de oro, de su salud de hierro, de su temple de acero o de sus cabellos de plata. El hecho es que finalmente lo expropió el gobierno y lo está explotando. Como a todos nosotros. -Éste tipo es una mina (Luisa Valenzuela).
-Chuang Tzu soñó que era una mariposa. Al despertar ignoraba si era Tzu que había soñado que era una mariposa o si era una mariposa y estaba soñando que era Tzu. -Sueño de la mariposa (Chuang Tzu).
-He pensado que algún día me llevarías a un lugar habitado por una araña del tamaño de un hombre y que pasaríamos toda la vida mirándola, aterrados. -Los poseídos (Fiódor Dostoievski).
-Hay novelas que aun sin ser largas no logran comenzar de verdad hasta la página 50 o la 60. A algunas vidas les sucede lo mismo. Por eso no me he matado antes, señor juez. -Carta del enamorado (Juan José Millás).
-Hay novelas que aun sin ser largas no logran comenzar de verdad hasta la página 50 o la 60. A algunas vidas les sucede lo mismo. Por eso no me he matado antes, señor juez. -Carta del enamorado (Juan José Millás).
-El camello había pasado ya la mitad de su cuerpo por el ojo de una aguja cuando dijo una mentira, le crecieron algo más las dos jorobas y quedó allí atrapado para siempre. -El camello (Eduardo Berti).
-“¿Quieres soplarme en este ojo?”, me dijo ella. “Algo se me metió en él que me molesta”. Le soplé en el ojo y vi su pupila encenderse como una brasa que acechara entre cenizas. -Ardiente (José de la Colina).
-Perseguido por tres libélulas gigantes, el cíclope alcanzó el centro del laberinto, donde había una clepsidra. Tan sediento estaba que sumergió […] su cabeza en las aguas […]. Bebió sin mesura ni placer. Al apurar la última gota, el tiempo se detuvo para siempre. -La clepsidra (Javier Puche).
– El último ser humano vivo lanzó la última paletada de tierra sobre el último muerto. En ese instante mismo supo que era inmortal, porque la muerte solo existe en la mirada del otro. -Después de la guerra (Alejandro Jodorowski).