Lengua y literatura

Horacio Quiroga: biografía, obras y premios recibidos


Horario Quiroga (1878-1937), conocido como el maestro del cuento latinoamericano, fue uno de los escritores más prolíficos de este género literario. Conoció en su propia piel los lúgubres matices de la tragedia humana; sin embargo, fue capaz de sublimar el horror de sus desgracias personales para transformarlas en verdaderas joyas del arte narrativo.

Por azares del destino, el joven Horacio recibió una invitación que lo marcó para siempre. Incursionó en compañía de su maestro para fotografiar ruinas en la espesura de la selva argentina; cada obturación fue despertando en su espíritu el hambre de aventuras.

Desde entonces, dedicó buena parte de su vida a capturar con palabras esa vegetación y sus criaturas, captando al detalle su crudeza y ternura. Quiroga es referente obligatorio de las letras universales, autor indispensable para quienes deseen sumergirse en el imaginario del sur agreste.

La prosa de Quiroga en ocasiones se tiñe con el color de la muerte, y no es para menos, ya que la misma siempre estuvo presente en la vida de este escritor.

Índice del artículo

Biografía

Primeros años e infancia

Horacio Quiroga fue el hijo menor de Prudencio Quiroga y Juana Petrona Forteza. Horacio Silvestre Quiroga Forteza, nació en la ciudad de Salto, Uruguay, el 31 de diciembre de 1878. Tuvo tres hermanos mayores: Pastora, María y Prudencio.

Su padre fue un revolucionario argentino cuyo ancestro fue el célebre caudillo liberal Facundo Quiroga, actor importante en la historia política de su nación.

Se desempeñó como vicecónsul y también fue propietario de una compañía especializada en negocios marítimos, contando además con su propia fábrica de embarcaciones.

Su madre provenía de una familia vinculada con los círculos literarios y artísticos de Uruguay. Horacio aprendió de ella a amar las narraciones y los libros.

La familia Quiroga-Forteza estaba consolidada en lo económico y lo afectivo. Sin embargo, una nube negra cubrió la alegría de ese hogar: siendo un bebé, Horacio contrajo una afección pulmonar que le generaba fuerte tos.

Inicio de la tragedia

Por recomendación médica, sus padres fueron a pasar unos días en una finca cercana con clima cálido. A solo dos meses de nacido Horacio fue testigo (desde los brazos de su madre) del accidente que le dejó huérfano de padre.

En un tropiezo al bajarse de su embarcación, una escopeta cargada lanzó un tiro certero en la cabeza. Esta secuencia de infortunios arrebató la vida a Prudencio Quiroga en 1879.

Viuda, con cuatro hijos a espaldas, “Pastora” (como llamaban a su madre) se propuso recomponer su vida y sus finanzas, así que se casó con un salteño llamado Ascencio Barcos.

Todo apunta a que fue un padrastro benévolo y atento con los hijos de su consorte; sin embargo, de nuevo la sombra del luto cubriría el ahora hogar Barcos-Forteza.

Otra tristeza

En 1896 Ascencio fue víctima de una hemorragia cerebral. Esto lo dejó semiparalizado y con problemas graves al hablar.

Estas secuelas fueron muy difíciles de sobrellevar. Preso de la desesperación y la impotencia, decidió acabar con su vida de un escopetazo. Esto lo hizo precisamente cuando Horacio (ya un adolescente) estaba entrando a la habitación en la que se hallaba su padrastro.

Experiencia en la selva

Quiroga recibió parte de su formación en el Instituto Politécnico de Salto. Allí conoció a quien sería su padrino en letras, el también escritor Leopoldo Lugones, nacido en 1898.

Fue precisamente él quien lo invitó después como ayudante de fotografía en una jornada de exploracion a las ruinas de una construcción jesuítica ubicada en la selva de Misiones, Argentina.

El ambiente del lugar y su efecto benéfico en su salud cautivaron al joven uruguayo, por lo que luego hizo una casa de madera con sus propias manos al borde del río Paraná en donde estableció su hogar.

Letras debutantes

De regreso a la ciudad, el joven Horacio ingresó a la esfera literaria. Dio señales de acercamiento a la escritura con su poemario Los arrecifes de coral en 1901.

Sus autores de cabecera fueron el estadounidense Edgar Allan Poe, el francés René Albert Guy de Maupassant y el italiano Gabriele D’Annunzio.

Aprendió el arte de hacer cuentos de manera autodidacta, errando y corrigiendo. En meido de esta experimentación, Quiroga elaboró relatos para publicaciones periódicas.

Con el fin de intercambiar saberes y técnicas, realizó encuentros con un grupo de compañeros afectos a lectura y la escritura, conformando lo que llamaron “El consistorio del Gay saber”. Quiroga, quien también mostraba inclinaciones periodísticas, fundó la Revista de Salto.

Asesinato

La muerte intervino nuevamente en la vida de Quiroga. Su amigo, Federico Ferrando recibió un llamado a batirse en duelo con un periodista.

Horacio, preocupado por Fernando que desconocía de armas, se ofreció para revisar y ajustar la pistola que usaría en la contienda. Por accidente el arma se disparó, matando a su amigo en el acto.

Cuatro días permaneció Horacio en prisión, hasta que se determinó su inocencia y quedó en libertad. Fue una dolorosa vivencia para Horacio, quien tenía entonces 24 años.

Irónicamente, unos días antes Horacio había concluido uno de sus cuentos llamado “El tonel del amontillado” (cuento homónimo de Poe escrito en su honor) en el que el protagonista quita la vida a su amigo.

Vida profesional

En 1903 empezó a enseñar como profesor de Literatura en secundaria, pero desistió en su intento por enseñar, ya que los estudiantes no parecían tener ni interés.

Optó por ganarse el pan haciendo lo que le gustaba. En 1905 comenzó a trabajar como colaborador en una revista semanal de gran difusión llamada Caras y Caretas. También escribió para otras publicaciones de la época.

Estos encargos tenían pautas estrictas que debían cumplirse para ser publicado. Más que un obstáculo, esto representa una guía para afinar las habilidades narrativas del uruguayo.

Nupcias

En 1909, con treinta años de edad, Horacio se enamoró y se casó con su alumna Ana María Cieres. Ella lo inspiró para escribir una novela: El amor turbio.

En ese entonces Quiroga era propietario de un terreno en San Ignacio, selva de Misiones, y allí fue a vivir el matrimonio. A los dos años nació su primogénita, Eglé; un año después llegó el segundo hijo de la familia, Darío.

Horacio se encargó de educar personalmente a sus hijos no solo en lo académico, sino en lo relacionado con la supervivencia en la selva y con el fortalecimiento del carácter.

En aquel entonces, además de realizar sus labores de escritor, Horacio se desempeñaba como juez de paz en la localidad donde residía.

El juez de paz del pueblo tenía funciones similares a las de un jefe civil; por tanto, llevaba registro de los nacimientos, defunciones y otros eventos.

Quiroga, en su particular estilo, dejaba asentados estos acontecimientos en papelitos que guardaba en una lata de bizcochos. Todo parecía marchar bien, pero una nueva tragedia estaba en puerta.

Suicidio

Unos afirman que por celos y otros sostienen que por no poderse adaptar al entorno selvático; lo cierto es que, en un arrebato irracional, la joven esposa ingiere un antiséptico que la envenena.

La agonía le duró 8 largos días, en los cuales se arrepintió de lo hecho pero no hubo reversa. María falleció de hemorragia intestinal. El 10 de febrero de 1915, Horacio quedó solo con sus dos hijos.

Impactado y deprimido por lo ocurrido, y en su nueva y difícil condición de padre-viudo, Horacio quemó en una hoguera todas las pertenencias y fotografías de su esposa muerta.

Vuelta a la ciudad

Salió para Buenos Aires y alquiló un sótano para vivir con los niños. Allí escribió sus Cuentos de la selva, libro de relatos sobre animales con los que seguramente entretenía y enseñaba a sus pequeños.

En 1916 conoció a la escritora Alfonsina Storni. Una amistad muy estrecha los unió desde entonces. Él la invitó a irse con él a Misiones, pero ella declinó el ofrecimiento. Sin embargo, sus afectos permanecieron.

Transcurrido un tiempo, Quiroga se enamoró de otra joven llamada Ana María. Con solo 17 años, la chica no obtuvo permiso de sus padres para la relación, quienes le hicieron la guerra al escritor hasta que se separaron. Este hecho inspiró otra de sus novelas. Pasado amor.

En 1927 Quiroga volvió a enamorarse. Esta vez fue de una compañera de estudios de su hija. La jovencita se llamaba María Elena Bravo y era 30 años menor que su pretendiente. Sin embargo, ella lo aceptó.

Segundas nupcias

El renombrado escritor se casó con María Elena Bravo y dejó Buenos Aires para internarse en Misiones con su nueva esposa. En 1928 nació su tercera hija, María Elena, apodada “pitoca” por su padre.

A los nueve años de matrimonio la relación se deterioró. María Elena abandonó a Horacio y se llevó a su hija a Buenos aires.

Enfermedad y muerte

Quiroga, ya consolidado como escritor, permaneció en Misiones a pesar de presentar problemas de salud; fuertes dolores abdominales lo aquejaban. Se internó en el Hospital de Clínicas de Buenos Aires, donde permaneció largo tiempo.

Al llegar supo de un paciente recluido en el sótano con una grave enfermedad degenerativa que le deformaba el rostro. Como acto de humanidad, Quiroga pidió que se le asignara como compañero de cuarto.

Desde ese momento Vicente Batistessa, que así se llamaba el hombre confinado, se convirtió en amigo y confidente de Quiroga hasta que su vida se apagó.

Un largo tiempo transcurrió para que le revelaran el diagnóstico a Quiroga: tenía un cáncer terminal en la próstata, sin posibilidad de intervención ni cura.

El mismo día del diagnóstico pidió permiso para ir ver a su hija. Salió del hospital y deambuló por la ciudad e hizo una compra. De noche regresó al hospital y sacó de la bolsa el producto: un frasquito de cianuro.

Vertió un poco en un vaso ante la mirada comprensiva de Batistessa, quien no pronunció palabra. Apuró el contenido del vaso y se acostó a esperar. La muerte llegó de nuevo, pero esta vez vino por él. Era el 17 de febrero de 1937.

Obras de Horacio Quiroga

Horacio Quiroga, no solo cultivó el arte de escribir cuentos, también fue dramaturgo y poeta.

  • En 1888 escribió El Tigre.
  • En 1901 publicó su primer libro de poesía: Los arrecifes de coral.
  • En 1904 y 1907 salieron a la luz sus cuentos El crimen del otro y El almohadón de plumas.
  • En 1908 escribió su primera novela Historia de un amor turbio.
  • En 1917 se publicaron sus célebres Cuentos de amor de locura y de muerte.
  • En 1918 escribió Cuentos de la selva.
  • En 1920 publicó los cuentos El hombre muerto y El salvaje. También en este año escribió la obra de teatro Las sacrificadas.
  • En 1921 apareció su compilación de cuentos Anaconda.
  • En 1924, 1925 y 1926 escribió El desierto, La gallina degollada y otros cuentos y Los desterrados, respectivamente.
  • 1929 es el año de publicación de su novela Pasado amor.
  • En 1931 escribió, en colaboración con Leonardo Glusberg, el libro de lectura para niños Suelo natal.
  • En 1935, 1937 y 1939 escribió Más allá, El sillón del dolor, Amor de madre y Nada mejor que soñar.
  • También escribió teoría sobre el arte de contar en La retórica del cuento, en su libro Sobre literatura, y en su Decálogo del perfecto cuentista, seguido por unos y refutado por otros.

Premios recibidos

Con su escrito Cuento sin razón ganó en 1901 el segundo lugar (Premio al Talento) en el concurso patrocinado y promovido por la publicación mensual de Montevideo “La Alborada”. Este es el único premio registrado en vida.

Otros oficios

Quiroga, además de un famoso escritor, realizó múltiples actividades que nada tenían que ver con su oficio, pero estos iban en perfecta consonancia con su inquieto espíritu.

Con la idea de generar ingresos, incursionó en la destilación de licores cítricos. Laboró en la extracción del carbón, trabajó en una cantera, incursionó en el cultivo de hierba mate y elaboró dulces llamados Yatei.

No conforme con esto, elaboró inventos para resolver problemas en su finca, así como un artilugio para aniquilar hormigas.

Apodos

  • Durante su juventud lo llamaban “el hombre de la bicicleta”, por su gran pasión con todo lo relacionado con el ciclismo.
  • Alrededor de 1920 lo llamaban “El loco de la moto” al verlo pasar con su Harley Davidson (con puesto lateral) en el pueblo de San Ignacio en Misiones. Cabe señalar que para la época, andar en un aparato de esas características era toda una excentricidad.
  • Sus vecinos también le llamaban “El Salvaje”.