Higiene mental: qué es y consejos para tenerla
¿Qué es la higiene mental?
La higiene mental es un concepto que se usa para definir el conjunto de actividades que permiten a una persona tener salud mental y estar en equilibrio con su entorno sociocultural, así como prevenir comportamientos negativos.
Asimismo, pretenden aportar estabilidad emocional e incrementar la calidad de vida de las personas.
Según este concepto, cada persona posee un control individual sobre su funcionamiento, que le permite regular su estado de integración y bienestar. Conseguir estar en armonía con el entorno sociocultural es una tarea imprescindible para el bienestar de toda persona.
Sin embargo, a menudo aparecen elementos y obstáculos que pueden complicar esa armonía.
El concepto de higiene mental defiende la capacidad y la autonomía de cada individuo para la consecución de tales objetivos.
Toda persona tiene capacidad para encontrar las conductas que le proporcionan bienestar y de llevarlas a cabo. Los individuos que lo consiguen, poco a poco van construyendo una realidad gratificadora para ellos.
Consejos para conseguir higiene mental
1. Satisfacción de necesidades básicas
El primer paso para desarrollar la higiene mental radica en la satisfacción de las necesidades básicas. Se trata de encontrar un equilibrio entre esas necesidades más primarias y las conductas que realizamos.
Llevar una dieta satisfactoria, descansar adecuadamente, mantener relaciones sexuales cuando lo requerimos… Todas estas actividades satisfacen una necesidad biológica. Cuando se reprimen, tanto nuestro estado físico como el emocional se desestabilizan.
De este modo, el primer requisito que se debe tener en cuenta a la hora de alcanzar un estado de armonía total consiste en conseguir un adecuado equilibrio interno.
No trates de hacer una dieta muy estricta que te provoca malestar para perder peso. No reduzcas tus horas de sueño en exceso para incrementar tu actividad. No reprimas tus necesidades sexuales de forma constante.
Estas acciones se realizan con mucha frecuencia en nuestra sociedad. Sin embargo, el resultado es un desequilibrio personal. Trata de armonizar estos aspectos básicos para no disminuir tu calidad de vida.
2. Cuidado de la autoestima
La satisfacción de las necesidades básicas aportarán un mínimo de equilibrio, pero no asegurarán que estés bien contigo mismo. Para poder conseguirlo, debes aceptarte tal y como eres, agradarte y, sobre todo, quererte.
Este aspecto es muy importante, ya que si uno no se quiere a sí mismo le costará mucho querer a los demás. Del mismo modo, si uno no está bien consigo mismo, le costará mucho estar en equilibrio con su entorno sociocultural.
Fomentar la autoestima no consiste en creerse que se es el mejor, que nadie hace las cosas igual de bien que uno mismo, o que se poseen mejores aptitudes que el resto. La autoestima no es un concepto comparativo.
Cuidar la autoestima consiste en quererse a uno mismo. Aceptarse y valorar lo que uno es.
Estos factores ponen de manifiesto la altísima relevancia que presenta la autoestima para la consecución de la higiene mental. Para poder estar bien con los demás, antes es necesario estar bien con uno mismo.
3. Valoración positiva de los demás
Una vez se haya realizado una valoración positiva de uno mismo y se haya potenciado la autoestima, es necesario valorar positivamente también a los demás.
Si se valora de forma negativa a las personas que se tienen alrededor, las relaciones se verán afectadas y poco a poco se irán deteriorando.
Párate a pensar. ¿Por qué mantienes relación con cada una de las personas que forman tu círculo social? ¿Cuál es el motivo por el que compartís diferentes aspectos de vuestras vidas?
Seguro que si te formulas estas preguntas obtendrás respuestas muy variadas para cada uno de los individuos. Además, te percatarás de que cada una de las personas de tu ambiente social están presentes porque aportan algo positivo a tu vida.
Y seguramente tú aportas algo positivo a la suya.
De este modo, realizar valoraciones positivas sobre los demás te permitirá mejorar la imagen que tienes sobre ellos, y facilitar la relación. Sin embargo, cuando se realizan valoraciones negativas se distancia la relación, empeora su calidad, y esta puede llegar a ser nociva.
El hecho de valorar positivamente a los demás no significa que se les tenga que idolatrar ni que todo lo que hagan se les tenga que premiar. Pero sí implica una mayor atención hacia lo positivo que hacia lo negativo de las personas que apreciamos.
4. Cuidado de las relaciones sociales
Por otro lado, no solo tenemos que cuidar la imagen que tenemos sobre las personas de nuestro alrededor, sino también hay que trabajar para que la relación sea satisfactoria.
De hecho, esas relaciones que no se cuidan acaban muriendo o aun peor, acaban resultando nocivas. Del mismo modo que tú mantienes una relación porque te aporta, la otra persona la mantiene porque le aporta.
Las relaciones personales y sociales son siempre bidireccionales. Es decir, se tiene una relación porque en ella podemos dar y recibir. Es muy importante tener las relaciones personales en mente y dedicarles tiempo y esfuerzo para que funcionen adecuadamente.
Realizar esta tarea permite mantener un círculo social satisfactorio y, además, constituye una de las principales fuentes de gratificación personal.
5. Gestión adecuada de las emociones
La gestión de las emociones implica el desarrollo del autocontrol, de tal modo que adquirimos capacidad para modular las sensaciones que experimentamos.
Cuando uno se deja llevar por las emociones y no posee capacidad para gestionarlas, normalmente no acaba tomando la mejor decisión para sus intereses.
Aprender a gestionar las emociones no implica eliminarlas, ni dejar de tenerlas en cuenta para nuestro funcionamiento. De hecho, existen momentos en los que es beneficioso, e incluso necesario utilizarlas para actuar correctamente.
Sin embargo, hay otras veces en las que es importante limitar su intensidad y evitar que las emociones negativas se excedan. Sin gestión de emociones es probable que se actúe mal en muchas ocasiones, y esto puede pasar factura tanto a nivel personal como relacional.
Así pues, ejercitar la inserción de la razón cada vez que aparece una emoción, para valorar cómo debe gestionarse, resulta un proceso vital de la higiene mental.
6. Afrontamiento de situaciones
A pesar de que se realicen todas esas acciones que guían hacia un estado de armonía personal y social, las situaciones complicadas pueden aparecer con facilidad.
De hecho, la aparición de complicaciones es una situación que en muchas ocasiones no se puede controlar. En esos momentos, adquiere una gran importancia el modelo de afrontamiento que se aplique.
Cada situación requiere un afrontamiento distinto, incluso múltiples estilos de afrontamiento pueden resultar adecuados en una misma situación. Sin embargo, lo que resulta incuestionable es que el afrontamiento, sea cual sea, es indispensable en las situaciones complejas.
Las personas requieren adoptar un papel protagonista en sus vidas. Si no se afrontan los problemas, el malestar suele multiplicarse y el equilibrio personal se puede poner en entredicho.
7. Pensamiento positivo
A menudo las situaciones y los hechos que suceden no se pueden modificar. Pero lo que siempre se puede gestionar es lo que pensamos sobre lo sucedido.
Los pensamientos negativos suelen aparecer de forma automática, y no se pueden evitar. Sin embargo, sí podemos decidir si se prolongan o no.
Para estar bien emocionalmente, las personas necesitan que los pensamientos positivos abarquen la mayoría de su cognición. Cuando esto no sucede, aparecen sentimientos negativos que conducen a un estado de malestar.
De este modo, es importante potenciar lo máximo posible los pensamientos positivos y, sobre todo, conseguir que los pensamientos negativos no adquieran protagonismo.
En cualquier situación, por mala que sea, siempre se puede desarrollar un pensamiento positivo.
Este es el objetivo de toda persona que quiere estar bien consigo misma y con los demás. Intentar que las cosas negativas afecten lo menos posible y encontrar siempre un aspecto positivo que permita mejorarlas o mitigarlas.
8. Establecimiento de objetivos
Las personas necesitan tener objetivos en su vida. Sin ellos, se puede caer en la monotonía y la ilusión puede ir desapareciendo.
Vivir de una forma alegre y motivada sin ilusión resulta una tarea prácticamente imposible de alcanzar. Por este motivo, resulta vital establecer continuamente nuevos objetivos.
Los objetivos pueden abarcar cualquier aspecto de la vida de un individuo. Ya sea el laboral, el personal, el social, el relacional…
Es importante que los objetivos que te establezcas cumplan dos requisitos imprescindibles.
En primer lugar, tienen que aportarte algo positivo, es decir, su consecución te tiene que transmitir algún tipo de gratificación o sensación satisfactoria. De lo contrario, el objetivo te resultará indiferente y no cumplirá su función motivadora.
En segundo lugar, el objetivo debe ser racionalmente alcanzable. Imaginar metas de forma abstracta o con componentes inalcanzables hará que te distancies automáticamente de ellos, y no te aportarán motivación en tu día a día.
9. Actividades placenteras
La satisfacción personal no solo se debe obtener de uno mismo y del funcionamiento que uno lleve a cabo, sino también se puede y se debe conseguir de estímulos externos.
Seguro que hay muchas actividades y elementos que te aportan gratificación con el simple hecho de realizarlas.
A una persona le puede resultar muy placentero ir al cine los sábados por la tarde, quedar con sus amigos para cenar o hacer excursiones los domingos. A otra persona, en cambio, le puede gratificar mucho comprarse un nuevo libro o salir a correr cada día.
Es importante que sepas qué actividades te resultan placenteras y no te prives de ellas. A menudo un mal día, una preocupación o una situación que te causa malestar puede dejar de afectarte pasando un buen rato.
En otros casos, la realización de estas actividades puede ser fuente de motivación para realizar otras tareas menos gratificantes.
En cualquier caso, las actividades placenteras juegan un papel principal en la consecución de un buen estado emocional y una óptima calidad de vida.
10. Actividad física
Finalmente, el ejercicio físico es una de las actividades que mayor bienestar producen. Además, proporcionan gratificación de una forma directa.
Múltiples estudios han puesto de manifiesto cómo la actividad física resulta altamente beneficiosa para mejorar el estado de ánimo, reducir la tensión y la ansiedad, fomentar la autoestima y mejorar la calidad de vida.
Referencias
- Bühler, Ch. (1967). Higiene Mental del Niño. Buenos Aires: Paidós.
- Holland, JL. (1973). Making Vocational Choices: A Theory of Careers. Englewood Cliffs, NJ: Prentice Hall.
- Karasek, R, T Theorell (1990). Healthy Work. Londres: Basic Works.