Biología celular

¿Qué son los linfoblastos?


¿Qué son los linfoblastos?

Linfoblasto es el nombre que reciben las células precursoras inmaduras de dos tipos de glóbulos blancos (leucocitos) que circulan en la sangre de los animales mamíferos: los linfocitos T y los linfocitos B; los cuales forman parte del grupo de las células inmunes.

Además de estos glóbulos blancos, el componente celular del tejido sanguíneo está representado también por los glóbulos rojos (eritrocitos) y las plaquetas (trombocitos). Mientras que los eritrocitos se encargan del transporte de oxígeno por el cuerpo y las plaquetas participan en la coagulación, los leucocitos forman parte del sistema inmune.

Tanto los glóbulos rojos como los glóbulos blancos se forman a través de un proceso conocido como hemopoyesis, que ocurre en el interior de la médula ósea, desde donde son liberados al torrente sanguíneo, bien sea completamente maduros, inmaduros o parcialmente maduros, según sea el caso.

Los eritrocitos funcionan directamente en el sistema circulatorio, pero los leucocitos emplean el torrente sanguíneo como medio de transporte desde una zona del cuerpo hacia otra, donde ejercen sus funciones en la defensa del cuerpo contra sustancias o microorganismos extraños.

Los linfoblastos residen normalmente en la médula ósea, donde son producidos; sin embargo, en algunas enfermedades como la leucemia linfoblástica los linfoblastos proliferan descontroladamente y pueden ser encontrados en gran número en la sangre periférica, lo que significa que pueden ser empleados como indicadores de que algo anda mal.

Glóbulos blancos y linfocitos

Normalmente, el término “linfoblasto” se emplea para referirse a formas inmaduras de leucocitos, pero pueden existir ciertas inconsistencias al respecto en la literatura.

Tomando en cuenta esta definición, es necesario especificar que se trata de células precursoras de dos tipos de leucocitos en especial: de los linfocitos T y de los linfocitos B, que funcionan, como la mayor parte de los leucocitos, en el sistema inmune.

Es conveniente aclarar, además, que los glóbulos blancos pueden separarse en dos categorías principales:

  • Los agranulocitos (linfocitos y monocitos).
  • Los granulocitos (neutrófilos, eosinófilos y basófilos).

Ambos grupos de células se diferencian entre sí respecto a la ausencia o la presencia en su interior de gránulos específicos, respectivamente, los cuales pueden ser vistos al microscopio y empleando un método de tinción adecuado.

Linfocitos

En el grupo de los agranulocitos se encuentran los monocitos y los linfocitos. De estos, los linfocitos representan aproximadamente entre el 25 y el 40% de los glóbulos blancos que se encuentran en la sangre y son células con la capacidad de migrar a través de los tejidos conectivos corporales.

Son células de mayor tamaño que los eritrocitos y cuando se observan en circulación tienen un aspecto redondeado, mientras que pueden adquirir distintas formas -son pleomórficas- cuando se internan o migran hacia los tejidos.

Los principales tejidos donde se concentran estas células son el bazo, las amígdalas, el timo y los nódulos linfáticos, que son órganos linfoides primarios.

Los linfocitos tienen un núcleo con algunas depresiones o bordes escotados que ocupa la mayor parte del espacio citosólico, que comparte con algunos gránulos de pequeño tamaño fáciles de diferenciar bajo el microscopio.

Aunque son indistinguibles morfológicamente, de acuerdo con las funciones que estas células cumplen y con algunas moléculas que presentan en su superficie (marcadores), se reconocen tres tipos de linfocitos:

  • Los linfocitos o las células B (alrededor del 15% de los linfocitos en sangre).
  • Los linfocitos o las células T (más del 75% de los linfocitos en sangre).
  • Las células asesinas naturales (entre el 10 y el 5% de los linfocitos en sangre).

Así como los linfocitos T, las células B son células fundamentales para el sistema inmune adaptativo de los animales mamíferos y, en términos generales, se dice que los linfocitos B se encargan de la respuesta inmune humoral y los linfocitos T de la respuesta inmune celular.

Estas células son capaces de unirse a unas moléculas derivadas de sustancias u organismos foráneos, reconocidos como “no propios” -los antígenos- a través de una serie de moléculas receptoras en su superficie celular -los anticuerpos- con el fin de eliminarlos del cuerpo o “neutralizarlos”, previniendo efectos negativos.

Cuando reconocen un antígeno determinado, los linfocitos se multiplican, produciendo así clones celulares capaces de reconocer específicamente ese antígeno, facilitando su rápida neutralización.

También producen otras células conocidas como células de memoria, que forman una suerte de “librería” de células que reconocen antígenos particulares y que pueden multiplicarse cuando el cuerpo entra de nuevo en contacto con dichos antígenos, disparando rápidamente el sistema de defensa “educado”.

Linfoblastos durante la diferenciación de los linfocitos

Como todas las células sanguíneas, los linfocitos derivan de un tipo de células residentes de la médula ósea conocidas como células madre hematopoyéticas, que son capaces de renovarse y de diferenciarse en distintos tipos de células, es decir son multipotentes.

Durante las etapas iniciales de la hematopoyesis (producción de glóbulos rojos y blancos) se establecen dos linajes celulares, los cuales derivan de células madre hematopoyéticas que se diferencian en (1) células progenitoras linfoides o en (2) células progenitoras mieloides.

La diferenciación de estas células madre implica que las mismas se comprometen a un linaje celular, por lo que pierden su capacidad de autorrenovación o producción de nuevas células madre, así como de diferenciarse en otro tipo de células.

  • Las células progenitoras del linaje mieloide son las que generan las células progenitoras de los glóbulos rojos y de algunos glóbulos blancos como los granulocitos, los monocitos, las plaquetas y otras.
  • Las células del linaje linfoide generan las células progenitoras de los linfocitos T, de linfocitos B y las células asesinas naturales.

Cuando los linfocitos son producidos en la médula ósea son, en realidad, células inmaduras (también llamadas ingenuas, vírgenes o no cebadas) que no han sido expuestas aún a ninguna molécula antigénica, por lo que no expresan en su superficie ninguno de los marcadores característicos de este grupo de células.

Estas células inmaduras son inmunológicamente inactivas, tienen aproximadamente 6 micras de diámetro y permanecen en la fase G0 del ciclo celular. Tienen, en el citosol, una serie de anillos alrededor del núcleo, pocas mitocondrias y orgánulos pobremente desarrollados.

Cuando estos linfocitos inmaduros interactúan con los antígenos, estas moléculas estimulan el avance de su ciclo celular desde G0 a G1 y posteriormente a la fase de síntesis, a la fase G2 y a la fase de mitosis y división celular.

El avance en el ciclo celular implica una serie de transformaciones internas de los linfocitos en proceso de maduración, entre estas destaca un aumento considerable de tamaño (pueden alcanzar hasta 15 micras).

Formación de linfoblastos

Los linfocitos en proceso de maduración que han sido estimulados por un antígeno y que han aumentado de tamaño son las células “precursoras” que se conocen como linfoblastos.

Estas células proliferan y terminan diferenciándose en las células efectoras (productoras de anticuerpos: los linfocitos T y los linfocitos B) o en las células de memoria de las que hablamos más arriba.

Los linfoblastos tienen un núcleo bien definido en cuyo interior se evidencia una cromatina finamente empaquetada. Suelen tener uno o dos nucleolos y una cantidad moderada de citosol. Estas células pueden dividirse activamente, produciendo clones capaces del reconocimiento del antígeno que activó su proliferación.

Referencias

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