Medicina

Frederick Grant Banting: biografía y aportes a la ciencia


Frederick Grant Banting fue un médico, fisiólogo e investigador canadiense nacido a finales del siglo XIX. Luego de obtener sus conocimientos académicos dedicó su vida a investigar sobre la diabetes mellitus, para la cual realizó diversos aportes. Gracias a estos aportes se convirtió en un personaje fundamental para la medicina moderna.

Este científico nació el 14 de noviembre de 1891 en Alliston, provincia de Ontario, Canadá. Esta es una ciudad caracterizada por el clima frío y lluvioso la mayor parte del año, y por sus grandes extensiones dedicadas a la agricultura, principalmente el cultivo de la papa. En ese contexto creció Frederick.

Índice del artículo

Primeros años

Familia Banting-Grant

Su padre fue William Thompson Banting y su madre la señora Margaret Grant. Frederick fue el menor de los seis hermanos de esta familia metodista.

La personalidad del niño Frederick estaba caracterizada por la timidez y la poca sociabilidad. Contaba con pocos amigos de su edad con quienes practicaba béisbol y jugaba fútbol.

Matrimonio

Banting se casó con Marion Robertson en 1924, de ese matrimonio nació su hijo Guillermo, en el año 1928. La pareja se separó en 1932 y Frederick contrajo nuevas nupcias con Henrietta Ball en 1937.

Estudios

Banting se inició académicamente como estudiante de Teología, pues su aspiración era trascender como clérigo. Mientras se formaba en los temas sacerdotales entró en el Victoria College de Toronto, donde estudió Artes Generales.

Banting no pudo terminar esa carrera debido a no aprobar un examen de francés. Tras ese fracaso tomó la decisión de estudiar medicina. Ya graduado de médico se alistó en el ejército canadiense para servir a las órdenes del ejército francés en la Primera Guerra Mundial.

Participación en la Primera Guerra Mundial

En esa conflagración internacional fue reconocido con la condecoración de la Cruz Militar. Se ganó la misma por haber demostrado un alto grado de valentía y entrega al atender y salvar la vida de sus compañeros de armas.

Fue ejemplar su acción de dedicar un día entero a salvar la vida de los compañeros heridos, cuando él mismo había sido herido de gravedad.

Ya concluida la Primera Guerra Mundial, Banting se trasladó a London, una ciudad en Ontario, Canadá, y trabajó en la Universidad de Ontario Occidental. Ahí se destacó como ayudante de Fisiología.

Acto seguido asumió una cátedra profesoral en la Universidad de Toronto, y luego de ejercer como profesor durante siete años, asumió el cargo de director del Instituto Banting.

Influencia de Minkowski y sus perros de ensayo

A inicios del siglo XX la diabetes era considerada incurable. Los médicos de entonces apenas indicaban dietas bajas en azúcar para lidiar con la atroz patología. Esto muchas veces resultó contraproducente, ya que por la falta de alimentos adecuados, muchas personas contraían otras enfermedades por descuidar las defensas en el organismo.

En el año 1889 el fisiólogo alemán Oskar Minkowski, tras un largo proceso de investigación científica, dio con un resultado trascendental. Él estaba estudiando las funciones del páncreas y utilizaba perros como sujetos experimentales.

Minkowski removió el páncreas de los perros y descubrió que esa extirpación provocaba los síntomas diabéticos. Esa investigación produjo algo que llamó su atención: resultó que cuando estos perros sin páncreas orinaban, esa orina atraía moscas.

En esa época ya existía suficiente información sobre la estructura anatómica del páncreas, dividido en tejido acinar (que secreta enzimas digestivas) y en los islotes de Langerhans, desde donde el páncreas secreta una sustancia encargada de controlar los niveles de azúcar. A esa sustancia proveniente de los islotes se le conocía como insulina.

Los esfuerzos científicos se dirigían a lograr la purificación de esa valiosa sustancia, pero todos los intentos fracasaban porque las dos funciones estaban vinculadas: la digestiva del tejido acinar y la reguladora de los niveles de azúcar de los islotes de Langerhans. Por lo tanto, los procesos de purificación se truncaban o resultaban altamente tóxicos.

Aportes a la ciencia

Mientras Frederick Banting estudiaba medicina, estalló la Primera Guerra Mundial. Ese acontecimiento hizo que su carrera se apresurara y en apenas cuatro años se graduara para ir a ponerse al servicio de las tropas aliadas. Sin embargo, la guerra lo recibió de manera drástica: fue herido en el antebrazo y tuvo que volver a Canadá.

Hasta ese momento esa experiencia en el frente de batalla era todo su currículo como galeno. No tenía el bagaje investigativo que lo acreditara como médico investigador.

Incluso desconocía las referencias y resultados investigativos que documentaban la diabetes. Banting no poseía las destrezas técnicas ni la capacidad metodológica de los cirujanos ni de los doctores analíticos.

Pero un día de octubre de 1920, preparando una clase sobre Fisiología Pancreática para dictarla en la Universidad de Western, consiguió un artículo científico que llamó su atención.

En el mismo se contaba lo sucedido con un perro de laboratorio al que un cálculo pancreático estaba obstruyendo los conductos de secreción de enzimas digestivas, y en consecuencia mataban el tejido acinar sin afectar los islotes de Langerhans. Eso podría permitir la extracción de la sustancia que regula los niveles de azúcar: la insulina.

Inicio de la investigación

Frederick Banting anotó en su cuaderno en la madrugada de insomnio que siguió a ese hallazgo la idea que para entonces germinaba en la perspicaz mente del muchacho.

Era una nota mnemotécnica sobre ligar el conducto pancreático de los perros y, con los perros vivos, esperar que el tejido acinar degenerara liberando los islotes. Así nació su propuesta para aislar y obtener la insulina.

Continuación de sus investigaciones

Con esa idea se dirigió a Toronto para proponerle a John McLeod trabajar su planteamiento en los laboratorios. Banting estaba consciente de sus limitaciones técnicas, pero ya la idea estaba en su mente como una vislumbre.

Por eso solicitó ayuda para que le asistieran en los espacios que le concedió McLeod. Así dispuso de dos estudiantes: Charles Best y Edward Noble. El 14 de mayo del año 1921 comenzó la investigación en el Instituto Fisiológico de Toronto.

Iniciaron las cirugías para ligar los conductos de las enzimas digestivas que harían degenerar el tejido acinar de los perros vivos. Luego extrajeron la sustancia y comenzaron el proceso de purificación de las secreciones de los islotes de Langerhans para inyectarlas en los perros diabéticos.

De diez perros inyectados solo sobrevivieron tres. Ese inicio no los desmotivó e insistieron en tratar con más perros. Teniendo una sola perra disponible, hicieron el último intento, y el 31 de julio de 1921 finalmente consiguieron resultados trascendentales.

Marjorie: la perra sobreviviente

La perra, que respondía al nombre de Majorie, mostró un notable descenso en su nivel de glucosa en la sangre: de 0,12 % a un 0,02 %. Este hecho constituía el mayor descubrimiento científico en función de la diabetes.

Fue el primer gran paso para desarrollar investigaciones que condujeran a la aplicación de medicamentos en seres humanos. Comenzaba una carrera que apenas duró año y medio. 

Pruebas en humanos

Un joven de catorce años llamado Leonard Thompson, diabético desde los doce años, sirvió para probar la insulina luego de varias pruebas fallidas en humanos. Lo que fallaba era que tras el proceso de síntesis, la sustancia proveniente de los islotes de Langerhans no estaba purificada totalmente y contenía extractos tóxicos.

Leonard Thompson apenas pesaba veintinueve kilogramos y estaba a punto de entrar en estado de coma cetoacidótico, lo que le causaría la muerte.

Tras la primera inyección, que consistió en 7,5 ml en cada glúteo, Thompson tuvo una reacción alérgica; no obstante, mostró un ligero descenso de glicemia. La falla se debió a las impurezas que aún quedaban en la sustancia que habían extraído y tratado los doctores Frederick Banting y Charles Best.

Tuvieron que esperar doce días más para aplicar una nueva inyección a Leonard. En esta ocasión la purificación de la insulina la realizó el doctor James Collip, quien aplicó etanol al 90 %.

Luego probó la sustancia en conejos sanos. Al comprobar que la glicemia de los conejos descendía y que la sustancia era suficientemente pura, decidieron que ya era el momento para reintentar en seres humanos.

Tratamiento exitoso

El 11 de enero de 1922, tras la aplicación de la inyección de insulina, Leonard Thompson se sintió físicamente renovado por primera vez en años de padecimiento diabético.

Al medir sus valores fisiológicos se encontró un notable descenso en sus niveles de azúcar en la sangre: habían bajado de 0,52 % a 0,12 % en un solo día, y la glucosa presente en la orina descendió de 71,1 g a 8,7 g.

Otros aportes

Además de ese descubrimiento medicinal, Banting se dedicó al estudio de la medicina aeronáutica desde 1930. Junto a Wilbur Franks desarrolló el G-suit, un traje espacial capaz de resistir la gravedad. Más tarde, en la Segunda Guerra Mundial, ese traje sería utilizado por los pilotos.

El diseño de Banting y Franks fue la base desde la que se elaboran los trajes espaciales de los astronautas. Además, Banting también investigó sobre los gases que se usaban en la guerra

Fallecimiento

El 21 de febrero de 1941 Frederick Banting y Wilbur Frank viajaban hacia Inglaterra para probar la resistencia del traje G-Suit. El avión que les llevaba se accidentó mientras sobrevolaban Newfoundland, una provincia cercana a Gander, en Terranova.

Ambos perdieron la vida, dejando con sus investigaciones la vía para salvar y mejorar la vida de millones de personas. Al morir, Frederick Grant Banting tenía cuarenta y nueve años.

Referencias

  1. Baynes, John W.; Marek H. Dominiczak (2005). Bioquímica médica (2da edición). Elsevier, España
  2. Bliss, Michael (2013). The Discovery of Insulin, University of Chicago Press
  3. Díaz Rojo, J. Antonio (2014). El término diabetes: aspectos históricos y lexicográficos»
  4. Jackson A.Y, (1943), Banting as an Artist, Ryerson Press
  5. Lippincott, S Harris, (1946), Banting’s miracle; the story of the discoverer of insulin