Lengua y literatura

Generación decapitada: historia, representantes y obras


¿Qué fue la generación decapitada?

La generación decapitada fue el nombre que recibió un grupo de poetas considerados los padres del movimiento modernista ecuatoriano. El porqué de ese nombre tan lúgubre se debe a que todos estos escritores, a muy temprana edad, acabaron con sus vidas suicidándose.

Esta generación nunca tuvo consciencia de formar parte de un grupo ni de ser baluartes o levantar algún movimiento. Si había algo que les unía eran las letras, la melancolía, una tristeza honda y unas ganas de irse pronto, sin que nadie les llamara.

Los hombres que conformaron la generación decapitada fueron los quiteños Humberto Fierro y Arturo Borja; y los guayaquileños Ernesto Noboa y Caamaño y Medardo Ángel Silva. Como parte de las ironías de la vida, el bautizo de la agrupación fue años después de sus muertes.

Le correspondió al escritor Raúl Andrade asignar el nombre que marcó pauta y les inmortalizó más allá de sus letras. Andrade lo hizo por medio de un ensayo, al cual llamó Retablo de una generación decapitada.

Historia

Lo que ocurría en Ecuador durante el tiempo en que la generación decapitada ejercía su obra poética, eran eventos de gran peso social, cultural y económico.

Los indígenas comenzaban a recuperar sus derechos, la educación laica empezó a tomar auge, la libertad de culto se impuso. También se permitió el divorcio, a la mujer se le dio derecho a votar y la pena de muerte fue abolida. Todos estos eventos ocurrieron con muy poco trecho de tiempo entre ellos.

No eran, pues, tiempos simples. Finales del siglo XIX y principios del siglo XX representaron para Ecuador años de cambios trascendentales.

Todos los estratos sociales se vieron afectados directa o indirectamente en los distintos ámbitos de su vida. Los poetas decapitados y sus letras no escaparon de esta afectación.

Influencias de la generación decapitada

Como influencia principal, bastión de estos hombres de letras, nos encontramos con el gran poeta Rubén Darío. El nicaragüense, quien fuera considerado el padre del modernismo literario latinoamericano, fue uno de los tizones que encendió la llama de las letras en los corazones de estos cuatro hombres.

Además de la importante influencia hispanoamericana, la influencia europea no quedó ausente. Era común que estos hombres en sus tertulias recitaran a los famosos “poetas malditos: Víctor Hugo, Arthur Rimbaud, Charles Baudelaire y Paul Verlaine. La corte francesa de la poesía tenía especial importancia para ellos.

Dos detalles importantes que influyeron grandemente en la vida de estos hombres fueron el desamor y el abuso del opio.

Esta intensa mezcla causaba fosos letrados profundos en los que las letras emergían una tras otra, dando origen a su poesía. Al leerles, es posible sentir esa aura pesada de desgano, de tristeza perenne.

Representantes y sus obras

Medardo Ángel Silva

Era originario de Guayaquil. Nació en 1898, un 8 de junio. Su vida estuvo marcada la pobreza; esta generó un sentimiento propio de rechazo y oprobio, a pesar de poseer un talento inmenso para las letras.

Por dificultades económicas debió abandonar sus estudios en el Colegio Vicente Rocafuerte. Eso no impidió que siguiera escribiendo y que su poesía, a tan temprana edad, fuera reconocida a nivel nacional e internacional.

Para ayudarse y colaborar con la familia, entró a trabajar a una imprenta. Estar trabajando allí le facilitó en 1918 la publicación de su primer y único libro de poemas: El árbol del bien y el mal.

Un año después de publicar su libro, el poeta tomó la cruenta decisión de acabar con su vida en frente de su amada. Según cuentan, era un amor no correspondido. Su poesía está marcada por ese aire melancólico y con una sabiduría que no correspondía con su edad.

Ernesto Noboa y Caamaño

Era originario de Guayaquil. Nació en 1891 y tuvo una posición acomodada desde la cuna. Leyó de pequeño a los poetas malditos y desarrollo una poesía delicada, nunca antes vista en Ecuador.

Era común verle en las noches de bohemia, habiendo consumido opio, recitando los poemas propios y de los grandes de Europa y América.

Tenía una sensibilidad desbordada que se vio elevada luego de su viaje al Viejo Continente a encontrarse con parte crucial de las raíces de sus letras.

Su vida no fue fácil por el hecho de ser adinerado, como creen muchos. Padeció de episodios de neurosis que le hacían consumir morfina para poder calmarse.

Publicó su libro Romanza de las horas en 1922. Por esta obra recibió grandes elogios, pero el reconocimiento no bastó y siguió la suerte de los decapitados cinco años después.

En 1927 se suicidó, dejando un legado literario inconmensurable al modernismo latinoamericano y a la poesía ecuatoriana.

Arturo Borja

Originario de Quito, nació en 1892. También tenía una posición acomodada, de ascendencia real. Fue uno de los más jóvenes en despedirse morir.

Su obra no es muy amplia, pero tiene un peso literario considerable; de hecho, fue el primero de los decapitados en mostrar claros rasgos modernistas en sus letras.

Con marcadas tendencias depresivas en sus poemas y en su vida misma, fue inspirado también por los poetas malditos, a quienes leyó y siguió. Viajó a Europa con su padre por problemas de salud en un ojo; allí tuvo contacto con las letras francesas.

A la corta edad de 20 años se casó y luego se suicidó con una sobredosis de morfina. Después de su muerte se publica formalmente su poemario La flauta de ónix y seis poemas más.

Humberto Fierro

Es originario de Quito. Nació en 1890, en el seno de una familia aristócrata ecuatoriana. Tuvo contacto con la poesía gracias a los libros de la biblioteca familiar; allí quedó prendado de las letras por el resto de su vida.

Si bien tenía gran influencia de los poetas simbolistas y parnasianos franceses, los cuales leía sin mesura, su poesía era pura y de lenguaje sencillo.

Hizo una gran amistad con Arturo Borja y fue él quien lo convenció de publicar su primer libro. En 1929, y luego de la insistencia de Borja, publicó El laúd del valle.

Esa obra fue su logro más significativo. La muerte lo recibió 10 años después de la publicación de su libro; luego de su muerte se publicó su otro libro: Velada palatina.

Aún hay dudas sobre si fue un accidente o suicidio; lo cierto es que el último de los decapitados se despidió en 1939. Con él se fue el último respiro de aquellos que, sin buscar ser mucho, cambiaron la historia literaria de un país.

Huella literaria imborrable

Hay hilos sutiles que nos unen, hilos que no palpamos pero que nos sujetan a los eventos y las cosas. Los poetas decapitados tenían sus vidas entrelazadas a dos cartas comunes: la tragedia y la trascendencia.

La generación decapitada vino a inyectarle su vida poética a Ecuador en versos de sentir verdadero. Cuando nadie apostaba nada por la poesía latinoamericana, estos hombres se dieron de lleno para hacerse presentes con sus letras.