Historia

Batalla del Ebro: qué fue, causas, desarrollo y consecuencias


¿Qué fue la batalla del Ebro?

La batalla del Ebro fue uno de los enfrentamientos más importantes, largos y sangrientos ocurridos durante la guerra civil española. La batalla tuvo lugar en 1938, entre los meses de julio y noviembre. Fue la que decidió la suerte de la II República española.

Se localizó en el cauce bajo del valle del Ebro, en la zona occidental de la provincia de Tarragona y en la zona oriental de la provincia de Zaragoza.

Desde el levantamiento armado producido en 1936 en contra del gobierno republicano, los sublevados habían conseguido ganar terreno lenta pero constantemente. Tenían mejor armamento y una mayor disciplina militar.

La situación en las semanas previas a la batalla del Ebro había dejado al bando republicano con pocos territorios bajo su control, cada vez más escaso.

La esperanza republicana de que los países europeos intervinieran en su ayuda quedó totalmente descartada después de los acuerdos entre Gran Bretaña y Francia con la Alemania nazi para permitirle ocupar los Sudetes.

Los voluntarios extranjeros de las Brigadas Internacionales tuvieron que retirarse, mientras que la aviación alemana bombardeó las posiciones republicanas.

Aunque en un primer momento los republicanos consiguieron avanzar posiciones, finalmente los sublevados se hicieron con la victoria. Con este resultado, el destino de la guerra y la II República quedaron definitivamente sellados.

Antecedentes

La guerra civil en España había comenzado en julio de 1936, cuando un grupo de militares trató de dar un golpe de estado al gobierno establecido. Ante el fracaso del golpe, la situación desembocó rápidamente en un conflicto armado que duraría tres largos años.

Tras dos años de lucha, los sublevados (los nacionales), habían conseguido ocupar la mayor parte del territorio del país. A finales de julio de 1938, los republicanos intentaron dar vuelta a la situación lanzando una gran ofensiva en el Ebro.

Los nacionales

1938 empezó con noticias muy negativas para el ejército republicano. Aunque en enero había logrado conquistar Teruel, solo un mes después la ciudad cayó ante los nacionales.

Esa batalla supuso un desgaste considerable para las tropas republicanas. Por el contrario, los nacionales, liderados por el general Francisco Franco, apenas notaron las bajas y, dos semanas después del enfrentamiento, lanzaron un ataque contra Aragón.

En esos momentos, los sublevados se encontraban muy cerca del Mediterráneo, un objetivo vital, pues significaba abrir una nueva vía de suministros.

Con poca resistencia, los nacionales entraron en Aragón. Incluso, algunas unidades penetraron en Cataluña, aún fiel a la República. Yagüe, uno de los generales más destacados del ejército franquista, mostró su impaciencia por conquistar esa comunidad, pero recibió la orden de detenerse completamente.

En ese momento, Franco tomó una decisión que ha sido ampliamente discutida por los historiadores.

En lugar de hacer caso a Yagüe y tomar Cataluña, decidió poner el foco en Valencia. No obstante, en esa ciudad los republicanos estaban bien equipados y los nacionales no pudieron romper sus defensas. Pero para Franco, Valencia era un símbolo que había que conquistar.

Los republicanos

En abril de 1938, parecía que la situación se había tranquilizado. Sin embargo, los republicanos habían sufrido grandes derrotas. El resultado más importante de estas, había sido que el territorio aún en manos republicanas había quedado dividido en dos partes: el centro, con Madrid como ciudad principal, y Cataluña.

Otro golpe, esta vez interno, se produjo a principios de abril de ese año. Indalecio Prieto, ministro de defensa, dimitió de su cargo por desavenencias con la política de resistencia impuesta por el gobierno.

Entre los que pedían tratar de revertir la situación se encontraba Juan Negrín, presidente de gobierno, que proclamaba el lema “resistir es vencer”. También Vicente Rojo compartía esa opinión, y ambos consiguieron marcar la línea del gobierno.

Los dos políticos pensaban que los acontecimientos internacionales, con la Alemania nazi anexionándose Austria, acabaría por favorecer a la República cuando Gran Bretaña y Francia reaccionaran.

Tratando de ganar tiempo y de devolver la iniciativa a la República, Vicente Rojo organizó una ofensiva que debía ser definitiva para el curso de la guerra.

Causas de la batalla del Ebro

Más que causas concretas, la batalla del Ebro se produjo por la propia inercia del conflicto. Los nacionales estaban a punto de llegar al Mediterráneo y tenían Cataluña, uno de los focos de máxima resistencia, en el punto de mira.

Por otra parte, los republicanos necesitaban una victoria que cambiara la suerte de la guerra. Además, confiaban en la intervención de las potencias democráticas europeas. Este apoyo jamás se materializó, exceptuando a la Unión Soviética.

Intento de mostrar fortaleza frente a los enemigos

El gobierno republicano observaba con atención los acontecimientos que ocurrían en el exterior. El peligro de la Alemania nazi y de la Italia fascista, aliadas de Franco, quedaba cada vez más claro y creían que la reacción de las potencias democráticas les ayudaría en su lucha.

Por eso, mostrar fortaleza ante el enemigo y ganar tiempo en espera de la ayuda internacional, se convirtió en una de las pocas salidas que les quedaban a los republicanos.

División en dos del territorio republicano

En junio de 1938, los rebeldes consiguieron tomar Vinaroz, en Castellón. Esto significó que el territorio controlado por el gobierno legítimo quedaba dividido en dos: el centro y Levante, por una parte, y Cataluña.

La ofensiva republicana en el Ebro fue un intento de volver a comunicar ambas zonas y, así, prolongar la resistencia.

Evitar el ataque franquista a Valencia

En lugar de dirigirse directamente hacia Cataluña, Franco había decidido atacar antes Valencia, buscando llegar al Mediterráneo. De esta forma, aislaría por completo a Madrid, la capital.

Con la batalla del Ebro, los republicanos intentaron también que parte del ejército nacional tuviera que acudir a esa zona y que la ofensiva sobre Valencia no fuera tan dura.

Desarrollo de la batalla

El Ejército del Norte fue el que participó en la batalla por parte del bando nacional. La unidad que estaba destinada a la defensa del Ebro fue el Cuerpo de Ejército Marroquí, bajo el mando del general Yagüe.

Este concentró a las tropas en la orilla derecha del río, cubriendo desde el Segre (otro río de la zona) hasta el Mediterráneo. Sin embargo, aunque los preparativos republicanos eran bastante evidentes, Yagüe no ordenó tomar ninguna acción previa para rechazar la ofensiva.

Por el bando republicano, la principal fuerza que entró en combate fue el Ejército del Ebro, creado para esa batalla, integrado por el Ejército del Este.

Contaba con unos 100.000 efectivos al mando de Guilloto León, y si bien este ejército era el más fogueado de la guerra civil, había tenido muchas bajas y hubo que incorporar a soldados muy jóvenes y sin apenas experiencia en la guerra. Fue así también por el aislamiento de Cataluña.

El Ejército del Ebro se dividió en varias divisiones, destacando por su significado las denominadas Brigadas Internacionales, voluntarios procedentes de todo el mundo para luchar contra el fascismo.

Comienzo de la batalla

La ofensiva comenzó la noche del 24 de julio de 1938. Unos minutos después de la medianoche del día 25, los republicanos empezaron a cruzar el Ebro usando botes de remos.

Un poco antes, habían enviado avanzadillas para matar a los centinelas con cuchillos y aprovechar el factor sorpresa.

Los primeros momentos tras el ataque fueron muy favorables para los republicanos. La defensa dispuesta por Yagüe se demostró bastante inadecuada, y la división que había posicionado en la zona fue pronto sobrepasada por los soldados republicanos, provocando la huida de los nacionales.

Los historiadores afirman que el general sublevado erró al confiar la posición a una unidad recién creada y con poca experiencia previa.

Cruce del río

Las tropas republicanas atravesaron el río por doce puntos diferentes. Fueron usados en esa operación hasta 250 botes de remos, requisados previamente en las costas de Cataluña.

Una vez que cruzaron con las embarcaciones, los republicanos empezaron a tender diferentes clases de puentes. Algunos eran pasarelas muy sencillas, con capacidad para una sola fila de hombres. Otros, en cambio, eran puentes metálicos por los que podían pasar hasta tanques.

Los franquistas respondieron llamando a la aviación. No solo bombardearon las posiciones republicanas, sino también varias presas para provocar inundaciones. Ante la superioridad aérea nacional, apoyada por aparatos alemanes e italianos, la aviación republicana ni siquiera llegó a aparecer.

Primeros éxitos republicanos

Los historiadores afirman que los primeros días de la batalla del Ebro se saldaron con victoria republicana. Como ejemplo, capturaron a más de 4.000 prisioneros enemigos. Franco se vio obligado a desviar parte de sus fuerzas destinadas en otros puntos del país para tratar de salvar la situación.

El 25, los nacionales debieron emprender una retirada táctica, agrupándose en los alrededores de la localidad de Gandesa. Ante esto, los republicanos centraron sus esfuerzos en superar la defensa que allí habían montado los sublevados.

Los refuerzos enviados por Franco consiguieron su propósito. Los nacionales aguantaron y los republicanos no lograron romper las defensas, lo que hubiera sido casi definitivo para la batalla y la guerra.

Bombardeos nacionales, italianos y alemanes

Durante dos días consecutivos, el 26 y el 27, los republicanos atacaron Gandesa con intensidad. A pesar de que en algunas ocasiones pareció que iban a poder conquistarla, los nacionales mantuvieron la posición.

Mientras, la aviación franquista, con el apoyo de los alemanes e italianos, continuaba bombardeando los puentes construidos por las tropas gubernamentales.

El objetivo era impedir que llegaran refuerzos y, especialmente, material bélico. Esto supuso un retraso en los planes republicanos, que resultaría decisivo.

Hasta primeros de agosto, la situación se mantuvo inalterable. Sin embargo, poco a poco, la superioridad aérea y de artillería nacional empezó a darles algo de ventaja a los franquistas.

Finalmente, entre el 1 y el 3 de agosto, el jefe del Ejército del Ebro dio la orden de ponerse a la defensiva.

Contraataque franquista

El 6 de agosto, los nacionales lanzaron una contraofensiva total. Su ataque contra posiciones republicanas les permitió superarlas por varios lugares y forzar la retirada de buena parte de las tropas gubernamentales.

En su huida, los republicanos se agolparon en los puentes levantados sobre el Ebro, haciendo que algunos cedieran bajo el peso. Muchos hombres quedaron atrapados y terminaron en manos del enemigo.

A pesar de esto, aún quedaba el núcleo central del ejército republicano. A partir del 11 de agosto, la lucha se recrudeció. Los bombardeos nacionales continuaron sobre los republicanos, que se vieron obligados a replegarse hacia Corbera.

Esta localidad cayó en manos rebeldes el 4 de septiembre tras un nuevo ataque masivo.

Final de la batalla

Aunque la batalla en sí misma se estaba librando en suelo español, los expertos recalcan la importancia de los acontecimientos que estaban ocurriendo en Europa en esos momentos.

Primero, la firma de un tratado de No Intervención que obligó a las Brigadas Internacionales antifascistas a abandonar España.

Juan Negrín, presidente de gobierno, accedió el 28 de octubre a que las Brigadas Internacionales se retiraran sin condiciones, esperando un gesto de buena voluntad del enemigo. Mussolini sacó solo a 10.000 soldados italianos, pero se quedaron 30.000 más luchando junto a Franco el resto de la guerra. 

La retirada de las Brigadas no afectó demasiado al ejército de la República, con bastantes efectivos todavía. En cambio, el Acuerdo de Múnich, firmado el 30 de septiembre, sí le supuso un auténtico problema.

Mediante este Acuerdo, Inglaterra y Francia permitieron a Hitler anexionarse los Sudetes. Esta política de apaciguamiento significó, en la práctica, que las potencias democráticas no iban a hacer nada para salvar la República.

El mismo día que se firmó ese tratado, los franquistas recrudecieron la ofensiva. Las horas siguientes fueron las más intensas de la batalla.

Poco a poco, los aviones franquistas obligaron a los republicanos a abandonar muchas posiciones, permitiendo a las tropas de tierra avanzar sin problemas. El 10 de noviembre, solo quedaban seis baterías republicanas al oeste del Ebro.

El 18, Yagüe lanzó la última ofensiva y la línea del Ebro volvió a recuperar la situación en la que se encontraba antes de la batalla.

Consecuencias

El intento republicano de cruzar el Ebro se saldó con un fracaso después de varios meses de batalla. Los dos bandos sufrieron una gran cantidad de bajas, siendo la batalla que más bajas causó en toda la guerra civil.

Los historiadores cifran las bajas totales en 100.000, incluyendo más de 20.000 soldados republicanos capturados.

Las pérdidas materiales también fueron enormes, aunque dada la situación de la guerra, afectó mucho más al bando republicano. Este llegó a perder más de 100 aviones, sin posibilidades de reponerlos.

Desgaste republicano

La batalla del Ebro está considerada como la mayor de toda la guerra civil española. Aunque las consecuencias, como se ha señalado, afectaron a los dos bandos, fueron los republicanos los que más acusaron el desgaste sufrido.

Su ejército quedó prácticamente destrozado, con sus efectivos exhaustos. Además, la pérdida de material dejó en una posición muy precaria a las divisiones que quedaban.

Cataluña al alcance de los sublevados

La consecuencia más inmediata de la batalla del Ebro fue que Cataluña quedó al alcance de los franquistas. La ofensiva llegó pronto, en noviembre.

Aunque intentaron resistir, Barcelona cayó el 26 de enero de 1939 y el gobierno republicano se vio obligado a salir al exilio pocos días después.

Había tratado de negociar la paz con Franco, pero este no aceptó llegar a ningún acuerdo. El día 13 de febrero, toda Cataluña estaba en manos nacionales.

Fin de la guerra

A pesar de esto, la guerra aún continuó durante unos meses. Finalmente, el 1 de abril de 1939, solo cuatro meses después de finalizada la batalla del Ebro, Franco proclamaba su victoria, dando paso a una larga dictadura y a la muerte de la II República española.

Referencias

  1. Ruiz Vidondo, Jesús María. La batalla del Ebro. Obtenido de gees.org
  2. Pons, Marc. Concluye la batalla del Ebro, la más mortífera de la Guerra Civil española. Obtenido de elnacional.cat
  3. The Battle of the Ebro. Obtenido de spanish-civil-war.org
  4. Simkin, John. Ebro. Obtenido de spartacus-educational.com