Lengua y literatura

Temple de ánimo: concepto, características, ejemplos


¿Qué es el temple de ánimo?

El temple de ánimo se define como el estado anímico en el que se encuentra el autor o el hablante lírico de una pieza poética y es uno de los elementos importantes que caracterizan al género lírico. El hablante lírico es el sujeto que se expresa, siente y canta en los poemas.

Este puede reflejar alegría, nostalgia, tristeza, esperanza, odio, optimismo, pesimismo, pasión, amor, perdón, entre otros. El temple de ánimo no solo se manifiesta en la poesía, sino en la prosa poética. En cualquiera de los casos, esta disposición anímica afecta al lector emocionalmente, proporcionando un marco de interpretación.

En general, el temple de ánimo ayuda a crear el ambiente o entorno en la obra literaria.  A través de este se consiguen diversas respuestas emocionales específicas y apropiadas en los lectores; así se asegura el apego anímico a la pieza literaria. Una vez que los lectores se conectan emocionalmente, pueden comprender por completo el mensaje del escritor.

Características del temple de ánimo

Determina el poema o prosa

El temple de ánimo determina el tipo de poema o prosa poética. Cuando este es triste o expresa sentimientos equivalentes, puede tratarse de una elegía. Por otro lado, un temple de ánimo alegre se relaciona más con una oda.

El entorno es influyente

Por otra parte, uno de los elementos que ayudan al autor a transmitir determinados temples de ánimo es el entorno. Por ejemplo, los sentimientos que despierta el ambiente lúgubre de un hospital son distintos a los que genera un paisaje apacible.

Tono

Asimismo, el tono de la pieza lírica es esencial para expresar un temple de ánimo. El empleo de un tono distante y retraído transmitirá sentimientos distintos a los que producirá un tono ingenioso y jovial.

Vocabulario y estilo

Finalmente, la elección de palabras —y, en general, el estilo de escritura— determinan el temple de ánimo de un poema o prosa poética.

Ejemplos

Nostálgico

“Madre: esta noche se nos muere un año.
En esta ciudad grande, todos están de fiesta;
zambombas, serenatas, gritos, ¡ah, cómo gritan!;
claro, como todos tienen su madre cerca…

¡Yo estoy tan solo, madre,
tan solo!; pero miento, que ojalá lo estuviera;
estoy con tu recuerdo, y el recuerdo es un año
pasado que se queda.

Si vieras, si escucharas este alboroto: hay hombres
vestidos de locura, con cacerolas viejas,
tambores de sartenes,
cencerros y cornetas;

el hálito canalla
de las mujeres ebrias;
el diablo, con diez latas prendidas en el rabo,
anda por esas calles inventando piruetas,

y por esta balumba en que da brincos
la gran ciudad histérica,
mi soledad y tu recuerdo, madre,
marchan como dos penas.

Esta es la noche en que todos se ponen
en los ojos la venda,
para olvidar que hay alguien cerrando un libro,
para no ver la periódica liquidación de cuentas,

donde van las partidas al Haber de la Muerte,
por lo que viene y por lo que se queda,
porque no lo sufrimos se ha perdido
y lo gozado ayer es una pérdida.…”

En el poema “Las doce uvas del tiempo” del venezolano Andrés Eloy Blanco, se refleja el temple de ánimo del hablante lírico (un exiliado en tierras lejanas): nostalgia por la madre ausente en una fecha importante.

Triste

“Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Escribir, por ejemplo: “La noche está estrellada,
y tiritan, azules, los astros, a lo lejos”.
El viento de la noche gira en el cielo y canta.

Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Yo la quise, y a veces ella también me quiso.
En las noches como esta la tuve entre mis brazos.
La besé tantas veces bajo el cielo infinito.

Ella me quiso, a veces yo también la quería.
Cómo no haber amado sus grandes ojos fijos.
Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Pensar que no la tengo. Sentir que la he perdido.

Oír la noche inmensa, más inmensa sin ella.
Y el verso cae al alma como al pasto el rocío.
Qué importa que mi amor no pudiera guardarla.
La noche está estrellada y ella no está conmigo.

Eso es todo. A lo lejos alguien canta. A lo lejos.
Mi alma no se contenta con haberla perdido

Como para acercarla mi mirada la busca.
Mi corazón la busca, y ella no está conmigo…”

El hablante lírico del “Poema número 20” del poeta chileno Pablo Neruda claramente se muestra triste al evocar una relación amorosa ya perdida.

Alegre

“Doña Primavera
viste que es primor,
viste en limonero
y en naranjo en flor.

Lleva por sandalias
unas anchas hojas,
y por caravanas
unas fucsias rojas.

Salid a encontrarla
por esos caminos.
¡Va loca de soles
y loca de trinos!

Doña Primavera
de aliento fecundo,
se ríe de todas
las penas del mundo…

No cree al que le hable
de las vidas ruines.
¿Cómo va a toparlas
entre los jazmines?

¿Cómo va a encontrarlas
junto de las fuentes
de espejos dorados
y cantos ardientes?

De la tierra enferma
en las pardas grietas,
enciende rosales
de rojas piruetas.

Pone sus encajes,
prende sus verduras,
en la piedra triste
de las sepulturas…

Doña Primavera
de manos gloriosas,
haz que por la vida
derramemos rosas:

Rosas de alegría,
rosas de perdón,
rosas de cariño,
y de exultación”.

Muchas frases en esta obra de la chilena Gabriela Mistral denotan el temple de ánimo de su poema “Doña Primavera”. En general, estas frases evidencian el estado anímico alegre de su autora.

Diferencia entre temple de ánimo y motivo lírico

El temple de ánimo es la predisposición anímica del hablante lírico. Por su parte, el motivo lírico es la situación, idea o evento (el tema) que lo lleva a experimentar ese estado anímico.

De este modo, se puede llegar a afirmar que uno es consecuencia del otro. Sin embargo, las características de uno no siempre reflejan las particularidades del otro.

Por ejemplo, un poema puede transmitir los sentimientos de satisfacción del hablante lírico por una situación desafortunada (puede pensar que es un justo pago por acciones cometidas).

En este caso, el temple de ánimo (sentimientos del autor) y el motivo lírico (el tema que inspira su estado emocional) son de distinta naturaleza.

Para ilustrar este punto, se puede observar el ejemplo del poema “Las doce uvas del tiempo”. A pesar de que el motivo lírico es la celebración de fin de año, el temple de ánimo no se corresponde con la ocasión festiva.