Historia

Las 75 Mejores Frases de 300 (Espartanos)


Te dejo las mejores frases de 300, película de 2006 dirigida por Zach Snyder y basada en cómics de nombre homónimo con autoría de Frank Miller. Esta película ambienta la batalla entre el Rey Leónidas de Esparta con sus 300 guerreros y el “dios rey” Jerjes de Persia.

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-¡Espartanos! ¡Preparen su desayuno y coman copiosamente, ya que esta noche, cenaremos en el infierno! -Rey Leónidas.

-“Recuérdanos”. La orden más simple que un rey puede dar. “Recuerda por qué morimos”. Ya que él no deseaba tributo, ni una canción, ni monumentos, ni poemas de guerra y valor. Su deseo era simple. “Recuérdanos”, me dijo. -Dilios.

-Esto no se acabará rápido. No disfrutarás esto. ¡Yo no soy tu reina! -Reina Gorgo.

-Traes las coronas y las cabezas de los reyes conquistados a mi ciudad. Insultas a mi reina. ¡Amenazas a mi gente con esclavitud y muerte! Yo he escogido mis palabras cuidadosamente, persa. Tal vez debas de hacer lo mismo. -Rey Leónidas.

-¡Espartanos! ¿Cuál es su profesión? -Rey Leónidas.
-¡Guerra! ¡Guerra! ¡Guerra! -Espartanos.

-Los Inmortales fallan la prueba de nuestro rey. Un hombre que se cree un dios siente que un escalofrío muy humano sube por su columna. -Dilios.

-Capitán, lo dejo a cargo. -Rey Leónidas.

-No es el látigo al que temen, sino a mi poder divino. Pero soy un dios generoso. Te puedo enriquecer más allá de lo imaginable. Te nombraré jefe militar de toda Grecia. Cargarás mi estandarte por el corazón de Europa. -Jerjes.

-¿Lo ves viejo amigo? ¡Traje más soldados que tú! -Rey Leónidas.

-Es un honor haber vivido a tu lado. -Rey Leónidas.

-No nos retiramos ni nos rendimos. Esa es ley espartana. Y por ella defenderemos nuestras posiciones, lucharemos y moriremos. ¡Una nueva era de libertad ha comenzado! Y todos sabrán de 300 espartanos dieron su último aliento para defenderla. -Rey Leónidas.

-¿No te habías dado cuenta? Estuvimos compartiendo nuestra cultura contigo toda la mañana. -Rey Leónidas.

-Que los dioses no tengan piedad. -Stelios.

-¡Estamos con usted, señor! ¡Por Esparta, por la libertad y hasta la muerte! -Stelios.

-¡Espartanos! ¡Prepárense para la batalla! -Rey Leónidas.

-¡Demos gracias, hombres, a Leónidas y los valientes 300! ¡Hacia la victoria! -Dilios.

-Dilios, espero que ese “arañazo” no te haya hecho un inútil. -Rey Leónidas.
-Difícilmente, mi señor, sólo es un ojo. Los dioses me consideraron apto para darme uno de repuesto. -Dilios.

-Claramente no conoces a nuestras mujeres. Podría haberlas traído a marchar con nosotros aquí, a juzgar por lo que he visto. -Rey Leónidas.

-¡Espartanos! ¡Bajen sus armas! -General persa.
-¡Persas! ¡Vengan y tómenlas! -Rey Leónidas.

-Han sido enseñados a nunca retirarse, a nunca rendirse. Han sido enseñados que la muerte en el campo de batalla al servicio de Esparta es la mayor gloria que pueden alcanzar en esta vida. -Dilios.

-Podrás tener muchos esclavos, Jerjes, pero pocos guerreros. Y no tardarán mucho en temer a nuestras lanzas más que a tus látigos. -Rey Leónidas.

-Mi padre me entrenó para no sentir miedo de hacer de una lanza, un escudo y una espada tan parte de mí como mi propio corazón palpitante. -Efialtes.

-¿Locura? ¡Esto es Esparta! -Rey Leónidas.

No se trata de lo que un ciudadano espartano deba de hacer, ni un esposo, ni un rey. En vez de todo eso, pregúntate a ti mismo, mi querido amor, ¿qué es lo que un hombre libre debe de hacer? -Reina Gorgo.

-Cientos se van, un puñado se queda. Y solo uno mira hacia atrás. -Dilios.

-No es el miedo el que se apodera de él. Solo un sentido agudizado de las cosas. -Dilios.

-Huelo como a una ardilla moribunda. -Capitán.

-¡Pagarán por su barbarismo! -Emisario persa.

-Han servido a los oscuros reyes persas por quinientos años. Ojos oscuros como la noche, dientes afilados como colmillos, sin almas. El guardia personal del Rey Jerjes mismo, la élite guerrera persa. La fuerza de batalla más mortal de toda Asia… Los Inmortales. -Dilios.

-¿No hay razón por lo que no podamos ser civilizados, o sí? -Rey Leónidas.

-Nuestros ancestros construyeron este muro utilizando piedras antiguas del seno de Grecia. Y con muy poca ayuda espartana, tus exploradores persas suministraron el mortero. -Stelios.

-Oye tú ahí, Efialtes. Ojalá vivas para siempre. -Rey Leónidas.

-¡No les den nada, pero quítenles todo! -Rey Leónidas.

-¿Qué debe de hacer un rey para salvar su mundo cuando las mismas leyes que ha jurado proteger lo obligan a no hacer nada? -Rey Leónidas.

-Ustedes no serán esclavos. Sus mujeres serán esclavas. Sus hijos e hijas, sus ancianos serán esclavos, pero no ustedes. Para mañana a medio día serán todos hombres muertos. -Emisario persa.

-El mundo sabrá que los hombres libres le hicieron frente a un tirano, que unos cuantos enfrentaron a muchos, y antes de que se acabe esta batalla, incluso un dios rey puede sangrar. -Rey Leónidas.

-¿Corazón? Tengo lleno el corazón de odio. -Capitán.

-Eres tan generoso como eres divino, oh, rey de reyes. Tal oferta, solo un loco la rechazaría. Pero […] asesinar a tus hombres tuyos me ha dejado un terrible calambre en mi pierna, así que arrodillarme me será difícil. -Rey Leónidas.

-Aquí es donde los detenemos; aquí es donde luchamos, aquí es donde ellos mueren. -Rey Leónidas.

-Incluso ahora, eres desafiante, incluso de frente a la aniquilación y en la presencia de un dios. Así que no es sabio estar en contra mía, Leónidas. Imagina el destino horrible de mis enemigos. -Jerjes.

-¡Mi reina! Mi esposa. Mi amor. -Rey Leónidas.

-El dios rey tiene un error fatal: la soberbia. Es fácil de provocar, y fácil de engañar. […] Jerjes ha cogido el anzuelo. -Dilios.

-¡Hicimos para lo que fuimos entrenados, lo que fuimos criados para hacer, y para lo que nacimos! -Dilios.

-Los espartanos tienen una reputación que considerar. -Rey Leónidas.

-No habrá gloria en tu sacrificio. ¡Borraré el recuerdo de Esparta de la historia! Todo pergamino griego será quemado. A todo historiador y escriba griego se le quitará los ojos y la lengua. Incluso mencionar Esparta y Leónidas serán castigados con la muerte. -Jerjes.

-No existe espacio para la blandenguería… no en Esparta. No existe espacio para la debilidad. Sólo aquellos duros y fuertes pueden llamarse espartanos. -Dilios.

-¿Qué le hace pensar a esta mujer que puede hablar entre los hombres? -Mensajero.
-¡Porque solo las mujeres espartanas dan a luz a verdaderos hombres! -Reina Gorgo.

-No seas ni evasivo ni estúpido, persa. ¡No te puedes dar el lujo de ninguna en Esparta! -Reina Gorgo.

-¡Recuerden este día, ya que será de ustedes por toda la vida! -Rey Leónidas.

-¡Prepárense para la gloria! -Rey Leónidas.

-Dicen que los espartanos descendieron de Hércules mismo. El valiente Leónidas dio testamento de nuestro linaje. Su rugido fue largo y fuerte. -Capitán.

-A los 7 años, como es costumbre en Esparta, el niño fue arrebatado de su madre e introducido en un mundo de violencia. Un mundo construido por 300 años de una sociedad espartana guerrera para crear los mejores soldados conocidos. -Dilios.

-Ustedes los griegos están orgullosos de su lógica. Les surgiero que la empleen. Toma en consideración la hermosa tierra que defiendes tan vigorosamente. Imagínatela reducida a cenizas. ¡Considera el destino de sus mujeres! -Jerjes.

-La libertad no es libre para todos, ya que viene con el más alto de los precios. El precio de la sangre. -Reina Gorgo.

-Los arcadianos gritan y maldicen, apuñalando salvajemente, más matones que guerreros. Hacen un desastre impresionante de las cosas. Aficionados valientes… hacen su parte. -Dilios.

-Su casco era sofocante, estrechaba su visión. Y él debe ver lejos. Su escudo era pesado. Le hacía perder el equilibrio. Y su objetivo está muy lejos. -Dilios.

-Los gritos de dolor del capitán por la pérdida de su hijo son más aterradores para el enemigo que los tambores de batalla más profundos. Se necesitan tres hombres para detenerlo y traerlo de vuelta al nuestro. -Dilios.

-Es un honor morir a tu lado. -Stelios.

-Vamos, Leónidas. Entremos en razón juntos. Sería un desperdicio lamentable, una locura si tú, valiente Rey y tus tropas valerosas perecieran, todo por un simple malentendido. -Jerjes.

-¡Gánense esos escudos muchachos! -Capitán.

-Déjame adivinar. Tu debes de ser Jerjes. -Rey Leónidas (después de ver su trono de oro).

-Al final, la verdadera fortaleza de un espartano es el guerrero junto a él. Así que dale tu respeto y tu honor a él, y te será devuelto. Primero, lucha con tu cabeza. Luego con tu corazón. -Rey Leónidas (a su hijo).

-¿Tus labios pueden terminar lo que tus dedos comenzaron?, ¿o es que la oráculo te robó también las ganas? -Reina Gorgo.

-¿Gloria? ¿Te has vuelto loco? ¡No existe gloria por reclamar! ¡Solo la retirada, la rendición o la muerte! -Daxos.

-¡Espartano! Regresa con tu escudo, o en él. -Reina Gorgo.
-Sí, mi señora. -Rey Leónidas.

-Relájate, viejo amigo. si me asesinan, toda Esparta se irá a la guerra. Reza porque sean así de estúpidos. Reza porque tengamos así de suerte. -Rey Leónidas.

-La batalla se acaba hasta que yo digo que se acaba. -Rey Leónidas.

-Sólo las palabras de una mujer deben de afectar el humor de mi esposo. Y esas son las mías. -Reina Gorgo.

-Se necesitan más que las palabras de una chica adolescente ebria para despojarme de mis ganas por ti. -Rey Leónidas.

-¡Démosles algo para tomar! -Rey Leónidas.

-Mil naciones del imperio persa caerán sobre ti. Nuestras flechas taparán el sol. -Persa.
-Entonces lucharemos a sombras. -Stelios.

-¡Hoy ningún espartano muere! -Rey Leónidas.

-¡Esparta arderá! ¡Sus hombres morirán a los brazos de sus mujeres y sus hijos serán esclavos o peor aún! -Rey Leónidas.

-A diferencia del cruel Leónidas, que te ha ordenado pararte frente a él. Yo solo requiero que te arrodilles ante mí. -Jerjes.

-Jerjes conquista y controla todo lo que tenga a su vista. Trae consigo un ejército tan grande que hacen temblar la tierra con su marcha. […] Todo lo que el dios rey Jerjes requiere es simple de tierra y agua. Una muestra de la sumisión de Esparta. -Mensajero.