¿Quiénes eran los Hatunrunas?
Los hatunrunas eran un grupo de hombres comunes que formaban parte del sistema social del Imperio inca. Su población era dividida en dos partes: los yanaconas, individuos que eran puestos al servicio de los reyes; y, los mitimaes, hatunrunas capaces de criar ganado, servir en la milicia y dedicarse a la pesca y las obras artesanales.
Los hatunrunas eran trabajadores desde pequeños, antes de cumplir su mayoría de edad debían ayudar a sus padres en todos los quehaceres del hogar y del campo, según fuese su edad y sexo.
Las niñas ayudaban a sus madres y los niños a sus padres. Todo cuanto hacían los hatunrunas era estrictamente ordenado y evaluado por el Estado Inca.
Los hatunrunas eran, sobretodo, agricultores y ganaderos. Tenían, como en la época feudal, el pago de sus labores diarias en comida para su hogar y ropa para su familia, y no en dinero o monedas.
Los hatunrunas eran sin duda la fuerza laboral del Imperio inca y gracias a ellos, los incas pudieron avanzar como sociedad.
Principales características y etapas de la vida de los hatunrunas
Como parte de una sociedad, los hatunrunas tenían costumbres, ritos, ceremonias y religión. Eran parte de los incas, pero al mismo tiempo tenían una cultura diferente a la del resto de los pueblos y etnias, con características propias de su estilo de vida, localización y conocimiento.
A continuación las características más importantes de los hatunrunas.
Comienzo de la vida
Las mujeres hatunrunas eran fuertes, no se dejaban llevar por el dolor. Cuando una mujer embarazada iba a dar a luz, sencillamente iba al río más cercano y, puesta en cuclillas, pujaba hasta tener al bebé en sus brazos.
Una vez fuera del vientre, la misma mujer bañaba al recién nacido en el agua del río y cortaba su cordón umbilical de una mordida.
Después de eso, para evitar infecciones en el pequeño, la mujer untaba una especie de pomada hecha a base de hierbas con efecto antivírico y antibacteriano.
Inmediatamente después de dar a luz, la mujer continuaba con sus quehaceres cotidianos, fuera la pesca, la cocina o cosas menos fatídicas como lavar la ropa. Las mujeres hatunrunas eran ejemplo de firmeza ante la sociedad.
Los niños recibían su nombre al llegar a casa. Usualmente el nombre de un bebé correspondía a su rasgo físico más prominente o al lugar en donde fue dado a luz.
Vida infantil
Los infantes hatunrunas eran amamantados desde el suelo, es decir, su mamá no los cogía en brazos. Tampoco se cargaba al bebé o se le ayudaba a caminar.
Cuando un niño de más o menos un año (edad promedio en la que comenzaba a dar pasos) comenzaba a caminar, sus padres abrían un hoyo en la tierra y lo metían hasta la cintura.
Se creía que mimar o consentir a un niño le haría un hombre débil, por eso los niños eran tratados de manera estricta aún desde pequeños.
Cuando alcanzaban suficiente edad para ayudar a sus padres en las labores comunes impuestas por los jerarcas del Imperio inca, entonces los niños acompañaban a sus padres y las niñas a sus madres.
Desde pequeños, la forma de aprendizaje se daba mediante la observación, el ejemplo y la repetición de las mismas acciones que sus antecesores.
Mientras que las niñas aprendían a tejer, cocinar, recoger flores, lavar en el río e incluso pescar. Los niños aprendían a cazar, combatir, criar ganado, cultivar plantas y otras actividades más fuertes.
Los hatunrunas, en ciertos casos, se consideraban esclavos bien pagados por los nobles. Aunque sus tareas eran arduas y continuas, no les faltaba el alimento, la ropa o una choza donde refugiarse.
Mayoría de edad
Al cumplir la mayoría de edad las mujeres hatunrunas debían casarse, era una ley. La formación de nuevos hogares cada 18 años permitía a los hatunrunas combatir las muertes de la guerra y brindaba al Imperio inca una gran población joven, apta para los fuertes trabajos de construcción, y otros trabajos que demandaban fuerza laboral.
Por su parte, los hombres se casaban, sí y solo sí, volvían de la guerra. Por lo general a los 25 años. Así, se llevaba a cabo una ceremonia anual donde todos los hombres de 25 y las mujeres de 18 años eran emparejados al azar.
Matrimonio alternativo
Aparte de la ceremonia matrimonial comunal que era costumbre inca, los hatunrunas tenían un matrimonio alternativo en el cual el hombre escogía a una mujer y convivía con ella por un tiempo.
De esta manera, los hombres determinaban si la mujer que escogían era buena para las tareas del hogar. Si era buena, se casaban.
Cualquiera fuera el método de casamiento, los hatunrunas sólo podían tener una mujer. Los polígamos eran castigados con la muerte.
El derecho a la poligamia solo lo tenían los reyes y mandatarios de la cúspide gubernamental.
Actividad de los adultos mayores
Los hatunrunas vivían de manera monótona, llevando a cabo sus actividades diarias de manera inequívoca hasta la mitad de su vida. Al cumplir 50 años, se retiraban del servicio militar pues ya no tenían la fuerza, vitalidad y resistencia que el Imperio inca requería.
Así mismo, el servicio que prestaran al gobierno inca se veía disminuido, fuese como ganaderos, agricultores, pescadores, cazadores, albañiles o alfareros.
Los hombres eran propietarios de sus viviendas y sus utensilios y herramientas, sin embargo, no poseían la tierra que habitaban. Dichos espacios y terrenos eran del Estado y este los prestaba a los hatunrunas para su comodidad, en agradecimiento por los años de servicio.
De igual forma, habiendo menguado los servicios hacia el Imperio inca también menguaba el alimento y ropa.
No obstante, los gobernadores crearon un sistema por medio del cual podrían alimentar a los adultos y brindarle, por lo menos, el sustento mínimo para evitar calamidades, enfermedades y muerte.
Además, a la edad de 50 años, la gran mayoría de los hatunrunas tenían hijos jóvenes que prestaban servicio y trabajaban, con lo cual, los hijos ayudaban a los padres.
Últimos años de los hatunrunas
Al final de la vida de los hatunrunas, tanto hombres como mujeres se divertían con los festivales y ceremonias religiosas que duraban varios días.
La vejez significaba descanso y regocijo para ellos, después de haber vivido de manera dura y ocupada. Era popular que en las festividades se tomara “acja”, una bebida alcohólica a base de maíz.
Los adultos mayores, aunque se divertían y descansaban de las arduas tareas, no dejaban de trabajar. Debían elaborar cuerdas y sacos, criar animales pequeños y corregir a los niños.
Referencias
- Maria Rostworowski de Diez Canseco. (1999). History of the Inca Realm. Google Books: Cambridge University Press.
- Alan L. Kolata. (2013). Ancient Inca. Google Books: Cambridge University Press.
- Stanley Diamond. (1980). Anthropology: Ancestors and Heirs. Google Books: Walter de Gruyter.
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- Brooke Larson, Olivia Harris, Enrique Tandeter. (1995). Ethnicity, Markets, and Migration in the Andes: At the Crossroads of History and Anthropology. Google Books: Duke University Press.
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