50 Frases del Principito que te Emocionarán
Te dejo las mejores frases del Principito sobre el amor, el zorro, la rosa, la vida, los adultos, amistad, superación y mucho más. Se trata del tercer libro más vendido de la historia, tras La Biblia y El capital de Carlos Marx.
Su autor, Antoine de Saint-Exupéry, era un piloto pionero de la aviación moderno. La impresión de la muerte de su hermano de 15 años por fiebre reumática se refleja al final del libro.
El personaje principal del relato (el piloto), obviamente está basado en el escritor, ya que el 30 de diciembre de 1935 se estrelló en el Sahara. La Rosa está inspirada en su esposa Consuelo, y los baobabs simbolizan al nazismo.
-Saint-Exupéry desapareció el 31 de julio de 1944 durante una misión de reconocimiento y nunca se supo su paradero. Como curiosidad, existe un billete francés con valor de 50 francos en homenaje a Saint-Exupery.
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Las mejores citas de El principito
-Lo esencial es invisible a los ojos.
-Me pregunto si las estrellas se iluminan con el fin de que algún día cada uno pueda encontrar la suya.
-Fue el tiempo que pasaste con tu rosa lo que la hizo tan importante.
-Caminando en línea recta no puede uno llegar muy lejos.
-Cuando uno está muy triste son agradables las puestas de sol.
-Cuando el misterio es demasiado impresionante, es imposible desobedecer.
-Lo que realmente embellece al desierto es el pozo que se oculta en algún sitio.
-Si vienes, por ejemplo, a las cuatro de la tarde, comenzaré a ser feliz desde las tres.
-Él se enamoró de sus flores y no de sus raíces, y en otoño no supo qué hacer.
-Nunca está nadie contento donde se encuentra.
-Será necesario que soporte dos o tres orugas, si quiero conocer las mariposas; creo que son muy hermosas.
-Es mucho más difícil juzgarse a sí mismo que juzgar a los demás. Si logras juzgarte bien a ti mismo eres un verdadero sabio.
-¿Los hombres? El viento los lleva, pues no tienen raíces y no tenerlas les causa amargura.
-Es una locura odiar a todas las rosas porque una te pinchó. Renunciar a todos tus sueños porque uno de ellos no se realizó.
-Viví mucho con personas mayores y las he conocido muy de cerca; pero esto no ha mejorado demasiado mi opinión sobre ellas.
-Es muy triste olvidar a un amigo. No todos han tenido uno.
-Nada en el universo sigue siendo igual si en alguna parte, no se sabe dónde, un cordero que no conocemos ha comido, o no, a una rosa.
-Solo hay que pedir a cada uno lo que cada uno puede dar.
-Me creía rico con una flor única y resulta que no tengo más que una rosa ordinaria.
-Los baobabs comienzan por ser muy pequeñitos.
-Las personas mayores nunca pueden comprender algo por sí solas y es muy aburrido para los niños tener que darles una y otra vez explicaciones.
-Únicamente los niños aplastan su nariz contra los vidrios.
-Nadie le creyó a causa de su manera de vestir. Las personas mayores son así.
-El principito, que me hacía muchas preguntas, jamás parecía oír las mías.
-Tener un amigo es un verdadero privilegio y si uno se olvida de ellos se corre el riesgo de volverse como las personas mayores que solo se interesan por las cifras y los números.
-En el planeta del principito había, como en todos los planetas, hierbas buenas y hierbas malas y, por lo tanto, semillas de unas y otras.
-Hay que arrancar los baobabs en cuanto se les distingue de los rosales pues se parecen mucho cuando son pequeñitos.
-Si un cordero come arbustos, se comerá también las flores ¿no?
-Las flores son débiles. Son ingenuas. Se defienden como pueden y las espinas son su defensa.
-Si alguien ama a una flor de la que sólo existe un ejemplar entre millones y millones de estrellas, es suficiente mirar al cielo para ser feliz pues puede decir satisfecho: “Mi flor está allí, en alguna parte…”
-Debí juzgarla por sus actos y no por sus palabras.
-Será necesario soportar la molestia de dos o tres orugas, si quiero conocer las mariposas; creo que son muy hermosas.
-Que los volcanes estén extinguidos o se despierten es igual para nosotros. Lo interesante es la montaña del volcán y esta nunca cambia
-Los hombres se meten en los trenes pero no saben a dónde van. No saben qué quieren ni saben qué buscar.
-Es igual con la flor. Si quieres a una flor que habita en una estrella, es muy dulce mirar al cielo por la noche. Todas las estrellas han florecido.
-Yo puedo juzgarme a mí mismo en cualquier parte y no tengo necesidad de vivir aquí.
-Para los vanidosos todos los demás hombres son admiradores.
-¡Bueno! Te admiro, pero ¿para qué te sirve?
-Bebo para olvidar que soy un borracho.
-Es útil, pues, para mis volcanes y para mi flor que yo las posea. Pero tú, tú no eres nada útil para las estrellas…
-Es el único que no me parece ridículo, quizás porque se ocupa de otra cosa y no de sí mismo.
-Te miraré de reojo y tú no dirás nada. La palabra es fuente de malentendidos.
-Únicamente los niños saben lo que buscan. Pierden el tiempo con una muñeca de trapo que viene a ser lo más importante para ellos y si se la quitan, lloran.
-¡Qué planeta más raro!, es seco, puntiagudo y salado. Y los hombres carecen de imaginación; no hacen más que repetir lo que se les dice.
-Los hombres se meten en los rápidos pero no saben dónde van ni lo que quieren. Entonces se agitan y dan vueltas.
-No era más que un zorro semejante a cien mil otros. Pero yo le hice mi amigo y ahora es único en el mundo.
-Yo no debía hacerle caso, nunca hay que hacer caso a las flores, basta con mirarlas y olerlas. Mi flor embalsamaba el planeta, pero yo no sabía gozar con eso.
-Claro que nosotros, como sabemos comprender la vida, nos burlamos tranquilamente de los números. A mí me habría gustado empezar esta historia a la manera de los cuentos de hadas.
-El suelo del planeta del principito estaba infestado de semillas de baobabs que
si no se arrancan acaban de surgir y en cuanto se les reconoce, pueden cubrir todo el planeta, perforarlo con sus raíces y, si el planeta es muy pequeño y los baobabs son muchos, lo hacen estallar.
-Si alguna vez viajan esto podrá servirles mucho. A veces no hay inconveniente en dejar para un poco más tarde el trabajo; pero tratándose de baobabs, el retraso es siempre fatal.
-Sólo se conoce bien lo que se domestica. Los hombres ya no tienen tiempo de conocer nada; todo lo compran ya hecho. Y como en las tiendas no se venden amigos, los hombres ya no tienen amigos. ¡Si quieres tener un amigo, entonces debes domesticarme!
-La gente tiene estrellas pero no significan lo mismo para todos. Para algunos, los que viajan, las estrellas son sus guías. Para otros sólo son lucecitas. Para los sabios las estrellas son motivo de estudio y para mi hombre de negocios, eran oro.
-Y ahí está el gran misterio. Para ustedes que quieren al principito, lo mismo que para mí, nada en el universo habrá cambiado si en cualquier parte, quién sabe dónde, un cordero desconocido se ha comido o no se ha comido una rosa…
-A los mayores les gustan mucho las cifras. Cuando se les habla de un nuevo amigo, jamás preguntan cosas esenciales como: “¿Qué tono tiene su voz? ¿Qué juegos prefiere? o ¿Si le gusta o no coleccionar mariposas?” En cambio preguntan: “¿Qué edad tiene? ¿Cuántos hermanos? ¿Cuánto pesa? ¿Cuánto gana su padre?” Solamente con estos detalles creen conocerle.
-Mi dibujo no representaba un sombrero. Representaba una serpiente boa que digiere un elefante. Dibujé entonces el interior de la serpiente boa a fin de que las personas mayores pudieran comprender. Siempre estas personas tienen necesidad de explicaciones.
-¡La Tierra no es un planeta cualquiera! Se cuentan en él ciento once reyes (sin olvidar, naturalmente, los reyes negros), siete mil geógrafos, novecientos mil hombres de negocios, siete millones y medio de borrachos, trescientos once millones de vanidosos, es decir, alrededor de dos mil millones de personas mayores.
-Cuando por la mañana uno termina de arreglarse, hay que hacer cuidadosamente la limpieza del planeta. Hay que dedicarse regularmente a arrancar los baobabs, cuando se les distingue de los rosales, a los cuales se parecen mucho cuando son pequeñitos. Es un trabajo muy fastidioso pero muy fácil.
-Conozco un planeta donde vive un señor muy colorado, que nunca ha olido una flor, ni ha mirado una estrella y que jamás ha querido a nadie. En toda su vida no ha hecho más que sumas. Y todo el día se lo pasa repitiendo como tú: “¡Yo soy un hombre serio, yo soy un hombre serio!”… Al parecer esto le llena de orgullo. Pero eso no es un hombre, ¡es un hongo!