Historia

Antiguo Egipto: periodos, organización política y social, religión


El Antiguo Egipto es el nombre que recibe la civilización que se desarrolló en torno al río Nilo, en el noroeste de África. El área en el que se asentó comenzaba en el delta del Nilo, a la orilla del Mediterráneo, y alcanzaba hasta la primera catarata de ese río. Todo este territorio estaba dividido en dos partes: el Alto Egipto, al sur del país, y el Bajo Egipto, al norte.

Aunque existen divergencias entre los expertos sobre la cronología, en líneas generales se considera que la civilización egipcia comenzó sobre el año 3150 a. C. Su historia duró 3000 años, hasta el año 31 a. C, momento en que el Imperio romano conquistó sus tierras. Todo este largo periodo ha sido dividido en varias fases por los historiadores.

La sociedad egipcia estaba bastante jerarquizada y la religión tenía una gran influencia. Esto último llevó a que los sacerdotes tuvieran un gran poder político, mientras que los faraones, monarcas del Antiguo Egipto, eran considerados prácticamente dioses.

Además de la importancia de la religión, el otro gran elemento definitorio de la civilización egipcia era el río Nilo. Gracias a sus crecidas el país podía alimentarse, ya que permitía cultivar unas tierras rodeadas de desiertos.

Índice del artículo

Ubicación

La civilización egipcia tuvo lugar en el valle del Nilo, en el noreste del continente africano. Su extensión varió con el tiempo, ya que en la época de mayor esplendor alcanzó territorios al sur de la primera catarata y zonas alejadas del cauce del río.

El país de Quimit

Los habitantes de la zona que atravesaba el río Nilo la llamaban Quimit. Este nombre significaba “tierra negra” y servía para distinguir la región de los desiertos de tierra roja.

El elemento que más influyó en la formación de la civilización egipcia fue el río Nilo. Sus aguas eran las responsables de la fertilidad de las tierras cercanas. Además, una vez al año el río se desbordaba, aumentando la extensión de tierra cultivable.

Aunque los límites fueron variando dependiendo de la época, sus fronteras más habituales fueron el mar Mediterráneo por el norte, Nubia por el sur, el mar Rojo por el este y el desierto de Libia por el oeste.

División territorial

La primera zona abarcaba desde la primera catarata del Nilo, donde hoy en día se encuentra la localidad de Asuán, hasta Menfis, donde el río comenzaba a formar el delta. El monarca del Alto Egipto vestía una corona blanca hasta que se produjo la unificación. Por su parte, el Bajo Egipto comprendía toda la región del delta del Nilo.

Periodos

Los egiptólogos no han alcanzado un consenso sobre la cronología de la civilización egipcia. Cada corriente historiográfica ha establecido sus propios criterios para dividir esta etapa de la historia y existen divergencias importantes sobre este asunto.

Inicios

Los restos arqueológicos encontrados en la zona muestran que fue durante el Neolítico, alrededor del 6000 a. C, cuando se levantaron los primeros asentamientos estables. Fue en ese periodo cuando los pueblos nómadas cambiaron sus costumbres y comenzaron a vivir de la ganadería y de la agricultura.

Periodo predinástico (c. 5500 a. C.-3200 a. C.)

Este periodo abarcó la época anterior a que el valle del Nilo se unificara políticamente y se corresponde a la Edad del Cobre.

Las primeras culturas que aparecieron en esta época fueron la de El Fayum, sobre el 5 000 a. C, la tasiense, en el 4 500 a. C y la de Merimde, sobre el 4 000 a.C. Todos estos pueblos conocían ya la cerámica, la agricultura y la ganadería. Estas dos últimas actividades eran la base de su economía, algo que favorecía la presencia del río Nilo.

Sobre el 3 600 a. C. apareció una nueva cultura, denominada Naqada II. Esta fue la primera que se extendió por todo Egipto y unificó su cultura.

Fue también en este periodo, sobre el 3 500 a. C, cuando se empezaron a construir las primeras canalizaciones para aprovechar mejor las crecidas del Nilo. Igualmente, los pueblos de la zona empezaron a usar la escritura jeroglífica.

El Egipto de la época se dividió en regiones denominadas nomos. Así, en el delta se formaron dos estados feudales, con monarcas independientes. Tras años de luchas entre ambos estados, la victoria del llamado reino de la Abeja logró unificar el territorio. Los vencidos, por su parte, tuvieron que huir al Alto Egipto, donde fundaron sus propias ciudades.

Periodo protodinástico (c. 3200-3000 a. C.)

Esta fase también es denominada como dinastía 0 o periodo Naqada III. Los gobernantes pertenecían al Alto Egipto, con capital en Tinis. Ya en estos momentos, el dios principal era Horus.

Además de la mencionada Tinis, fue en este periodo en el que aparecieron las primera ciudades de cierta consideración, como Nejen o Tubet. Aunque no se puede afirmar al cien por cien, se considera que el último rey de la época fue Narmer, fundador de la dinastía I.

Periodo arcaico (c. 3100-2686 a. C.)

Justo antes de comenzar este nuevo periodo, Egipto estaba dividido en varios reinos de pequeño tamaño. Los más importantes eran el de Nejen (Hieracómpolis), en el Alto Egipto, y el de Buto, en el Bajo Egipto. Fueron los monarcas del primero quienes iniciaron el proceso final de unificación.

De acuerdo a la tradición del país, el responsable de la unificación fue Menes, tal y como quedó reflejado en las Lista Reales. Algunos historiadores consideran que se trató del primer faraón con poder sobre todo Egipto. Durante esta fase reinaron las dinastías I y II.

Imperio antiguo (c. 2686-2181 a. C.)

Con la dinastía III, los gobernantes egipcios trasladaron la capital a Menfis. Los griegos llamaron al templo principal de esta ciudad Aegyptos y de ahí nació el nombre del país.

Durante este periodo comenzaron a construirse las grandes pirámides que caracterizaron a la civilización egipcia. El primer faraón que ordenó levantar una de estas grandes tumbas fue Zoser. Más adelante, también en esta fase, se construyeron las tres grandes pirámides de Giza: Keops, Kefrén y Micerino.

En el aspecto social, el alto clero ganó mucho poder a partir de la dinastía V. Otro aspecto destacado fue el proceso de descentralización que se produjo durante el gobierno de Pepy II, cuando los nomarcas (gobernadores locales) fortalecieron sus posiciones.

Primer periodo intermedio (c. 2190-2050 a. C.)

La descentralización del poder político, que había comenzado en el periodo anterior, continuó durante las siguientes dinastías, desde la VII hasta mediados de la XI. Esta fase terminó con una nueva unificación política llevada a cabo por Mentuhotep II.

Los historiadores afirman que este Primer periodo intermedio fue una etapa de decadencia. Sin embargo, también fue una etapa en la que la cultura alcanzó cotas importantes, especialmente la literatura.

Por otra parte, la clase media de las ciudades comenzó a florecer, lo que provocó un cambio en la mentalidad. Esto vino acompañado por una transformación en las creencias que convirtió a Osiris en el dios más importante.

Reino medio (c. 2050-1750 a. C.)

El cambio de periodo se produjo cuando Mentuhotep volvió a unificar el país. Se trató de una época muy próspera en lo económico y de expansión en lo territorial.

Buena parte de esa prosperidad económica se debió a las obras llevadas a cabo en El Fayum con el propósito de controlar y aprovechar las crecidas del Nilo. Así, se construyeron infraestructuras para desviar el agua al lago Moeris.

Igualmente, los egipcios establecieron fuertes relaciones comerciales con regiones cercanas, tanto mediterráneas como africanas y asiáticas.

El acontecimiento que puso fin al Reino medio fue la derrota del ejército egipcio ante los hicsos, que vino precedida por grandes movimientos migratorios de libios y cananeos hacia el valle del Nilo.

Segundo periodo intermedio (c. 1800-1550 a. C.)

Tras su victoria, los hicsos pasaron a controlar gran parte del territorio egipcio. Este pueblo, formado por libios y asiáticos, establecieron su capital en Avaris, en el delta del Nilo.

La reacción egipcia llegó desde Tebas. Allí, los dirigentes de la ciudad, la dinastía XVII, declararon su independencia. Tras esta proclamación comenzaron una guerra contra los invasores hicsos hasta lograr recuperar el país.

Imperio nuevo (c. 1550-1070 a. C.)

Las dinastías XVIII, XIX y XX lograron devolver el esplendor a la civilización egipcia. Además, aumentaron su influencia en Oriente Próximo y ordenaron construir enormes proyectos arquitectónicos.

Un momento destacado históricamente se desarrolló con la subida al poder de Akenatón, a finales de la dinastía XVIII. Este monarca trató de establecer el monoteísmo en el país, aunque encontró una gran oposición en la clase sacerdotal.

Las tensiones creadas por la pretensión de Akenatón no se resolvieron hasta el reinado de Horemheb, último faraón de su dinastía.

Gran parte de los faraones de las siguientes dos dinastías compartieron el nombre de Ramsés, lo que hizo que la época fuera conocida como Período Ramésida. Entre todos ellos destacó de manera especial Ramsés II, faraón que llevó a Egipto a su punto más álgido durante el Imperio nuevo.

Este faraón firmó un acuerdo de paz con los hititas, entonces una de las grandes potencias de Oriente Próximo. Además, se desarrollaron los proyectos arquitectónicos más importantes desde la construcción de las pirámides.

Los sucesores de Ramsés II intentaron mantener su obra. Sin embargo, Ramsés XI no pudo evitar que Egipto volviera a descentralizarse.

Tercer periodo intermedio (c. 1070-656 a. C.)

Dos dinastías con faraones de origen libio se establecieron al mismo tiempo en territorio egipcio. Una de ellas, dominaba el Bajo Egipto, con capital en Tanis. La segunda gobernó desde Tebas, con monarcas que asumieron el título de Sumos Sacerdotes de Amón. El final de este periodo se produjo cuando los reyes Cushitas tomaron el poder.

Periodo tardío (c. 656-332 a. C.)

Los primeros gobernantes durante este periodo pertenecían a la dinastía Saita. Después, fue una dinastía nubia la que ocupó el poder.

Durante esta etapa se produjo un intento de invasión por parte de los asirios y dos fases diferentes de dominio persa.

Periodo Helenístico (332-30 a. C.)

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La victoria de Alejandro Magno sobre el Imperio persa conllevó que también pasara a controlar Egipto. A su muerte, el territorio pasó a manos de unos de sus generales: Ptolomeo. Este, aunque macedonio como el propio Alejandro, mantuvo la denominación de faraón para gobernar a los egipcios.

Los siguientes 300 años, bajo gobierno ptolemaico, fueron de gran prosperidad. El poder político se mantuvo centralizado y los faraones impulsaron varios programas de reconstrucción de los monumentos antiguos.

La dinastía iniciada por Tolomeo finalizó en el año 30 a. C. Los romanos, dirigidos por Octavio, derrocaron a la alianza formada por Cleopatra VII y Marco Antonio.

Periodo romano (30 a. C.-640 d. C.)

La mencionada victoria de Octavio sobre Cleopatra convirtió Egipto en una provincia romana. Esta situación se mantuvo hasta que el Imperio romano de dividió en el 395, quedando Egipto bajo el dominio de los bizantinos.

En el año 640, un nuevo poder emergente derrotó a los gobernantes bizantinos de Egipto: los árabes. Con esta conquista desaparecieron los últimos restos de la cultura antigua del país.

Economía

La base de la economía del Antiguo Egipto era la agricultura. La fertilidad concedida por las aguas del Nilo a las tierras cercanas fue lo que permitió el crecimiento y desarrollo de su cultura.

Para aprovechar mejor estas condiciones, los egipcios levantaron diques, canales de riego y estanques, todos diseñados para llevar el agua del río hasta los campos de cultivo. Allí, los campesinos obtenían, especialmente, varios tipos de cereales que eran utilizados para elaborar pan y otros alimentos.

Además, las infraestructuras de riego permitían cosechas abundantes de guisantes, lentejas o puerros, además de frutas como uvas, dátiles o granadas.

Esta riqueza agrícola hacía que los egipcios obtuvieran más productos de los necesarios para su alimentación. Esto les permitió establecer relaciones comerciales con varias regiones extranjeras, especialmente con las del Mediterráneo.

Estaciones del Nilo

Para sacar provecho a las aguas del Nilo, los egipcios debieron estudiar sus ciclos anuales. Así, establecieron la existencia de tres estaciones: Akhet, Peret, y Shemu.

La primera, Akhet, era cuando las aguas del Nilo inundaban los terrenos cercanos. Esta fase comenzaba en junio y duraba hasta septiembre. Cuando las aguas se retiraban, en el terreno quedaba una capa de limo que aumentaba la fertilidad de la tierra.

Era entonces, cuando comenzaba el Peret, cuando se sembraban los campos. Una vez hecho esto, usaban los diques y canales para regar la tierra. Por último, el Shemu era el momento de la cosecha, entre marzo y mayo.

Comercio

Como se ha señalado antes, la producción de excedentes permitió a los egipcios comerciar con las regiones cercanas. Además, sus expediciones también aprovechaban para buscar joyas para los faraones e, incluso, para vender o comprar esclavos.

Una figura importante en este campo eran los shutiu, con funciones similares a las de un agente comercial. Estos personajes se encargaban de las actividades de compraventa de productos en nombre de instituciones como los templos o el palacio real.

Aparte de las rutas comerciales hacia el Mediterráneo o hacía Oriente Próximo, los egipcios han dejado pruebas de expediciones con destino al centro de África.

Fiscalidad

Los gobernantes egipcios establecieron varios impuestos que tenían que ser abonados en especie o con trabajo, ya que no existía una moneda. El responsable de los cobros era el Visir, quien actuaba en nombre del faraón.

El sistema fiscal era progresivo, esto es, cada uno pagaba según sus posesiones. Los agricultores entregaban productos procedentes de las cosechas, los artesanos con parte de lo que elaboraban y los pescadores con lo que capturaban.

Además de estos impuestos, una persona de cada familia debía estar disponible para trabajar para el Estado durante unas semanas al año. Las labores iban desde la limpieza de canales a la construcción de tumbas, pasando por la minería. Los más adinerados solían pagar a alguien para que los sustituyeran.

Arquitectura

Una de las características del Antiguo Egipto que más influyó en su arquitectura fue el carácter semidivino de sus faraones.

Esto, junto con el poder adquirido por los sacerdotes, provocó que buena parte de los edificios típicos tuvieran funciones relacionadas con la religión, desde las pirámides hasta los templos.

Características

Los materiales utilizados por los egipcios fueron, principalmente, el adobe y la piedra. Aparte, también usaron piedra caliza, arenisca y granito.

A partir del imperio antiguo, la piedra era utilizada únicamente para construir los templos y las tumbas, mientras que los ladrillos de adobe eran la base de las viviendas, los palacios y las fortalezas.

La mayoría de los edificios de grandes dimensiones contaban con muros y pilares. La cubiertas estaban conformadas por bloques de piedra que se apoyaban en los muros externos y en enormes columnas. El arco, que ya se conocía, no fue ampliamente utilizado en estas construcciones.

Por otra parte, era muy frecuente que los muros, las columnas y los techos se adornaran con jeroglíficos y bajorrelieves, todo pintado con colores brillantes. La decoración era muy simbólica y solía incluir elementos religiosos como el escarabajo o el disco solar. Junto a esto, eran habituales las representaciones de hojas de palma, de papiro y de las flores del lote.

Vivienda

Las casas del Antiguo Egipto contaban con varias estancias que rodeaban un gran salón. Este disponía de una fuente de luz cenital y solía tener varias columnas. Aparte, las viviendas solían disponer de terraza, bodega y jardín.

Igualmente, algunas de estas casas contaban con un patio interior, que daba luminosidad a la vivienda. El calor, por el contrario, hacía aconsejable que las estancias no tuvieran ventanas.

Esas altas temperaturas fueron un factor muy importante a la hora de construir las viviendas. Lo importante era aislar el hogar de las condiciones secas del exterior.

Las pirámides

El primer arquitecto de la historia, Imhotep, fue el responsable de crear la primera pirámide. Según la leyenda, la idea nació de su intento de unir varias mastabas para construir un edificio que apuntara hacia el cielo.

Según los últimos cálculos, realizados en 2008, la civilización egipcia levantó 138 pirámides, destacando especialmente las ubicadas en el valle de Giza.

El propósito de estos monumentos era servir de tumba a los faraones y familiares. En su interior cuentan con varias salas, unidas por estrechos corredores. En las estancias se depositaban ofrendas para que el faraón pudiera realizar el paso a la otra vida con comodidad.

Mastabas e hipogeos

Las pirámides no fueron los únicos edificios destinados a servir como tumbas. Así, también las mastabas y los hipogeos tenían esa función.

Las primeras eran construidas con forma de pirámide truncada y contaban con una cámara subterráneas en la que se depositaban los cuerpos momificados de los miembros de la nobleza.

Por su parte, los hipogeos eran tumbas construidas bajo tierra, en las faldas de los montes. Dentro de la estructura había una capilla, además un pozo. Al lado de este se encontraba la estancia en la que se enterraba la momia. Este tipo de construcción estaba destinado a las clases privilegiadas y adineradas.

Templos

Los antiguos egipcios daban a sus templos una estructura majestuosa con el fin de honrar a sus dioses. Estos edificios dedicados al culto estaban situados al final de largas avenidas, con pequeñas esfinges a cada lado.

La fachada contaba con dos pirámides truncadas. La entrada se encontraba adornada con dos obeliscos y con un par de estatuas que representaban al dios al que el templo estaba dedicado.

En su interior había varias estancias: la llamada sala Hipóstila, donde se reunían los fieles; la sala de Aparición, el lugar de entrada de los sacerdotes; y un vestíbulo interior, en el que se realizaban las oraciones.

Los templos más importantes de la época estuvieron situados en Karnak y en Luxor (Tebas).

Religión y dioses

Como se ha señalado, la religión formaba para de todos los aspectos de la vida de los egipcios. Estos adoraban a una serie de dioses que controlaban todos los elementos de la naturaleza. De esta forma, buena parte del hecho religioso consistía en honrar a esos dioses para que que la vida de los fieles mejorara.

El faraón estaba considerado como un ser divino y tenía la responsabilidad de realizar rituales y ofrecer ofrendas a las divinidades para que estás fueran favorables a su pueblo. Por ese motivo, el Estado destinaba grandes recursos a la práctica religiosa, así como a construir templos.

El pueblo llano utilizaba las oraciones para rogar a los dioses que les concedieran sus dones. Igualmente, también era común usar la magia para ello.

Aparte de la influencia de los dioses en su vida diaria, los egipcios prestaban mucha atención a la muerte. Los rituales funerarios para preparar el paso al más allá formaban una parte fundamental de la religión egipcia.

Todos los habitantes del país, en mayor o menor medida dependiendo de sus riquezas, depositaban ofrendas o ajuares en sus tumbas.

Dioses

La religión egipcia era politeísta y su panteón llegó a tener hasta 2 000 dioses diferentes. En este aspecto, los expertos señalan que era una sociedad muy tolerante.

La política estaba íntimamente relacionada con la religión, hasta el punto de que la importancia de cada dios dependía mucho del gobernante en cada momento. Como ejemplo, cuando Hierápolis fue la ciudad principal, el dios predominante era Ra, sin embargo, cuando la capital se encontraba en Menfis, la deidad principal fue Ptah.

Después de la VI dinastía se produjo una debilitación temporal del poder monárquico, algo que provocó que algunas divinidades locales ganaran importancia. Entre estas se encontraba Osiris, un dios relacionado con la resurrección.

De acuerdo a sus creencias, Osiris fue asesinado por Seth, su hermano y, más tarde, resucitado gracias a la intervención de su esposa y hermana Isis.

Ya en el Imperio medio, otro dios cobró una gran importancia: Amón. Este había aparecido en Tebas, en Alto Egipto, y fue relacionado enseguida con Ra, del Bajo Egipto. Esta identificación entre ambos dioses ayudó mucho a que se produjera la unificación cultural del país.

Atón

La llegada de Akenatón al poder, sobre el 1353 a. C, tuvo una gran repercusión en la práctica religiosa egipcia. El llamado faraón hereje pretendió imponer el monoteísmo en el país y que sus habitantes adoraran a Atón como única deidad.

Akenatón ordenó que no se construyeran templos a otros dioses en todo Egipto e, incluso, mandó borrar los nombres de las deidades de los edificios. Algunos expertos, no obstante, mantienen que el faraón sí permitió que se adorara a otros dioses de manera privada.

El intento de Akenatón fue un fracaso. Con la oposición de la casta sacerdotal y sin que el pueblo aceptara ese nuevo sistema de creencias, el culto a Atón como único dios desapareció prácticamente con la muerte del faraón.

El faraón como figura religiosa

No existe un consenso total entre los egiptólogos acerca de si el faraón era considerado un dios en sí mismo. Muchos opinan que su autoridad absoluta era vista por sus súbditos como una fuerza divina. Para esta corriente historiográfica, el faraón era considerado como un ser humano, pero dotado de un poder equivalente al de un dios.

En lo que sí coinciden todos los estudiosos era en el importante papel que jugaba el monarca en el aspecto religioso. Así, ejercía de intermediario entre las divinidades y el pueblo egipcio. Existieron, no obstante, muchos templos en los que se adoraba directamente a algún faraón.

Tal y como se ha señalado antes, la política y la religión estaban íntimamente relacionadas. En este sentido, el faraón era asociado a algunos dioses concretos, como a Horus, representante del propio poder real.

Horus, además, era hijo de Ra, dios que tenía el poder de regular la naturaleza. Esto se asociaba directamente con las funciones del faraón, encargado de gobernar y regular la sociedad. Ya en el Imperio nuevo, el faraón pasó a estar relacionado con Amón, dios supremo del cosmos.

Cuando el monarca fallecía pasaba a ser identificado totalmente con Ra, además de con Osiris, dios de la muerte y la resurrección.

La muerte

La muerte y lo que sucedía tras ella tenía una gran importancia en las creencias de los antiguos egipcios. Según su religión, cada ser humano poseía una especie de fuerza vital que llamaban ka. Al fallecer, el ka debía seguir siendo alimentado y por eso se depositaban alimentos como ofrendas en los enterramientos.

Además del ka, cada individuo también estaba dotada de un ba, compuesto por las características espirituales de cada persona. Este ba continuaba dentro del cuerpo tras la muerte a menos que se realizaran los rituales adecuados para liberarlo. Una vez logrado esto, el ka y el ba se reunían.

En un primer momento, los egipcios pensaban que solo el faraón tenía un ba y, por lo tanto, era el único que podía fundirse con los dioses. El resto, tras morir, iban a un reino de oscuridad, caracterizado como lo opuesto a la vida.

Más adelante, las creencias cambiaron y se pensaba que los faraones fallecidos pasaban a habitar en el cielo, entre las estrellas.

Durante el Imperio antiguo se produjo un nuevo cambio. A partir de entonces empezó a asociarse al faraón con la figura de Ra y con Osiris.

El juicio final

Cuando el Imperio antiguo estaba terminando, sobre el 2181 a. C, la religión egipcia pasó a considerar que todos los individuos poseían un ba y, por lo tanto, podían disfrutar de un lugar paradisíaco tras la muerte.

A partir del Imperio nuevo, este tipo de creencia se desarrolló y los sacerdotes explicaron todo el proceso que sucedía tras la muerte. Al fallecer, el alma de cada persona debía superar una serie de peligros conocidos como el Duat. Una vez superados, tenía lugar el juicio final. En este, los dioses comprobaban si la vida del fallecido lo hacía merecedor de un más allá positivo.

Organización política y social

La importancia de la religión sobre todos los aspectos de la vida cotidiana alcanzaba también a la política. En este sentido, el Antiguo Egipto puede ser considerado como una teocracia, en la que el faraón también ocupaba la jefatura religiosa como intermediario de los dioses. Esta circunstancia se dejó notar claramente en la estructura social del país.

En la cúspide de la pirámide social se encontraba el faraón, jefe político y religioso. Además, como se ha señalado, algunos egiptólogos afirman que el monarca era considerado un dios en sí mismo, algo que se extendía a toda su familia.

En el siguiente escalón se situaban los sacerdotes, comenzado por el alto clero. Tras ellos, aparecían los funcionarios encargados de la administración. Dentro de esta clase social destacaban los escribas, cuyo cometido era reflejar por escrito todas las leyes, acuerdos comerciales o textos sagrados de Egipto.

Los militares ocupaban el siguiente escalón, seguidos de los comerciantes, artesanos y campesinos. Por debajo solo estaban los esclavos, que no poseían derechos como ciudadanos y eran, muchas veces, prisioneros de guerra.

El faraón

El faraón era considerado como el supremo hacedor dentro de la civilización egipcia. Como tal, tenía poderes absolutos sobre los ciudadanos, además de ser responsable de mantener el orden del cosmos.

Como se ha señalado, el monarca tenía una consideración casi divina y era quien se encargaba de la intermediación entre los dioses y los seres vivos, incluidos los animales y los vegetales.

El arte egipcio, con múltiples representaciones de los faraones, tendía a idealizar su figura, ya que no se trataba de representar fielmente su físico, sino de recrear un modelo de perfección.

Casta sacerdotal

Como en todos los Estados teocráticos, la casta sacerdotal acumulaba enormes poderes. Dentro de esta clase se encontraba el Gran Sacerdote, quien debía encargarse de dirigir el culto.

Durante muchos siglos, los sacerdotes formaron una casta que, en ocasiones, rivalizaba en influencia con el propio faraón cuando este era débil.

Estos sacerdotes estaban divididos en varias categorías, cada una de ellas con funciones diferentes. Todos ellos estaban obligados a purificarse con frecuencia y, todos los días, dirigían un ritual en el que cantaban himnos religiosos. Aparte de esto, su otro cometido era estudiar las ciencias y practicar la medicina.

Otro puesto religioso, aunque muy relacionado con la política, era el llamado Sacerdote Sem. Este puesto, uno de los más relevantes en la jerarquía religiosa, solía ser ocupado por el heredero del faraón, casi siempre su hijo mayor.

Sus funciones eran oficiar los rituales que se celebraban cuando el monarca fallecía, incluidas las partes con las que se facilitaba la entrada del difunto en el más allá.

El visir

En un Estado tan complejo como el egipcio, los faraones necesitaban hombres de confianza que se encargaran del día a día. El puesto más importante era ocupado por el visir, la mano derecha del monarca. Sus funciones iban desde administrar el país hasta aconsejar sobre los negocios que se llevaban a cabo.

Eran también quienes se ocupaban de todos los documentos confidenciales y de procurar el suministro de alimentos para la familia del faraón. Todos los problemas que pudieran surgir en palacio eran de su incumbencia para que el monarca no tuviera que preocuparse. Esto incluía también la defensa de toda la familia real.

El visir también tenía una función dentro de la administración económica. Así, eran los responsables de la recaudación de impuestos y tenían a su cargo a varios funcionarios para realizar esa tarea.

Igualmente, estudiaban y ponían en marcha proyectos que ayudaran a mejorar la agricultura, labor que incluía la construcción de canales, diques y estanques.

Los egiptólogos afirman que esta figura era también responsable de guardar el tesoro del país. Para ello, crearon un sistema de graneros, ya que, al no existir una moneda, todos el comercio y la recolección de impuestos se realizaba en especies.

Nobleza

La mayor parte de la nobleza estaba formada por la familia del monarca. Esta clase se completaba con los miembros de otras familias que hubieran conseguido el apoyo del faraón. En estos casos, lo más frecuente era que recibieran riquezas y tierras, además de ser nombrados gobernadores.

Por este motivo, los nobles solían poseer grande extensiones de tierra, normalmente en las provincias que gobernaban

En la pirámide social, los nobles se encontraban por debajo del faraón y de los sacerdotes. Su poder emanaba del monarca y su función era asegurarse de que se cumplieran las leyes y se mantuviera el orden social.

Poderío militar

Como todo imperio, Egipto contaba con un ejército poderoso, capaz de cubrir varios frentes al mismo tiempo. No fue infrecuente, por ejemplo, que tuvieran que combatir al mismo tiempo a los nubios, por el sur, y a los cananeos, por el norte.

La fuerza militar egipcia no solo se utilizaba para estas guerras extensivas o defensivas. El Ejército era también el responsable de mantener la unidad del Estado, sobre todo durante los periodos en los que primaba el centralismo total, algo que provocaba levantamientos de algunas fuerzas locales en busca de mayor autonomía.

Los escribas

Entre los funcionarios estatales egipcios destacó una figura sin la que esa civilización no hubiera podido alcanzar todo su esplendor: el escriba. Aunque sus funciones puedan parecer simples, todos los egiptólogos coinciden en que su presencia era imprescindible para administrar y gobernar Egipto.

Los escribas eran los encargados de poner por escrito cada una de las decisiones importantes que se tomaban en el país. Así, debían dejar constancia de las leyes, de los decretos, de los acuerdos comerciales y de los textos religiosos que se aprobaran.

Aparte de los escribas del Palacio Real, cada localidad importante del país tenía su propio archivo y sus propios escribas. Los edificios que los albergaban eran denominados Casas de la Vida y en ellos se guardaban los documentos relativos al funcionamiento de la localidad.

Los escribas acumularon títulos como el de Jefe de los Secretos, una denominación que reflejaba su importancia y hace pensar que recibían una iniciación religiosa.

Además de su labor como escribientes, los escribas también se ocupaban de comunicar las órdenes del monarca, de encabezar misiones encargadas con el faraón o de la diplomacia.

Los esclavos

En general, los esclavos eran prisioneros de algunas de las guerras libradas por los ejércitos egipcios. Una vez capturados, quedaban a disposición del Estado, que decidía su destino. Muy frecuentemente, eran vendidos al mejor postor.

Aunque hay teorías diferentes, muchos autores afirmar que estos esclavos eran utilizados para la construcción de edificios, incluidas las pirámides. Igualmente, algunos de ellos se encargaban de momificar los cadáveres.

Los esclavos no poseían ningún tipo de derechos. Los hombres eran destinados a realizar los trabajos más duros, mientras que las mujeres y los niños se dedicaban al servicio doméstico.

Temas de interés

Literatura egipcia.

Diosas egipcias.

Dioses de Egipto.

Referencias

  1. ACNUR Comité Español. Historia antigua de Egipto, la civilización que surgió junto al Nilo. Obtenido de eacnur.org
  2. Lacasa Esteban, Carmen. La organización política en el Antiguo Egipto. Obtenido de revistamito.com
  3. Historia Universal. Cultura Egipcia o Antiguo Egipto. Obtenido de mihistoriauniversal.com
  4. Alan K. Bowman Edward F. Wente John R. Baines Alan Edouard Samuel Peter F. Dorman. Ancient Egypt. Obtenido de britannica.com
  5. History.com Editors. Ancient Egypt. Obtenido de history.com
  6. Mark, Joshua J. Ancient Egypt. Obtenido de ancient.eu
  7. Jarus, Owen. Ancient Egypt: A Brief History. Obtenido de livescience.com
  8. Schoolworkhelper Editorial Team. Ancient Egyptian Religion: Beliefs & Gods. Obtenido de schoolworkhelper.net
  9. Ancient Civilization. Egyptian Social Structure. Obtenido de ushistory.org