Trastornos mentales/Psicopatología

Síndrome de Estocolmo: qué es, síntomas, causas, tratamientos


¿Qué es el síndrome de Estocolmo?

El síndrome de Estocolmo es un conjunto de síntomas que se dan cuando una persona se ha identificado de manera inconsciente con su agresor/captor. Es un estado psicológico donde la víctima detenida en contra de su propia voluntad desarrolla una relación de complicidad con la persona que la ha secuestrado.

La mayoría de las víctimas que han sufrido secuestros hablan con desprecio, odio o indiferencia de sus captores. De hecho, un estudio con más de 1.200 personas en toma de rehenes realizado por el FBI demostró que el 92% de las víctimas no desarrolló el síndrome de Estocolmo. Sin embargo, hay una parte de ellas que muestra una reacción diferente hacia sus captores.

Cuando una persona ha sido privada de libertad y retenida en contra de su voluntad, permaneciendo en condiciones de aislamiento estimular y en compañía exclusiva de sus captores, por supervivencia puede desarrollar un lazo afectivo hacia ellos.

Se trata del conjunto de mecanismos psicológicos, los cuales permiten formar un vínculo afectivo de dependencia de las víctimas hacia sus captores, de modo que asumen las ideas, motivaciones, creencias o razones que emplean los secuestradores para privarlas de libertad.

Ha recibido también otros nombres como “síndrome de identificación de supervivencia”, ocurriendo cuando la víctima percibe que al no haber mostrado agresividad o no haberla matado debe mostrarse agradecida hacia él.

Síntomas del síndrome de Estocolmo

Las víctimas se comportan de manera característica y singular. Es una reacción individual e idiosincrásica que no puede generalizarse.

Sin embargo, su actuación responde a un mecanismo de defensa por parte de la víctima, de manera que acaba identificándose con su secuestrador.

Situación de desequilibrio

La situación traumática y estresante vivida coloca a la víctima en una posición pasivo-agresiva frente al captor, de manera que actúa de manera defensiva a partir del instinto de supervivencia.

Hay que tener en cuenta que el hecho de perder la libertad porque otro lo impone acaba posicionando a las víctimas en una situación de desequilibrio e inestabilidad.

Se colocan en una situación de incertidumbre que causa angustia, ansiedad y temor en la víctima. Las somete a su dependencia y condiciona su vida en todos los sentidos.

Situación de aceptación e indefensión

Dado que las únicas situaciones posibles son rebelarse o aceptarlo y la rebelión puede traer consecuencias desagradables, la opción menos mala es la que puede llevar a la víctima al síndrome de Estocolmo.

Las reacciones que forman parte de dicho síndrome se consideran una de las múltiples respuestas emocionales que un individuo puede presentar a raíz de la vulnerabilidad e indefensión producida durante el cautiverio.

Es una respuesta poco usual, pero necesariamente ha de conocerse y comprenderse, dado que muchas veces se ha tergiversado denominándola y considerándola como una enfermedad.

Agradecimiento a captores

Al ser liberadas, la imposibilidad de identificarse como víctimas ante lo sucedido y los sentimientos de comprensión hacia el captor muestra la disociación propia de este fenómeno.

Suelen sentirse agradecidas a sus captores, por lo vivido durante el cautiverio, por no haberse comportado de manera agresiva con ellas y acaban mostrándose simpáticas y agradables con ellos.

Al no haberse comportado ‘cruelmente’ con las víctimas y el aislamiento al que han estado sometidas, hace que éstas vean el mundo a través de los ojos del captor y pueden incluso compartir intereses comunes después de pasar tiempo juntos. La víctima acaba desarrollando una dependencia emocional hacia él.

Mecanismo defensivo

Si durante el cautiverio alguien ha tenido algún gesto de ayuda hacia ellos lo recuerdan especialmente porque bajo dichas circunstancias, los gestos amables se reciben con alivio y gratitud.

Por tanto, es un mecanismo defensivo inconsciente que tiene la víctima al no poder responder a la situación de agresión en la que se encuentra, defendiéndose así de una situación que no puede ‘digerir’ y para evitar un shock emocional.

Vínculo afectivo

Comienza a establecer un vínculo con el agresor y se identifica con él, lo comprende, le tiene simpatía y le muestra cariño y agrado.

Se debe aclarar que es algo que la víctima siente y percibe y cree que es una forma de pensar lícita y razonable.

Son las personas externas a ella quienes ven irracional los sentimientos o actitudes que muestra para comprender y disculpar los actos de los captores.

Los secuestrados pueden percibir crecimiento personal

Otros autores (como Meluk), señalan también que en algunas narraciones de víctimas liberadas se mostró una gratitud hacia los secuestradores dado que la situación que les hizo vivir les permitió crecer como personas.

Les permitió modificar su personalidad, su sistema de valores, aunque no justifiquen ni defiendan las motivaciones que llevaron a los secuestradores a llevar tales acciones.

Es importante destacar que el encubrimiento que puede realizar la víctima no se debe al temor por las represalias, es algo más propio de la esfera afectiva, de agradecimiento.

Causas

Diferentes teóricos e investigadores han intentado arrojar luz y explicar qué ocurre en estas situaciones en las que, de modo paradójico, sucede una relación entre una víctima y su captor. Se apela a claves afectivas y emocionales que suceden en una situación traumática.

Activación del sistema límbico y amígdala

En la ciencia médica el síndrome es el conjunto de síntomas y signos observados que presentan un origen desconocido, radicando aquí una de las grandes diferencias con la enfermedad: el desconocimiento de cuál es la etiología.

En este sentido, el cerebro de la víctima recibe una señal de alerta y amenaza que comienza a propagarse y a recorrer el sistema límbico y la amígdala, regulando las funciones de defensa.

La víctima mantiene el instinto de preservación ante la privación de libertad y queda sometida a los deseos de una persona ajena. Por tanto, la víctima desarrollaría el comportamiento del síndrome de Estocolmo para sobrevivir.

De este modo, la posibilidad de ‘seducir’ o manipular a su captor puede darle la ventaja de ser desestimado como un objeto potencial de torturas, maltrato u homicidio.

Incertidumbre

Autores como Dutton y Painter (1981) argumentan que los factores de desequilibrio de poder y la intermitencia bueno-malo es lo que genera en una mujer maltratada el desarrollo de un lazo que la une al agresor.

En este sentido, la incertidumbre que se asocia a la violencia repetida e intermitente puede ser un elemento clave para desarrollar el vínculo, pero de ningún modo la única causa.

Es bastante conocido que bajo ciertos estados emocionales se pueden producir desencadenantes como sentimientos o comportamientos característicos.

Indentificación con el captor

Algunos autores consideran que hay personas que tienen más vulnerabilidad a desarrollarlo, sobre todo las personas más inseguras y emocionalmente más débiles.

En este caso, como consecuencia de la situación vivida, la víctima que ha resultado secuestrada, a partir del miedo vivido se identifica con su captor.

Hay distintas situaciones donde los secuestradores llevan a cabo acciones donde privan de libertad a otros individuos, las víctimas, y las someten a un periodo de cautiverio, por ejemplo.

Estado de disociación

Dentro de las pocas teorías encontradas desde una perspectiva psicopatológica, podemos destacar los elementos de identificación que propone el grupo de Graham de la Universidad de Cincinnati (1995), a partir de una escala de evaluación de 49 ítems.

Alrededor de dicha evaluación se sugieren distorsiones cognitivas y estrategias de afrontamiento. A partir de ello, se detectan síntomas de este síndrome por ejemplo en jóvenes cuyas parejas sentimentales cometen abusos contra ellas.

Todo ello se enmarca dentro de una visión donde la situación lleva a la víctima a presentar un “estado disociativo” donde niega el comportamiento violento y negativo del secuestrador desarrollando un lazo afectivo hacia él.

Estrategia de afrontamiento

Podemos argumentar que la víctima desarrolla un modelo mental cognitivo y un anclaje al contexto que le permite sobreponerse de esa situación, recuperar su equilibrio y poder protegerse ante la situación que ha experimentado (su integridad psicológica).

De este modo, se produce en la víctima una modificación cognitiva que le sirve para adaptarse.

Condiciones

Para asentar las bases de un modelo etiológico explicativo, se establecen algunas condiciones que se necesitan para que pueda aparecer el síndrome de Estocolmo:

1. La situación que lo desencadena requiere un rehén retenido (de manera excepcional podría darse en pequeños colectivos secuestrados).

2. Es preciso un aislamiento de estímulos, donde se introduce a la víctima en un entorno mínimo donde el secuestrador sea el referente de emergencia.

3. Corpus ideológico, entendido como valores y cogniciones recubiertas de un argumento concreto bien político, religioso o social que fundamenta la acción que llevan a cabo los secuestradores.

Cuanto más elaborado esté por parte del secuestrador, más probabilidad hay de que se ejerza una influencia sobre el rehén y se propicie el síndrome de Estocolmo.

4. Que haya contacto entre secuestrador y víctima, de manera que ésta última perciba la motivación del secuestrador y se pueda abrir el proceso mediante el que se identifica con él.

5. Depende de los recursos de los que disponga la víctima, dado que no se desarrollará el síndrome si dispone de referentes de control interno bien asentados o de estrategias de afrontamiento o resolución de problemas adecuadas.

6. Por lo general, si tiene lugar la violencia por parte del secuestrador, la aparición del síndrome de Estocolmo será menos probable.

7. La víctima, por otra parte, debe percibir expectativas iniciales de que hay riesgo para su vida, que van decayendo de manera progresiva según avanza a un contacto que percibe más seguro con el secuestrador.

Evaluación y tratamiento

Asistencia psicológica y psiquiátrica

Las víctimas del síndrome de Estocolmo requieren de asistencia psicológica y psiquiátrica para poder recordar y reelaborar la situación vivida, las consecuencias que hayan podido derivarse de esa experiencia, así como trabajar con los distintos mecanismos de defensa que la persona ha puesto en práctica.

Hay que tener en cuenta cómo funciona la memoria, que es selectiva y que sus huellas se modifican con el paso del tiempo.

A veces, tras ser la víctima liberada después de un periodo de tiempo, puede encontrar difícil separarse de su captor. Puede pasar mucho tiempo hasta que la persona se recupere de las secuelas de la situación vivida.

Igual que para el TEPT

Muchos de los profesionales que tratan con este tipo de víctimas diagnostican a estos pacientes de algunos trastornos como Trastorno de Estrés agudo o Trastorno de estrés postraumático (TEPT) cuando los evalúan.

El tratamiento utilizado es el mismo que el que se utiliza para el tratamiento del TEPT: terapia cognitiva conductual, medicación y apoyo social.

Obviamente, el tratamiento debe adaptarse a las características de la víctima. Si ésta presenta inseguridad y baja autoestima, se trabajará para mejorar su seguridad personal, la dependencia emocional y trabajar la reacción que presenta y las creencias e ideas que subyacen a ello.

Si en el paciente se observan síntomas de estrés postraumático o de depresión, se deberá trabajar con dicha sintomatología.

Pronóstico

La recuperación es buena y la duración depende de distintos factores como pueden ser el tiempo que estuvo retenido en contra de su voluntad, su estilo de afrontamiento, la historia de aprendizaje o la naturaleza de la situación vivida.

Por último, cabe destacar que dicho fenómeno resulta bastante interesante desde el punto de vista psicológico, de modo que los comportamientos que subyacen a este “síndrome” deben ser estudiados e investigados con más detalle por aquellas personas que estudian la victimología, para poder arrojar un poco más de luz en todo lo que lo rodea.

Además, desde el punto de vista social también es importante por los daños colaterales que puede traer para la sociedad. El hecho de simular olvidos, no reconocer a los agresores (voz, vestimenta, fisionomía…) puede dificultar las investigaciones.