Historia

Guerra Cristera: qué fue, causas, desarrollo y consecuencias


¿Qué fue la Guerra Cristera?

La Guerra Cristera, denominada también Cristiada o Guerra de los Cristeros, fue un enfrentamiento armado que tuvo lugar entre 1926 y 1929 en México. Este conflicto enfrentó al gobierno y a milicias formadas por religiosos, presbíteros y laicos católicos. El motivo principal fue la promulgación de la Ley Calles, que limitaba el culto católico en el país.

La Iglesia católica había gozado siempre de un gran poder en México, incluso antes de la independencia. Ya en el siglo XIX se habían producido intentos por parte de los diferentes gobiernos para limitar su influencia, aunque durante el porfiriato había vuelto a recuperar parte de sus privilegios.

Tras la Revolución mexicana, el gobierno de Carranza promulgó la Constitución de 1917, que contenía medidas que limitaban el poder eclesiástico. No obstante, la mayoría de lo establecido en el texto constitucional no se aplicó completamente hasta la presidencia de Plutarco Elías Calles.

La Ley Calles provocó que muchos grupos de católicos se levantaran en armas. Las insurrecciones se sucedieron en varios estados y el gobierno respondió enviando al ejército. Tras casi tres años de conflicto, la llegada a la presidencia de Emilio Portes Gil y la mediación del embajador estadounidense permitió que se negociara el final de la guerra.

Antecedentes

Desde antes de la independencia, la Iglesia católica mexicana había tenido un gran poder político, económico y social. En las diferentes luchas que habían tenido lugar, la institución siempre se había posicionado con los conservadores y las clases altas.

Leyes de Reforma

La llegada a la presidencia de Juan Álvarez Hurtado, en 1855, significó el ascenso al poder de una corriente liberal. El nuevo mandatario se había mostrado siempre contrario a la mentalidad conservadora, entonces asociada a la Iglesia.

Álvarez intentó cambiar las leyes para hacer de México un país más laico y eliminar algunos de los privilegios de la Iglesia. Él, Ignacio Comonfort y Benito Juárez, sus sucesores en el cargo, promulgaron las llamadas Leyes de Reforma, con las que se hacía efectiva la separación entre la Iglesia y el Estado.

Estas leyes provocaron rechazo en parte de la sociedad, hasta el punto de ser la causa principal de la llamada Guerra de Reforma. El entonces presidente, Benito Juárez, tuvo que hacer frente a este conflicto y, posteriormente, a la Segunda Intervención Francesa.

Más adelante, durante el gobierno de Sebastián Lerdo de Tejada en 1874, las Leyes de Reforma se incorporaron a la constitución vigente.

Porfirio Díaz

El porfiriato, el periodo de la historia de México durante el que gobernó Porfirio Díaz, fue muy positivo para los intereses de la Iglesia. Esta llegó a organizar lo que se llamó “segunda evangelización” y fundó muchos movimientos sociales.

Constitución de 1917

Tras la Revolución mexicana, muchos de sus líderes veían a la Iglesia católica como a una fuerza conservadora y partidaria de las clases altas. Por ese motivo, la Constitución de 1917 incluía varios artículos destinados a recortar su poder.

Entre esos artículos se encontraba el que exigía que la educación fuera laica y no controlada por la Iglesia. Igualmente, el número cinco prohibía las órdenes monásticas, mientras que el 24 hacía lo mismo con el culto público fuera de las iglesias.

Por último, el artículo 27 limitaba los derechos de propiedades de las organizaciones religiosas y el 130 le retiraba a los miembros del clero algunos derechos como el del voto o la participación en la vida pública.

En un primer momento, los católicos respondieron con una campaña pacífica para tratar de modificar estas medidas.

Álvaro Obregón

La década de los 20 del siglo XX comenzó con un aumento de la tensión entre la Iglesia y el gobierno mexicano, entonces presidido por Álvaro Obregón. Durante su periodo presidencial se sucedieron choques violentos entre la CROM, un sindicato cercano al gobierno, y la Acción Católica de la Juventud Mexicana.

A comienzos de 1923, el delegado del Vaticano fue a bendecir el lugar en el que se iba a levantar un monumento a Cristo Rey. El gobierno pensó que se trataba de un desafío a su autoridad y a la Constitución y ordenó la expulsión del clérigo.

El enfrentamiento continuó entre 1925 y 1926. En unos meses, 183 sacerdotes de origen extranjero debieron abandonar México y se clausuraron 74 conventos.

Gobierno de Plutarco Elías Calles

La llegada a la presidencia de Plutarco Elías Calles supuso que las relaciones entre la Iglesia y el Estado empeoraran aún más. El nuevo mandatario desconfiaba de los católicos, ya que opinaba que la primera lealtad de estos sería hacía el Vaticano.

Una de las medidas más controvertidas fue la creación de la Iglesia Católica Apostólica Mexicana, con apoyo de la CROM. Esta nueva institución seguía la misma doctrina, pero sin reconocer al Papa como máxima autoridad. El sacerdote Joaquín Pérez se autoproclamó Patriarca de esta nueva Iglesia.

La ICAM intentó apoderarse del templo de la Soledad, pero una multitud de creyentes lo impidió. Además, se organizaron grupos para proteger el resto de los templos.

El gobernador de Tabasco, por su parte, promulgó una ley que obligaba a todos los sacerdotes a casarse si querían continuar oficiando misas. En Tamaulipas, por su parte, se prohibió a los curas extranjeros dirigir ceremonias.

Ante esto, varios movimientos católicos se unieron para fundar la Liga Nacional para la Defensa de la Libertad Religiosa, en marzo de 1925. A pesar de no ser violentos, el gobierno acabó prohibiendo la asociación.

Ley Calles

La publicación en un periódico de unas declaraciones realizadas por el arzobispo de México José Mora y del Rio, contrarias a las leyes aprobadas, provocaron el enfado del gobierno.

Calles reaccionó ordenando el arresto del arzobispo y encargando al Congreso que redactara una nueva ley que afectaba a la Iglesia.

El resultado fue la proclamación de la llamada Ley Calles, que regulaba el número de sacerdotes en cada templo, prohibía que hubiera sacerdotes extranjeros y prohibía a la Iglesia participar en la política. Igualmente, la ley reforzaba el artículo constitucional que declaraba que la educación debía ser laica y en manos del estado.

Causas de la Guerra Cristera

La mencionada Ley Calles fue el detonante de la Guerra Cristera. Las medidas aprobadas generaron el rechazo de los católicos y los presbiterianos.

Deterioro de las relaciones con la Iglesia

La relaciones entre la Iglesia y el Estado mexicano habían sido tensas desde la declaración de independencia del país. Durante el siglo XIX, esto se tradujo en varias leyes que buscaban limitar el poder eclesiástico, incluida la que reconocía la libertad de cultos, en 1857.

La Constitución de 1917 contenía otra serie de artículos que reforzaban la laicidad del Estado y arrebatan poder a la Iglesia. Desde su promulgación hasta el estallido de la guerra las relaciones fueron empeorando cada vez más.

Constitución Mexicana de 1917

La Iglesia católica, en general, apoyó el gobierno de Porfirio Díaz. Este, a cambio, lo otorgó beneficios importantes. Por esto, los revolucionarios identificaron a la institución religiosa como parte de las clases privilegiadas y porfiristas que querían combatir.

La Constitución de 1917 se redactó tras el triunfo de la revolución. En ella, México se establecía como una república federal, democrática y representativa. Además, se garantizaba la separación entre la Iglesia y el Estado y la laicidad de la nación.

Esto implicó que la Iglesia perdiera su preponderancia en la educación, se confirmara la libertad de cultos, se regularan sus bienes materiales, se eliminara la personalidad jurídica de las órdenes religiosas y se vetara su participación en la vida política.

Todos estos artículos constitucionales se aplicaron con mucha relajación durante muchos años. Fueron Obregón y, especialmente, Calles, quienes comenzaron a aplicarlas de manera estricta.

Promulgación de la Ley Calles

Jurídicamente, la ley Calles fue una extensión del Código Penal publicada en julio de 1926. En ella se recogían una serie de instrumentos para controlar y limitar la participación de la Iglesia en la vida pública.

El resultado en la práctica no se hizo esperar: el mismo día de su publicación, los servicios de culto públicos se suspendieron y los templos pasaron a manos de la Junta de Vecinos.

La ley provocó que se cerraran 42 templos en todo el país, además de la clausura de 73 conventos. 185 sacerdotes extranjeros fueron expulsados.

Además, la normativa limitó el número de sacerdotes a uno por cada seis mil habitantes. Todos estos clérigos estaba obligados a registrarse en su municipio y a recibir una licencia para poder desarrollar su actividad.

Desarrollo

La Ley Calles provocó una rápida respuesta del Vaticano. La primera medida fue convocar un boicot que paralizó todas las actividades religiosas en el país. Después, se produjeron varias manifestaciones que reclamaban la derogación de la ley. El presidente se reafirmó en su decisión.

Acciones de presión

Tras no lograr su objetivo, la Iglesia apoyó un boicot económico contra el gobierno. Este comenzó el 14 de julio de 1926 en algunos estados como Jalisco, Aguascalientes, Zacatecas o Guanajuato, donde tuvo mucha repercusión.

Así, los católicos de estos estados dejaron de acudir a teatros y cines, además de no usar el transporte público. Incluso algunos profesores abandonaron sus puestos.

El boicot, no obstante, fracasó en octubre de ese mismo años. A pesar del apoyo de muchos católicos, los más ricos no quisieron continuar, ya que perdían dinero.

Por su parte, el gobierno respondió cerrando más iglesias y rechazando la propuesta de modificación de la Constitución presentada al Congreso por el episcopado el 22 de septiembre.

Los Cristeros

El fracaso de estas acciones pacíficas provocó la radicalización de grupos de católicos. Esto fue especialmente notable en Querétaro, Guanajuato, Aguascalientes, Jalisco, Nayarit, Michoacán y Colonia, así como en zonas de Ciudad de México y en el Yucatán.

Los dirigentes de estos grupos radicalizados mantenían la autonomía respecto a los obispos, aunque la cercanía era evidente. En enero de 1927, comenzaron a acumular armas y las primeras guerrillas, casi todas compuestas por campesinos, estuvieron listas para actuar. El lema principal de los llamados cristeros era ¡Viva Cristo Rey!

Primeros levantamientos

A principios de 1927, Jalisco era el principal foco de los católicos armados. Su líder era René Capistrán Garza, quien también encabezaba la Asociación Mexicana de la Juventud Católica. Un manifiesto publicado en Año Nuevo y titulado ‘A la Nación’ se convirtió en la llamada a la insurrección.

En ese escrito, Garza afirmaba que había llegado la hora de la batalla y de la victoria de Dios. Sus partidarios se trasladaron a la zona noreste de Guadalajara, donde empezaron a ocupar pequeñas localidades.

Pronto, estas rebeliones se extendieron por Jalisco, Guanajuato, Zacatecas y Michoacán. Más adelante, también se sucedieron en casi todo el centro del país.

A pesar de lograr ocupar algunas aldeas, el ejército solía recuperar el control en poco tiempo. El conflicto, por lo tanto, nunca pareció decantarse a favor de ningún bando.

Protagonismo del campo mexicano

La gran mayoría de las acciones armadas se desarrollaron en las zonas rurales del país, a pesar de que los dirigentes de los rebeldes procedían de las ciudades.

Algunos cálculos señalan que, para 1927, los cristeros sumaban los 12 000 efectivos, cifra que aumentó hasta los 20 000 dos años después.

Salvo excepciones, los obispos se distanciaron de la lucha armada e intentaron establecer negociaciones con el gobierno contando con la mediación de los Estados Unidos.

Mientras, los levantamientos continuaban. El 23 de febrero de 1927, en San Francisco del Rincón (Guanajuato) se produjo la primera victoria cristera en un enfrentamiento directo contra el ejército. No obstante, el intento cristero de robar el dinero transportado en un tren en abril de ese año casi acaba con la insurrección.

El asalto al tren, encabezado por el padre Vega, desembocó en un tiroteo en el que falleció el hermano de Vega. Este ordenó quemar los carruajes y 51 civiles fallecieron por las llamas.

La opinión pública, una vez se conoció la noticia, comenzó a posicionarse en contra de los cristeros. Para el verano, la rebelión estaba casi finalizada.

Asesinato de Obregón

Las elecciones de 1928 tenían como candidato favorito a Álvaro Obregón. Este, al contrario que Calles, estaba dispuesto a acabar con el conflicto y pretendía llegar a un acuerdo.

Sin embargo, un atentado cometido por José de León Toral, un activista católico, acabó con la vida de Obregón.

Nuevas acciones armadas

Durante 1928 y 1929 los cristeros volvieron a recobrar la iniciativa. En parte, esto se vio favorecido por una revuelta del ejército en Veracruz, que obligó al gobierno a dedicar sus esfuerzos a reprimirla.

Las tropas cristeras aprovecharon para atacar Guadalajara, pero fueron derrotados. Más adelante, lograron tomar Morelos Tepatitlán, aunque sufrieron la baja del padre Vega.

Cuando el gobierno sofocó la revuelta militar de Veracruz pudo centrarse en acabar con las tropas cristeras. Estos, capitaneados por Victoriano Ramírez “el Catorce” intentaron resistir, pero comenzaron a aparecer enfrentamientos internos. La captura de “el Catorce” y su posterior ejecución dejó a su bando sin un líder claro.

Negociaciones

El nuevo presidente de la república, Emilio Portes Gil, empezó enseguida a negociar la paz. Para ello contó con la mediación del embajador estadounidense.

Por parte de la Iglesia, las negociaciones fueron llevadas por Pascual Díaz Barreto, Obispo de Tabasco. El propio Portes Gil participó en la reunión que tuvo lugar el 21 de junio de 1929.

Todas las partes acordaron amnistiar a los rebeldes que quisieran rendirse. Igualmente, las casas curales y episcopales serían devueltas a la Iglesia.

Sin embargo, parte de la Iglesia mexicana no estaba de acuerdo con esta solución. Además, la Liga Nacional para la Defensa de la Libertad Religiosa, de donde procedían los cristeros, se quejó por su escasa participación en las conversaciones. El resultado fue la ruptura entre los obispos y la Liga y el intento de esta última de controlar las actividades de los católicos del país.

De esta forma, ni la Liga ni la mayoría de las tropas cristeras aceptaron el acuerdo. Tan solo 14 000 miembros de sus tropas aceptaron la amnistía.

Fin de la guerra

La presión de los estadounidenses llevó a Portes Gil a anunciar que la Iglesia se iba a someter a la Constitución vigente, sin que fueran necesarios cambios en ella.

Los historiadores han calificado a las relaciones Iglesia-Estado a partir de ese momento como “relaciones nicodémicas”. Esto significa que el Estado renunció a aplicar la ley y la Iglesia dejaba de exigir derechos.

Consecuencias

La primera consecuencia de la Guerra Cristera fueron las más de 250 000 muertes que produjo, entre civiles y militares.

Restauración de servicios religiosos

Una vez que el gobierno mexicano, presidido por Portes Gil, y la Iglesia católica establecieron las denominadas “relaciones nicodémicas”, el conflicto fue bajando de intensidad.

La Iglesia aceptó que ninguno de sus miembros, excepto el arzobispo, realizara declaraciones sobre la política del país. Aunque la Constitución no se modificó, los servicios religiosos se reanudaron y se eliminó la limitación del número de sacerdotes, así como la licencia requerida para oficiar.

Movimientos de población

Como sucede en todo conflicto bélico, la Guerra Cristera provocó bastantes movimientos de población.

Estas migraciones fueron tanto internas, con muchos mexicanos huyendo de las zonas rurales a las ciudades, como externas. En este último aspecto, se calcula que más de un millón de personas se trasladaron a los Estados Unidos.

Por otra parte, después de las negociaciones de paz, la Iglesia excomulgó a muchos de los católicos que no quisieron dejar las armas.

Creación del movimiento político Sinarquista de México

Como se ha señalado, no todos los católicos aceptaron el establecimiento de “relaciones nicodémicas” con el Estado. De estos sectores de descontentos nació un movimiento radical, especialmente en Guanajuato, Michoacán, Querétaro y Jalisco.

Este grupo intentó continuar la lucha cristera, aunque de manera pacífica. En mayo de 1937, este movimiento desembocó en la creación de la Unión Nacional Sinarquista, una organización con una ideología que unía el catolicismo, el anticomunismo, el nacionalismo y el fascismo.

Personajes principales

Plutarco Elías Calles

Plutarco Elías Calles fue una de las figuras políticas más importantes del México postrevolucionario. No solo fue presidente del país entre 1924 y 1928, sino que su influencia en los siguientes gobiernos fue tan importante que dio nombre al periodo conocido como Maximato, ya que Calles se había proclamado Jefe Máximo de la Revolución.

La aprobación de la Ley Calles fue la causa final del comienzo de la Guerra Cristera, ya que en ella se reforzaban los artículos constitucionales que restaban poder a la Iglesia.

Emilio Portes Gil

El asesinato de Álvaro Obregón provocó que, en 1928, la presidencia del país recayera en Emilio Portes Gil.

Aunque su mandato se enmarca dentro del Maximato, los historiadores apuntan que Portes no tenía interés en continuar la guerra contra los cristeros. Fue quien organizó y encabezó las negociaciones de paz con los representantes de la Iglesia.

Enrique Gorostieta Velarde

Gorostieta Velarde había adquirido experiencia militar durante la revolución. Más adelante, había tenido algunos enfrentamientos políticos con Obregón y Calles. Esto fue aprovechado por la Liga Nacional para la Defensa de la Libertad Religiosa (LNDLR) para contratarlo para liderar sus tropas.

El militar fue asesinado en Jalisco solo 20 días antes de que se firmaran los acuerdos de paz. Según algunos autores, el gobierno organizó la emboscada que acabó con su vida, ya que Gorostieta era contrario a las negociaciones que se estaban desarrollando.

Obispo José Mora y del Río

José Mora y del Río era el obispo de la Ciudad de México durante la cristiada. Junto con el Obispo de Tabasco, Pascual Díaz Barreto, fue uno de los protagonistas de las negociaciones de paz.

Victoriano Ramírez López, «el Catorce”

Uno de los dirigentes militares cristeros más importantes fue Victoriano Ramírez López, conocido como “el Catorce”.

Este militar se unió desde el primer momento a las filas cristeras y fue de los pocos que se mantuvo en la lucha tras mayo de 1927. Su escuadrón se denominaba “Dragones del Catorce” y destacó por su férrea resistencia al ejército gubernamental.

“El Catorce” murió en manos de otros cristeros, ya que mostró muchas discrepancias con generales como Gorostieta Velarde.