El Impacto de la Ciencia y la Tecnología en la Economía
El impacto de la ciencia y la tecnología en la economía ha sido muy marcado, especialmente a partir de las últimas décadas del siglo XVIII. Desde 1760 hasta 1840 aproximadamente, una serie de cambios científico-tecnológicos hicieron posible un uso potenciado de los recursos naturales.
También permitió la producción en masa de productos manufacturados. Esto significó el cambio de una economía agraria y artesanal a una dominada por la industria y la fabricación de maquinaria. Así, en este período conocido como la Revolución Industrial se comenzaron a usar nuevos materiales básicos, principalmente hierro y acero.
Otros cambios abarcaron el uso de nuevas fuentes de energía, incluidos combustibles y fuerza motriz. Entre estos se encuentran el carbón, la máquina de vapor, la electricidad, el petróleo y el motor de combustión interna. También se inventaron nuevas máquinas como el telar mecánico, que aumentaron la producción con menor gasto de energía humana.
Estudios han demostrado que los avances tecnológicos no solo tienen un impacto positivo en la economía, sino que la expanden.
Las épocas marcadas por la innovación tecnológica —como las décadas de 1920, 1960 y 1990— empujaron a las industrias a producir más. Esto hizo crecer la economía y mejorar la salud financiera de los países.
En el siglo XX el impacto de la ciencia y la tecnología en la economía se hizo más evidente. En especial, el avance en las tecnologías de la información y la comunicación ha causado muchos cambios estructurales: la economía se ha reorganizado, dando paso a la globalización.
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Muchos Estados han reconocido el impacto de la ciencia y la tecnología en la economía. Estos entienden que ambos cumplen un papel clave para mejorar el rendimiento económico y el bienestar social. Sin embargo, también saben que para obtener sus beneficios deben diseñar e implementar las políticas adecuadas.
De este modo, entre las herramientas políticas de muchos gobiernos están la promoción de la competitividad y la globalización. También impulsan el proceso de innovación y la inversión en la investigación pura y la aplicada.
Otra área donde se evidencia el impacto de la ciencia y la tecnología en la economía es en las estructuras institucionales. Por ejemplo, la posibilidad de distribuir energía eléctrica en unidades discretas permitió alimentar numerosos dispositivos de ahorro de mano de obra, incluso en el hogar.
Este cambio tecnológico gradualmente integró a las mujeres en la fuerza laboral y aumentó la producción. Asimismo, la iluminación a gas y luego eléctrica aumentó la duración de la jornada laboral.
Por otra parte, el desarrollo del motor de gasolina condujo a un transporte más flexible, y tanto el telégrafo como el teléfono acortaron las distancias, posibilitando la comunicación y coordinación de actividades en el espacio y la ampliación de los mercados.
El cambio tecnológico impulsa el crecimiento económico a largo plazo, la productividad y la mejora en los niveles de vida. Al mismo tiempo, la aparición y difusión de nuevas ideas, productos y técnicas de producción en toda la economía implica la desaparición de algunas actividades económicas y la aparición de otras.
Históricamente, este proceso ha llevado a la creación de nuevos empleos. Esto sucede a medida que las nuevas industrias reemplazan a las antiguas y los trabajadores adaptan sus habilidades a la demanda cambiante y en expansión.
Sin embargo, también causa el efecto contrario. Por ejemplo, las fábricas de lana dejaron fuera de servicio a las industrias artesanales que operaban los telares manuales.
El mayor impacto de la ciencia y la tecnología en la economía es en la productividad. Esto significa más producción a menor costo.
Como resultado del aumento de la productividad, los salarios reales de los empleados aumentan y los precios de algunos productos disminuyen. Por lo tanto, el beneficio de la ciencia y la tecnología se extiende a todo el sistema social.
Un aspecto importante de una economía exitosa es su capacidad para vender su exceso de producción a otros mercados.
Los avances en ciencia y tecnología han propiciado nuevos medios de transporte y nuevos métodos de comunicación. Esto ha reducido efectivamente las distancias y ha hecho que el comercio internacional sea más accesible y eficiente.
Históricamente, los desarrollos de la ciencia y la tecnología han creado nuevos campos de trabajo. Por ejemplo, la primera Revolución Industrial dio paso a nuevas profesiones relacionadas con la mecánica y la operación de máquinas.
En la actualidad, con la Revolución Tecnológica han surgido muchas otras profesiones especializadas relevantes.
No todo el impacto de la ciencia y la tecnología en la economía es positivo. La tecnología se ha convertido en un elemento básico de todas las empresas modernas. Por tanto, la producción se puede ver afectada por fallas en la maquinaria o en los sistemas de información.
Además, los dispositivos tecnológicos se han vuelto más avanzados y complicados. Cuando se presentan problemas, solo profesionales especializados tienen la capacidad de solucionarlos.
A medida que la ciencia y la tecnología avanzan, las máquinas van reemplazando el capital humano. Esto ocurre especialmente en aquellos puestos de trabajo que no requieren una especialización particular.
Así, las máquinas modernas pueden llevar a cabo tareas de rutina en las fábricas, lo que trae como consecuencia que uno o más empleados asalariados sean innecesarios. El desempleo priva a las personas de dinero que podrían gastar en el mercado, reduciendo su contribución a la economía.
Por otro lado, los trabajadores desplazados por los avances tecnológicos pueden tener dificultades para volver a ser contratados, dado que los nuevos trabajos podrían requerir habilidades avanzadas que no poseen.
Muchos investigadores afirman que la automatización dejará sin empleo a un número importante de personas en las próximas décadas.
Un aspecto negativo del avance tecnológico es su impacto en la distribución del ingreso. Los frutos del crecimiento económico se han distribuido de manera desigual entre los países.
La desigualdad entre las regiones ricas y pobres del mundo, medida por el producto per cápita, ha aumentado drásticamente con el tiempo. Sin embargo, otras medidas alternativas —como la esperanza de vida y los niveles de educación— muestran una diferencia menor.
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