Tus zonas erróneas: resumen en 11 puntos (lectura rápida)
Tus zonas erróneas es una de las obras más leídas y respetadas de toda la literatura de autoayuda. Es un libro que recomendamos a cualquier persona que quiera llevar una vida sana, tener bienestar y evitar caer en cualquier trastorno psicológico.
De hecho, es un libro que suelen recomendar muchos psicólogos, ya que en él se mencionan muchos principios para estar sanos psicológicamente.
No se trata de una obra en la que se comentan conceptos abstractos y difíciles de entender. Más bien, el autor –Wayne Dyer– se ha centrado en identificar los aspectos que él considera más importantes para ser independientes, felices y sanos mentalmente.
Wayne Dyer es doctor en psicología por la Universidad de Michigan y psicoterapeuta con más de 20 años de experiencia. Si quieres leer un libro de desarrollo personal, superación personal, autoayuda o como prefieras llamarlo, te recomiendo que empieces con este, y es que en nuestra opinión, resulta fundamental y seguro que cambiará tu vida para bien.
Como Dyer dice en el mismo libro, cada capítulo está escrito como si fuese una sesión de psicoterapia: se comenta una zona errónea o comportamiento autodestructivo, se explica el porqué y se proporciona una estrategia con la que puedes solucionar ese comportamiento negativo.
Resumen de los capítulos del libro
No son las personas o cosas lo que te hace infeliz, sino tus pensamientos sobre ellos.– Wayne Dyer.
Haciéndote cargo de ti mismo
Si tu estancia en la tierra es tan corta, debería ser por lo menos agradable. En pocas palabras, se trata de tu vida; haz con ella lo que tú quieres.
Los sentimientos no son simples emociones que te suceden. Los sentimientos son reacciones que eliges tener.
En la sociedad actual se tiende a pensar que las personas inteligentes son las que tienen muchos títulos académicos, sacan buenas notas en los exámenes, son buenos en matemáticas o física, hablan muy bien y de forma educada o tienen mucha memoria.
Sin embargo, hay muchas personas como estas que sufren depresión, ansiedad o incluso están en algún psiquiátrico.
Una persona inteligente debería ser descrita como feliz y efectiva en el día a día, que sabe solucionar problemas, crea recursos, es autónoma, independiente y supera las adversidades.
Además, una persona inteligente acepta los problemas como parte de la vida diaria y tiene la capacidad de sentir las emociones que quiere en cada momento vital.
Los sentimientos no son simples emociones que te suceden. Los sentimientos son reacciones que eliges tener. Tú eres el responsable de lo que piensas y lo que sientes y puedes aprender a pensar de forma diferente respecto a cualquier cosa. De ti y de las elecciones que hagas depende que las experiencias de tu vida sean estimulantes y agradables.
El propio amor
La propia estima no puede ser verificada por los demás. Tú vales porque tú dices que es así. Si dependes de los demás para valorarte, esta valorización estará hecha por los demás.
En la sociedad está bien visto tratar bien a los demás y amarlos; sin embargo, se olvida de que para alcanzar la felicidad es fundamental quererse a sí mismo y valorarse.
Todo empieza amándose a sí mismo. De esa forma podrás amar a los demás y hacer cosas por ellas por el mero placer de ser generoso y sin esperar nada a cambio. ¿Has pensado en el valor que tendría dar algo desde una persona que no vale nada? ¿Cómo puedes dar amor si no vales nada? ¿Qué valor tendría tu amor?
Tú mismo elijes el valor que tienes y no tienes que preguntar o dar explicaciones a nadie. Tu propio valor es un hecho que no está relacionado ni con tu comportamiento ni con tus sentimientos. Puedes escoger ser valioso para siempre; no importa que en un momento hayas hecho algo de lo que te arrepientas.
No necesitas la aprobación de los demás
La necesidad de aprobación de los demás equivale a decir: “Lo que tú piensas de mí es más importante que la opinión que tengo de mí mismo”.
Puede que desees la aprobación de los demás, ya que es natural sentirse feliz con el apoyo y aceptación de quienes nos rodean. Pero necesitarla, es una de las zonas erróneas más negativas.
Es negativo necesitar la aprobación de una persona, y aun más, necesitarla cada vez que quieres tomar una decisión, solucionar un problema o hacer cualquier cosa.
Deshazte de la necesidad de aprobación si quieres ser feliz y desarrollarte personalmente.
La ruptura con el pasado
Solo los fantasmas se revuelcan en el pasado, explicándose a sí mismos con descripciones basadas en sus vidas ya pasadas. Tú eres lo que eliges ser hoy en día, no lo que antes elegiste ser.
A menudo las personas se anclan en el pasado y se ponen etiquetas. Comentarios como los siguientes son frecuentes: “Así soy yo”, “Yo siempre he sido así”, “No puedo evitarlo” o “Es mi carácter”.
Autoetiquetarse o autodefinirse no es inadecuado en sí, aunque puede serlo si se usa de forma perjudicial. Asimismo, es usual usar esas etiquetas como excusas para seguir igual y no esforzarse por cambiar. Si esas autoclasificaciones son negativas, estás perdiendo tu potencial de crecimiento.
Esas autoetiquetas provienen del pasado, pero el pasado ya no existe, lo único que tenemos ahora es el presente. Cada vez que usas frases como “Yo soy así” estás dándote una justificación para no cambiar y mejorar o ser más feliz.
Cambia el “Yo soy” por “He escogido ser” para ser producto de tus elecciones.
Las emociones inútiles: culpabilidad y preocupación
Si crees que sentirte mal o preocuparte lo suficiente cambiará un hecho pasado o futuro, quiere decir que resides en otro planeta con un diferente sistema de realidad.
Dos de las emociones más inútiles de toda la vida son la culpabilidad por lo hecho y la preocupación por lo que pasará. Con la culpabilidad desperdicias tus momentos presentes y con la preocupación te mantienes inmovilizado.
Puedes seguir lamentándote todos los días, sintiéndote culpable, y aun así no solucionarás nada ni mejorarás tu forma de comportarte. Aunque te sientas culpable, no vas a cambiar nada. Lo que sí lo hará es proponerse aprender de lo sucedido y cambiar.
Además, la preocupación sirve para evadirse de lo que realmente se necesita afrontar. Si te observas preocupándote, pregúntate: ¿De qué me estoy evadiendo al gastar este momento en preocupaciones? Tras ello, actúa sobre lo que estás evitando. Lo mejor para la preocupación es la acción.
Explorando lo desconocido
Solo los inseguros ansían la seguridad.
Mientras seas un humano y vivas en este mundo, nunca podrás tener seguridad. Y si fuera así, sería muy muy aburrido. Lo seguro elimina la excitación y la emoción.
La seguridad que sí es positiva para tu crecimiento personal es la seguridad interior, de tener confianza en ti mismo.
La educación que recibimos en esta sociedad nos enseña desde niños que tenemos que andar con cuidado; se fomenta la precaución y no la curiosidad. “No vayas allí”, “No hables con desconocidos”, “No vayas solo a ningún lado”, son frases frecuentes.
Se tiene la creencia de que lo desconocido es igual a peligro. Se piensa que lo que hay que hacer en la vida es ir a lo seguro e ir a donde va el resto de la gente. Solo los aventureros o “temerarios” se atreven a arriesgarse y explorar lo que no se conoce.
Si crees en ti, puedes explorar las zonas de la vida que no te ofrecen nada seguro y evitar seguir el camino que todos los demás caminan. Las personas que históricamente han destacado (Da Vinci, Beethoven, van Gogh, Einstein o Neil Armstrong) no se caracterizaron precisamente por haber seguido los pasos de los demás y no aventurarse a lo desconocido. De hecho, fueron los pioneros en adentrarse en nuevos y desconocidos territorios.
Abandona la creencia de que es mejor lo familiar que lo desconocido. Lo inseguro y desconocido puede provocarnos inseguridades pero son necesarias para cambiar, mejorar y vivir nuevas emociones.
Rompiendo la barrera de los convencionalismos
No hay reglas ni leyes ni tradiciones que se puedan aplicar universalmente… incluyendo esta.
Toda nuestra vida está plagada de los “debes hacer esto” y la gente los aplica sin pensar en el porqué y en sus consecuencias. La suma de todos esos “debes” son otra zona errónea.
No se trata de sugerir que desprecies la ley. Las leyes son necesarias para una sociedad civilizada, aunque si se obedecen ciegamente los convencionalismos, es algo distinto que puede llegar a ser muy destructivo.
Cuando estas leyes no tienen mucho sentido y dejas de funcionar eficientemente, podrías reconsiderar esas normas y tu comportamiento respecto a ellas. El condicionarse demasiado a la sociedad puede ser un comportamiento neurótico y que lleve a la depresión, ansiedad e infelicidad.
Abraham Lincoln dijo:
“Nunca tuve una política que pudiese aplicar siempre. Simplemente trataba de hacer lo que me parecía sensato en el momento preciso”.
Comportamientos que resultan de los “deberías y no deberías”:
- Vestirse para una ocasión de una forma incómoda o que no te gusta (por ejemplo, ponerse un traje de chaqueta a 35ºC).
- Tomar alcohol para socializar porque es lo “normal”.
- Asistir a una boda aunque no conozcas a los novios o te caigan mal.
- Lavar los platos y limpiar la casa porque eres mujer.
- Que por ser mujer no invites a un hombre a salir aunque te guste.
- Tener que buscar siempre la forma correcta de hacer algo: una receta de comida, una reparación…
- Ver el partido porque es importante y todo el mundo lo verá aunque no influya en tu vida.
- Pegar saltos de alegría por un gol porque todos los demás lo hacen.
- Entrar a una discoteca o ir a un concierto de alguien que no te gusta porque van tus amigos.
La trampa de la justicia
Si el mundo estuviera tan organizado que todo tuviera que ser justo, no habría criatura viviente que pudiera sobrevivir ni un solo día. A los pájaros se les prohibiría comer gusanos y habría que atender a los intereses personales de todos los seres humanos.
Las personas quieren buscar la justicia, y si no la encuentran sienten frustración, tristeza o enfado. Sin embargo, la justicia no existe y nunca existirá. El mundo funciona así y así seguirá.
Solo hay que observar la historia, la naturaleza y la actualidad para darse cuenta. Nuestra cultura promete y valora la justicia y los políticos hablan de ella en muchos de sus discursos.
Sin embargo, pocos de ellos siguen el ejemplo. Algunos animales se comen a otros, hay terremotos, sequías e inundaciones que sufren personas que no se lo han merecido, guerras, drogas, crímenes, asesinatos. Pero todo ello es parte de la forma de funcionar del mundo.
Exigir justicia no es un comportamiento negativo, aunque se convierte en zona errónea si te castigas a ti mismo al no poder tener la justicia que quieres.
Puedes escoger ser feliz o desgraciado pero ello no está relacionado con la injusticia que veas a tu alrededor. Puedes trabajar para colaborar en suprimir la injusticia y puedes decidir que no te dejarás vencer psicológicamente por ella. ¿Para qué preocuparse por la justicia si no intentas solucionarla?
Terminando con las postergaciones
No es necesario derramar una sola gota de sudor para postergar hacer cualquier cosa.
Hay pocas personas que puedan decir que nunca realizan postergaciones, a pesar de que a largo plazo resultan contraproducentes.
El postergar en sí no es neurótico, sino la reacción emocional que lo acompaña y la inmovilización que produce. Si te gusta postergar cosas, no sientes culpa por ello o no te perjudica, sigue postergando. Pero para la mayoría de las personas el postergar es una forma de evadirse y de vivir el momento presente.
Si eres la típica persona que dice que va a cambiar y vivir de otra manera, decirlo no te va a servir para nada (a menos que lo hagas con un compromiso real). Decirlo suele servir para postergar la acción y nunca terminar de hacer algo.
Lo que haces es el único medidor para medirte como persona, no lo que dices o lo que dicen de ti. Emerson dijo:
No digas cosas. Lo que eres, relumbra sobre ti mientras lo haces, y atrona con tal fuerza que no puedo oír lo que alegas en su contra.
La próxima vez que estés hablando sobre algo que vas a hacer sabiendo que no lo harás, recuerda la frase anterior, ya que es la solución a la postergación.
Proclama tu independencia
En cualquier relación humana en la cual dos personas se convierten en una, el resultado siempre será dos medias personas.
El asunto del abandono del nido y ser independiente es complicado porque nuestra sociedad nos enseña que debemos cumplir con lo que se espera de nosotros en algunas relaciones, que incluyen a los padres, hijos, figuras de autoridad y los seres queridos.
Si disfrutas de la manera en la que interactúas con las personas y estas no interfieren con los objetivos que te has puesto en la vida, no necesitas cambiar esa forma de interactuar.
Sin embargo, el depender de una persona psicológicamente es distinto y perjudicial. Supone una relación no elegida y con la que te sientes obligado a ser alguien que no quieres ser, además de sentirte forzado a comportarte de cierta forma.
Si quieres ese tipo de relación y te supone bienestar, no es insana. Pero si la necesitas para sentir bienestar o te sientes obligado a tenerla, suponiéndote malestar o resintiéndote, es una zona errónea.
Es la obligación la que constituye el problema: la obligación produce culpa y dependencia, mientras que la libre elección produce amor e independencia.
Ser independiente significa estar libre de las relaciones obligatorias, ausencia de comportamiento dirigido a los demás, no necesitar a alguien para ser feliz (distinto a desear relaciones con los demás) o tomar decisiones.
Adiós a la ira
El único antídoto para la ira es la eliminación de la frase interna “Si solo fueras más parecido a mí”.
Aunque la expresión de la ira es más saludable que reprimirla, lo más sano es no sentirla en absoluto. No hay por qué sentir ira, no es algo “humano” como se suele justificar y, de hecho, es una zona errónea que incapacita psicológicamente.
Es una elección y un hábito que se aprende ante la frustración. Es debilitante y puede producir insomnio, cansancio, úlceras o hipertensión, conducir a la culpabilidad o a la depresión.
Cuando te enfrentas a una situación que no funciona como te gustaría, sientes frustración y reaccionas con enfado. Sin embargo, tienes capacidad de elegir: la rabia y la risa se excluyen mutuamente y tú tienes el poder suficiente como para escoger cualesquiera de las dos.
Puede que la característica más destacable de la gente sana es un sentido del humor sin hostilidad. Un buen remedio para la ira es ayudarte a ti mismo y a los demás a elegir la risa y aprender a observar desde fuera las situaciones tan incongruentes y absurdas que ocurren en la vida.
Retrato de la persona sin zonas erróneas
- Están demasiado ocupados para fijarse en lo que hacen sus vecinos.
- Disfrutan todo lo que les da la vida; se sienten cómodas haciendo cualquier cosa y no pierden el tiempo quejándose o deseando que las cosas fueran de otra manera.
- Están libres del sentimiento de culpa y de los acontecimientos que ocurrieron en el pasado.
- No se atormentan con preocupaciones. Algunas circunstancias por las que otras personas pasan pensando horas y horas, apenas les afectan.
- No tienen necesidad de aprobación de los demás.
- Se ríen y hacen reír de casi cualquier cosa y situación, de acontecimientos absurdos y de los más serios y solemnes.
- Se aceptan a sí mismas sin quejas. Aceptan que son seres humanos y que serlo implica ciertos atributos humanos. Saben cuál es su aspecto físico y lo aceptan.
- Aprecian la naturaleza. Les encanta estar al aire libre disfrutando, corriendo, paseando o haciendo cualquier cosa que no la perjudique.
- No tienen compromiso emocional con los problemas. Aceptan que son parte de la vida y eso les permite superarlos con facilidad.
- No necesitan llamar la atención sobre sí mismos y no critican, son hacedores.
- Ayudan a los demás. Persiguen el cambio social pero no se preocupan por los problemas por las noches ni piensan en las injusticias sin tomar acción.
- Son honestos, no pretenden mentir ni evadirse.
- Creen que lo que son es su propia responsabilidad y nunca culpan a los demás de lo que les pasa.
- Tienen altos niveles de energía. Necesitan poco sueño y están sanos.
- Son muy curiosos, siempre buscan cosas que saber, hacer y aprender.
- No tienen miedo al fracaso y se arriesgan a adentrarse en lo incierto y desconocido. No equiparan los resultados externos con su éxito como ser humano.