Hematoquecia: características y qué hacer ante su presencia
La hematoquecia es la expulsión de sangre roja, rutilante, brillante y fresca durante la defecación. Esta sangre puede ser expulsada justo antes de la defecación, salir mezclada con las heces o salir en cualquier momento sin relación con la defecación. La hematoquecia puede ser una manifestación de una hemorragia digestiva.
Las hemorragias digestivas pueden presentarse de varias formas, como hematemesis (que son vómitos de sangre), melena (que son heces negras malolientes y pegajosas), hematoquecia (sangre fresca que sale por el recto) y como sangre oculta en heces (que son trazas de sangre mezcladas con las heces).
Generalmente, la hematoquecia se debe a lesiones sangrantes ubicadas por debajo del ángulo de Treitz (unión entre el duodeno y el yeyuno) y se define como una hemorragia digestiva baja. En el 90% de los casos se trata de una manifestación de lesiones ubicadas en el colon.
No obstante, en algunas oportunidades puede ser producto de hemorragias masivas en zonas más altas del tubo digestivo, que se acompañan de aceleración del tránsito intestinal, por lo que la sangre tiene muy poco contacto con las paredes del tubo y aparece en el recto como sangre “no modificada”.
En el adulto, la diverticulosis, que es una enfermedad caracterizada por la presencia de sacos o bolsas llamadas divertículos que aparecen en las paredes del colon por debilitamiento de la pared, es una de las causas más frecuentes de hemorragias digestivas bajas y de hematoquecia.
Otras enfermedades frecuentes que causan hemorragias digestivas bajas y hematoquecia son las hemorroides, las fístulas anales, los pólipos, las inflamaciones del intestino, los tumores y las colitis isquémica. La hematoquecia también se puede presentar en pacientes pediátricos, desde el recién nacido hasta la edad escolar, por diferentes causas.
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Características de la hematoquecia
La hematoquecia puede presentarse como una hemorragia persistente, un episodio autolimitado o una recidiva (reincidencia de una enfermedad). Se puede acompañar de alteraciones hemodinámicas importantes, pero ello depende del volumen del sangrado.
Se considera “autolimitada” si la tensión arterial, la frecuencia cardíaca y las cifras de hemoglobina se mantienen estables y no ocurre otro sangrado (hematoquecia) dentro de un período de 24 horas posterior al primer episodio.
Se considera “recidiva” cuando se vuelve a presentar un episodio de sangrado en un periodo no mayor de diez a quince días después del primer evento de sangrado.
Las hemorragias intestinales masivas pueden poner en riesgo la vida del paciente. La mortalidad en estos casos está relacionada con el volumen y la tasa de la pérdida sanguínea, asociados con la enfermedad que la provoca, la edad del paciente y la efectividad del tratamiento.
En los pacientes ancianos, muchas lesiones sangrantes de colon pueden presentarse como melenas y no como hematoquecias, ya que el tránsito intestinal es mucho más lento y la sangre permanece más tiempo en contacto con el tubo digestivo.
Signos de una hemorragia digestiva inferior
Uno de los signos de una hemorragia digestiva es la hematoquecia o expulsión de sangre fresca por el recto. Las alteraciones hemodinámicas que pueden acompañar a las hemorragias intestinales indican pérdidas sanguíneas importantes.
Pérdidas equivalentes a un litro de sangre o más en corto tiempo se acompañan de una disminución del gasto cardíaco, de la presión arterial y taquicardia (aumento de la frecuencia cardíaca). La presión sistólica (presión máxima) cae a menos de 100 mmHg y la frecuencia cardíaca aumenta por encima de 100 latidos por minuto.
La acumulación de sangre en el tracto gastrointestinal es irritante y aumenta los movimientos peristálticos, ocasionando diarrea. Si la hemorragia viene del tracto intestinal inferior, es decir, del yeyuno, íleon, colon o recto, la diarrea es francamente sanguinolenta.
En estos casos, los valores de hemoglobina y hematocrito inicialmente no son los mejores indicadores de una hemorragia digestiva aguda, ya que las pérdidas de volumen plasmático y de células son proporcionales.
En la medida en que se repone el volumen plasmático los valores de la hemoglobina y del hematocrito reflejarán la cuantía de la pérdida sanguínea.
Sin embargo, estos valores pueden ser modificados por la reposición exógena de fluidos o sangre que se utilizan para mantener la hidratación tisular y corregir las fallas hemodinámicas (gasto cardíaco y presión arterial).
¿Qué hacer ante la presencia de hematoquecia?
Cuando se sospecha la presencia de sangre en el recto, primero hay que descartar algunos alimentos o medicamentos que pueden teñir las heces y simular sangre rutilante o melena. Entre estos podemos nombrar la remolacha, el regaliz, las espinacas, las morcillas, medicamentos como el carbón activado, el hierro, algunos laxantes, la rifampicina y los colorantes de alimentos.
Una vez descartados los anteriores, se debe confirmar la presencia de sangre en el recto, aunque no sea muy abundante y solo moje el papel higiénico debe consultarse al médico.
En este último caso la inspección de la zona y el procedimiento de tacto rectal suave que permita detectar fístulas, fisuras, venas o induraciones, muchas veces es suficiente para hacer el diagnóstico.
Cuando la hemorragia tiene un origen más alto, es necesario efectuar otros exámenes exploratorios que permitirán hacer un diagnóstico mucho más preciso y administrar el tratamiento adecuado.
Procedimientos de diagnóstico
Entre los procedimientos indicados con mayor frecuencia están la rectosigmoidoscopia y la colonoscopia. Son procedimientos endoscópicos que se utilizan cada vez con más frecuencia, ya que son procedimientos de bajo riesgo y que se pueden efectuar ambulatoriamente.
La rectosigmoidoscopia consiste en un examen que permite visualizar la mucosa de la parte baja del intestino grueso, es decir, el sigmoides, el recto y el ano. Se introduce a través del ano un tubo flexible provisto de una pequeña cámara que se denomina videosigmoidoscopio con el cual, en una pantalla externa, se transmiten las imágenes que permiten visualizar la zona.
La colonoscopia utiliza un sistema similar, pero con un tubo que mide entre 120 y 180 cm de largo. Permite la observación de todo el revestimiento del colon y, de ser necesario, de la parte inferior del intestino delgado. Permite tomar biopsias, extirpar pólipos y observar algunos procesos inflamatorios, tumorales y otras enfermedades del tracto digestivo.
Otros exámenes diagnósticos son las radiografías con contraste, generalmente se usa bario en enemas, lo que permite visualizar el tracto digestivo inferior. Sin embargo, la colonoscopia es mucho más versátil y precisa, ya que permite la observación y el tratamiento local de ser necesario.
Referencias
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