Memoria selectiva
La memoria selectiva es un fenómeno que se utiliza de forma popular para justificar por qué una persona puede acordarse muy bien de una cosa y haber olvidado por absoluto otros sucesos.
¿Por qué alguien puede ser capaz de recordar el aroma del perfume que usaba su abuela hace 20 años pero es incapaz de acordarse de lo que ceno el domingo pasado? La respuesta a esta pregunta es sencilla. La memoria funciona de una forma selectiva; es decir, no recuerda toda la información que capta de la misma forma.
Ciertos elementos pueden almacenarse muy profundamente en la mente de las personas y recordarse a la perfección. En cambio otros aspectos pueden no memorizarse bien y olvidarse con facilidad.
Estas características de la memoria humana ponen de manifiesto que la memoria selectiva no es un tipo determinado de memoria. Más bien todo lo contrario, el proceso mnésico al completo es selectivo.
¿Por qué es selectiva la memoria?
Los procesos de memoria de los seres humanos están en continuo funcionamiento. Estos no descansan y trabajan durante todo el día para nutrir el pensamiento de las personas.
Del mismo modo, los sentidos captan de forma permanente una infinidad de estímulos. Ya sea a través de la vista, el olfato, el tacto o el oído, la cantidad de información que llega al cerebro durante un día resulta incontable.
De hecho, si alguien trata de recordar por la noche la información que ha captado durante el día, le será totalmente imposible acordarse de todos los elementos percibidos.
Esta situación se explica y se justifica a través de la selectividad de la memoria. El cerebro humano es incapaz de almacenar y recordar todos los elementos que capta. Así mismo, mucha de la información que se percibe resulta irrelevante para la vida de las personas.
¿De qué color era la tapicería del taxi que has cogido esta tarde? ¿Cómo eran los pendientes de la vendedora de la tienda donde has ido a comprar? ¿Qué bolígrafo has utilizado esta mañana en la oficina?
Todos estos ejemplos son elementos que se olvidan con facilidad debido a la memoria selectiva. El cerebro interpreta esta información como irrelevante, por lo que a no ser que aparezca un estímulo que capte la atención, no se suele recordar.
De este modo, se concluye que la memoria es selectiva porque el cerebro humano no puede acordarse de todo. Tiene que cribar y filtrar la información para quedarse con aquella especialmente importante y obviar la irrelevante.
¿Qué se olvida?
La memoria no es un proceso lineal que se ejecute de forma directa con la voluntad de las personas. Dicho de otra forma, los seres humanos no olvidan esos aspectos que no quieren recordar.
De hecho, cuanto más se quiere olvidar un tipo determinado de información, más probable resulta que este se siga recordando. Esta situación se explica mediante el propio funcionamiento de la memoria. Esta no funciona como un ordenador en el que se puede entrar y eliminar archivos de forma voluntaria.
¿Qué determina que algo se olvide?
Comprender los factores que dictaminan el olvido de información resulta altamente complejo. No existe un proceso único ni un modo infalible de predecir qué elementos se olvidarán.
No obstante, la investigación reciente sobre los procesos mnésicos ha puesto de manifiesto ciertos aspectos que permiten responder, en cierta medida, esta pregunta.
Percepción por los sentidos
En primer lugar, se ha demostrado cómo para que la información sea almacenada correctamente y recordada con fiabilidad, esta debe ser correctamente captada a través de los sentidos.
En esta primera característica de la memoria se muestra la importancia de la atención y la percepción. Si estas dos habilidades cognitivas no funcionan correctamente y no presenta atención al estímulo, este se almacenará de forma débil y se olvidará con facilidad.
La percepción juega un papel muy importante en la memoria, motivo por el cual la memoria selectiva se encuentra estrechamente relacionada con la atención selectiva. No obstante, no resulta el único elemento que predice la información que se olvida.
Procesamiento de la información
En segundo lugar, aparece el trabajo que se realiza sobre la información almacenada. Si cuando se recuerda un elemento determinado se piensa en él de forma continua, el recuerdo se consolida.
Por ejemplo, si una personas, cada día al llegar al trabajo tiene que teclear la contraseña de su usuario para poder encender el ordenador, esta información se recordará con facilidad. Sin embargo, si nunca la teclea, será más probable que la olvide.
¿Qué se recuerda?
Los mismos factores que explican el olvido sirven para explicar la memoria y los elementos recordados. Para recordar un información determinada, es importante realizar esfuerzos de repetición en su almacenamiento.
Este hecho explica que durante el estudio, leer varias veces la misma información, realizar esquemas y repetir mentalmente las palabras clave resulta básico para recordarlo posteriormente.
La atención y repetición de la información sirve para que esta se almacene en la memoria. Del mismo modo, una vez almacenada, es importante seguir trabajando y memorizando esos elementos para poder conservarlos en la memoria.
Estos dos elementos principales -la atención y la memorización- explican buena parte de las cosas que se estructuran correctamente en la mente y se recuerdan con facilidad.
No obstante, existen muchos otros factores que intervienen en la elección de los elementos que se recuerdan. Las personas pueden recordar información de una forma más o menos automática y ajena al esfuerzo cognitivo.
Por ejemplo, una persona puede recordar qué le regalaron por su cumpleaños de hace 15 años o dónde fue a cenar por primera vez con su mujer. En estos casos, múltiples estudios han puesto de manifiesto la importancia de los procesos emocionales en la memoria y el recuerdo.
Esos eventos que se viven de una forma intensa (tanto si es gratificadora como si es perturbadora) se almacenan y se recuerdan con mayor facilidad en la mente de las personas.
¿Se puede entrenar y manipular la memoria selectiva?
La memoria selectiva funciona, en muchas ocasiones, de una forma automática. A menudo la persona no es consciente de eso que recuerda y mucho menos de eso que olvida.
Este hecho pone de manifiesto que la memoria selectiva no se puede manipular de forma directa. Es decir, las personas no pueden elegir de conscientemente qué elementos quieren recordar y qué elementos quieren olvidar.
Sin embargo, sí existe un cierto grado de actuación de forma voluntaria. Las personas pueden elegir a qué elementos quieren prestarle atención y a cuáles no.
Por ejemplo, si un estudiante quiere aprender los contenidos expuestos por el profesor, tendrá que activar su atención y concentración durante la clase. De lo contrario, no será capaz de captar adecuadamente la información.
Así mismo, si quiere recordar todo el temario para el día del examen, deberá invertir largas horas de esfuerzo para memorizar toda la información.
En cambio, cuando una persona quiere olvidar una situación o un aspecto concreto, tiene que tratar de evitar pensar en ello. Si no lo consigue el recuerdo permanecerá, pero si es capaz de no pensar en ese elemento, el paso del tiempo hará que lo acabe olvidando.
Memoria selectiva y creencias
La memoria selectiva se encuentra estrechamente ligada a las creencias y las estructuras mentales de las personas. Es decir, un individuo será capaz de recordar con mucha más facilidad esa información que encaja con sus pensamientos que esa que resulta contraria.
Por ejemplo, un individuo puede tener mucha más facilidad para recordar esos datos que concuerdan con la hipótesis que defiende en su tesis que esos que muestran lo contrario.
De este modo, la memoria selectiva es un proceso cognitivo que juega un papel principal en la formación estructural del pensamiento.
Las personas requieren un cierto grado de organización en sus creencias. De lo contrario, el pensamiento resultaría difuso, poco organizado e improductivo.
La memoria selectiva contribuye a estos requisitos mentales de los seres humanos, recordando la información que permite organizar y estructurar los pensamientos, y olvidando los elementos que juegan un papel contrario.
Memoria selectiva e identidad
La memoria selectiva no solo interviene en la formación de creencias y estructuras de pensamiento de las personas, sino que resulta la base de su identidad.
La mente de los individuos resulta una mezcla de sus factores genéticos y las experiencias que han vivido. Y estas últimas solo pueden dejar huella y pasar a formar parte de la forma de ser de la persona mediante la memoria.
De este modo, la memoria define la personalidad, en cuanto modula y gestiona los pensamientos que se originan en el interior de su mente.
La identidad no es una versión comprimida de los acontecimientos que ha vivido un individuo principalmente gracias a la memoria selectiva. Esta permite filtrar qué experiencias pasan a formar parte del pensamiento y la forma de ser del individuo, y cuáles pasan a formar parte del olvido.
Esta importante característica de la memoria selectiva vuelve a poner de manifiesto su estrecha relación con los sentimientos y las motivaciones de las personas.
La memoria selectiva se encarga de almacenar esos recuerdos que están ligados con los valores, las necesidades y las motivaciones propias que definen a las personas y caracterizan su forma de percibir las cosas.
Memoria selectiva y ansiedad
La memoria selectiva puede jugar un papel importante en ciertas alteraciones psicológicas. Especialmente, se ha demostrado que resulta importante en los trastornos de ansiedad.
Por ejemplo, en la fobia social, tanto el miedo a la interacción con los demás como la ansiedad experimentada antes, durante y después del contacto social, radica en la información recordada.
Las personas con esta alteración prestan un exceso de atención a su conducta social. De este modo, después de la interacción con los demás recuerdan y revisan con exactitud todas las conductas realizadas.
El hecho de que la memoria selectiva se centre en esos aspectos motiva que la persona encuentre múltiples defectos o aspectos a mejorar en su comportamiento social, por lo que se percibe como socialmente poco hábil y experimenta ansiedad.
Referencias
- Baddeley, A. (2004). Your memory: A user’s guide.Firefly Books Ltd.
- Schacter, D. L. i Scarry, E. (ed.) (2000). Memory, brain, and belief. Cambridge,US: Harvard University Press.
- Tulving, E. i Craik, F. I. M. (eds.) (2000). The Oxford handbook of memory. New York: Oxford University Press.