Definición de verosímil
Verosímil es aquello que tiene apariencia de verdadero
, que resulta creíble para quien lo observa. Esto no implica que se trate de una situación real, sino que es transmitida en un contexto determinado, respetando una serie de reglas y manteniendo un nivel aceptable de coherencia entre los diferentes elementos que la constituyen.
Por ejemplo: “No sé si es verdad lo que dijo, pero al menos suena verosímil”, “La Justicia deberá determinar si el acusado se encontraba en la escena del crimen, pero sus declaraciones públicas resultaron verosímiles y convencieron a los familiares de la víctima”, “Los gráficos de este videojuego son tan verosímiles que muchos piensan que se trata de una película”.
Dentro de una obra artística (ya sea un libro, una representación teatral, una película, etc.), la verosimilitud está vinculada a la coherencia dentro de un universo propio. Es importante no confundir lo verosímil con lo real o lo verdadero: la verosimilitud se relaciona con el respeto por las normas internas de la obra. Por lo tanto, el espectador o lector cree que lo expuesto es coherente o congruente, aunque sepa que es irreal, fantasioso o ficticio.
El autor debe respetar las reglas del género y aquellas que el mismo se ha autoimpuesto para lograr que su obra sea verosímil. Por ejemplo: en un dibujo animado con caricaturas, si un personaje se cae desde un precipicio y luego sigue caminando sin ninguna herida, la escena resulta verosímil. En cambio, si tras la caída el personaje muere y se lleva a cabo su funeral, lo narrado será inverosímil en ese contexto, aún cuando la escena pueda ajustarse a las normas del mundo real.
Esto no es otra cosa que la lógica interna de una obra: un marco que define los límites de la realidad que en ella se expone, cumpliendo (como única condición) con la persistencia de los mismos desde el comienzo hasta el final de la historia. Cualquier fenómeno físico o químico puede ser justificado mediante la lógica interna, e incluso la ausencia total de dichas ciencias, si así lo deseara el autor; su imaginación será quien decida las características del mundo por él creado.
Un cierto nivel de coherencia es necesario para que quienes se adentran en ese universo, a través del medio pertinente, crean que todo lo que ocurre frente a ellos es verosímil, a través del fenómeno conocido como suspensión del descreimiento. Dicho estado consiste en romper con la inevitable barrera que nuestro cerebro interpone entre la obra y nosotros, para discernir lo real de lo ficticio, para protegernos de las mentiras. Sin embargo, dado que en este caso se trata de una acción voluntaria, de un viaje que deseamos realizar a una tierra de fantasía, se debe interrumpir dicho control para adentrarse de lleno en la historia.
Este concepto es muy usado en el ámbito de los videojuegos, dado que se pretende llevar a los consumidores a mundos imaginarios en los cuales se espera que realicen una serie muy variada de tareas sin cuestionar a cada paso su grado de realismo, asumiendo roles que van desde un guerrero medieval hasta un corredor de Fórmula 1, pasando por superhéroes y por contextos tan abstractos como el de Tetris (juego que consiste en apilar piezas de diferentes formas, buscando que no queden huecos entre ellas).
La suspensión del descreimiento es esencial para el disfrute de una experiencia interactiva, y existen ciertos puntos a tomar en cuenta para no atentar contra la verosimilitud de la misma: evitar las repeticiones innecesarias de eventos, como ocurre cuando tras cometer un error se debe volver a atravesar una sección una y otra vez hasta superarla; mantener un ritmo llevadero y constante a lo largo de toda la historia, evitando los momentos densos, que aburran al jugador y le recuerden que no está obligado a formar parte del juego.