Definición de saponificación
Saponificación es el proceso y el resultado de saponificar. Este verbo se emplea en el ámbito de la química para nombrar a la acción de hidrolizar un compuesto orgánico de tipo éster.
Para comprender qué es la saponificación, por lo tanto, hay que conocer el significado de varios conceptos. Hidrolizar supone provocar una hidrólisis: es decir, desdoblar una molécula por intermedio del agua. Un éster, por su parte, es el compuesto resultante del reemplazo, en un ácido, de un átomo de hidrógeno por un radical alcohólico.
Estos procesos químicos son muy importantes ya que permiten la elaboración de jabón. A través de la saponificación, un cuerpo graso se une al agua y a una base para convertirse en un jabón. Éste puede ser transparente (si se trabaja en caliente) u opaco y lechoso (si el proceso se lleva a cabo en frío).
Para producir jabón a nivel industrial, de este modo, se suelen emplear calderas donde se pone una materia grasa a hervir. De a poco, se añade hidróxido de sodio mientras la mezcla es agitada. Así, cuando la saponificación empieza a desarrollarse, la mezcla se vuelve pastosa. El resultado del proceso es la obtención de jabón y de glicerina.
Es importante tener en cuenta que no todas las grasas pueden utilizarse para producir jabón: por eso se divide a los lípidos en saponificables e insaponificables, según la posibilidad de que sean sometidos, o no, a la saponificación.
Los lípidos saponificables son aquellos que disponen de un alcohol vinculado a uno o más ácidos grasos. Dicho vínculo se lleva a cabo a través de un enlace éster, de muy difícil hidrolización, aunque puede romperse con facilidad si el lípido se halla en un medio básico; en tal caso, la saponificación que tiene lugar se considera alcalina. Cuando para obtener el jabón se usa una grasa neutra o un glicérido, también surge la glicerina, un subproducto de tipo alcohólico que a veces arroja un beneficio mayor que el principal desde un punto de vista económico.
Por ejemplo, si se utilizan dos moléculas de hidróxido de potasio para tratar una de un lípido, el resultado es el siguiente: dos moléculas de palmitato de potasio (en otras palabras, un jabón) y una molécula de glicerina. La emulsión, o sea la posibilidad de suspender ciertas sustancias en el agua, aquellas que por lo general no pueden ser disueltas en agua pura, es el secreto del jabón como producto de limpieza.
La parte hidrofóbica del jabón (o sea, su cadena hidrocarbonada) es afín a sustancias no polares, como ser los componentes grasos de las comidas. La parte hidrofílica de la molécula (el grupo carboxilato), en cambio, es afín al agua. La saponificación da como resultado un producto cuyos iones son capaces de rodear cada gota de grasa que encuentran: las partes polares atraviesan una disolución; en cambio, los grupos carbonatos permanecen en el exterior y se ordenan. De esta manera, tras haberse reducido a estructuras de ínfimo tamaño, es posible su asociación con las moléculas del agua, gracias a lo cual la grasa se dispersa con facilidad.
Con respecto a las gotas pequeñas en las cuales hay aniones carbonato rodeando partículas no polares, se conocen con el nombre de micelas y tienen una carga negativa en su superficie, rasgo que las lleva a repelerse mutuamente, lo que impide la coalescencia (que varios materiales formen un solo cuerpo) y mantiene la emulsión; esto se debe a la existencia de los aniones antes mencionados.
Los lípidos insaponificables, en cambio, no disponen de ácidos grasos, por lo que no pueden ser hidrolizados a través de la saponificación y, por lo tanto, son incapaces de producir jabón.